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La confirmación de Rafael Rodríguez en Madrid

Lunes, 13 May 2024    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
"...Causó inmejorable impresión: cortaría la oreja del abreplaza..."
El primer mexicano que toreó en la Feria de San Isidro fue Rafael Rodríguez Domínguez (Ciudad de México, 1926–Aguascalientes, 1993). No se trata de un nombre más sino de alguien que, al final de su trayectoria, era el diestro con más rabos cortados en la historia de la Plaza México –once en total, cinco de novillero y seis de matador–. Aun así, su presencia en el cartel madrileño del 16 de mayo de 1951 se debió a la aleatoria ausencia del portugués Manolo dos Santos, que estaba anunciado para esa tarde de miércoles y resultó herido en Barcelona el lunes anterior. 

La feria del santo labrador atravesaba ya por su quinta edición, pero el año en que se instituyó, 1947, había estallado uno de los cíclicos conflictos que han interrumpido las relaciones taurinas entre México y España, mismas que acababan de reanudarse cuando don Livinio Stuyk armó las combinaciones para su feria del 51: iba a constar ésta de seis corridas y dos novilladas, en las cuales, por cierto, se encumbraron y fueron declarados listos para recibir la alternativa Antonio Ordóñez y Manolo Vázquez. 

Para Rodríguez, avisado de la oportunidad que se le presentaba con la premura del caso, sería su debut en ruedos españoles. El interés de la cartelería isidril estaba centrado en Julio Aparicio y Miguel Báez "Litri", la pareja de fenómenos que acaparó discusiones y desplazó el interés público hacia el centenar de novilladas en que participaron a lo largo de 1950 hasta culminar en la tarde triunfal en que Cagancho los doctoró a ambos (Valencia, 12-10-50).

En cinco de las seis corridas de aquel San Isidro se confirmaron alternativas (Chávez Flores, Pablo Lalanda, Rafael Rodríguez, Litri y Aparicio), ante un público ávido de novedades, una vez cerrado el brillante y trágico período manoletista. Con todo, se echaron en falta los nombres de Luis Miguel Dominguín y Agustín Parra "Parrita" en los carteles.

Madrid, 16 de mayo de 1951

Nada interesante se había visto en los tres festejos anteriores cuando partieron plaza los sevillanos Pepe Luis Vázquez y Manolo González y el mexicano Rafael Rodríguez. Entrada completa y toros de Felipe Bartolomé, que lidió solamente cuatro, devueltos los otros dos y sustituidos por uno de Francisca Sancho (3o) y otro de Castillo de Higares (5o). 

Adelantemos que resultaron poco propicios y con ellos nada destacado logró Manolo González.

Pepe Luis, en cambio, cautivó a Madrid como en sus años mozos. Acababa de reaparecer en Las Ventas sin pena ni gloria el día del santo, por lo que su faena al segundo resultó toda una revelación. Buen toro de Bartolomé e inspirada faena la del torero de San Bernardo, premiada con las orejas de "Campolargo". Con el cuarto, abrevió.

El cofirmante mexicano causó inmejorable impresión: pasearía la oreja del abreplaza –"Guitarrero", número 62, 440 kilos de peso. Noble el bicho y muy seguro, confiado y templado el espada, lo mismo en el toreo fundamental que en el accesorio, llevado todo a cabo con un ceñimiento desacostumbrado en España. Por eso, el público demandó y obtuvo la oreja para el manito, que luego de un pinchazo continuó arrimándose como si nada. El sexto fue un hueso de 580 kilos y lo despachó pronto. De la impresión causada por Rafael a la crítica madrileña entresacamos estos conceptos:

El Ruedo

"El mejicano (sic) ha dejado en las Ventas una impresión excelente. Fue bueno y dócil el primer toro de don Felipe Bartolomé; no tuvo demasiada codicia para los caballos, pero embestía por derecho y humillaba a maravilla. Así lo aprovechó Rafael Rodríguez en unos lances templados y en unas gaoneras muy ceñidas, y así lo hicieron igualmente Pepe Luis, en unos lances de mando prodigioso, y Manolo González (…) Un buen tercio de quites, el primero realmente bueno de la Feria. El toro había quedado con la embestida corta; pero noble, y Rafael Rodríguez, después de las ceremonias protocolarias (…) lo tomó por alto y dio tres ayudados buenos, rematados con un pase de pecho. Intercaló unos adornos con la muleta a la espalda, dio pases con la derecha, con vistosos cambios de muleta; Jugó la izquierda, terminada también la tanda con el de pecho, y al dejar un pinchazo y media estocada alta, el público, a quien había agradado la tranquilidad y el buen hacer del mejicano, pidió y obtuvo que le concedieran la oreja. Faena variada y con reposo; si algún pero hay que ponerle es que al torero le faltó un poquitín de alegría (...) El sexto de don Felipe Bartolomé tenía bastante genio, y Rafael Rodríguez tardó en centrarse; pero luego se mantuvo en plan de discreción y mató de una estocada alta, que bastó. Rafael Rodríguez salió de la Plaza entre aplausos. Conseguir eso, después de cortar una oreja en el toro de su alternativa en Madrid, es ya una buena marca." (EMECÉ, El Ruedo, semanario. 17 de mayo de 1951).

Crónica del ABC

"Por continuar lesionado Manolo dos Santos salió cubriendo su puesto el mejicano Rafael Rodríguez, que confirmó la alternativa por mano de Pepe Luis Vázquez. Ha producido en el toro primero una impresión enorme. Muy valiente, muy ajustado, muy tranquilo y con todos los "muy" que se necesitan para impresionar al público. Las ovaciones fueron largas, resonantes. Las ganó tanto con el capote como con la muleta. El toro entraba bien y Rodríguez sacaba el máximo lucimiento con sus pases. Fue muy variada la faena de muleta, desde el natural al de pecho y desde esta parte seria a los adornos. Pinchó señalando bien y después de otros pases, que consiguieron nuevas ovaciones, mató de una entera. Como el público estaba con él, impresionado por los alardes de valor y buen toreo prodigados por Rafael, se le concedió una oreja y la vuelta al ruedo. El sexto, grande, veleto y broncote se puso a la defensiva, queriendo coger al de Méjico. Se colocó el torero al son del toro y dio pocos pases, sin el menor lucimiento, y salió del compromiso mediante una estocada entera (…) Se lidiaron toros de D. Felipe Bartolomé, buenos, especialmente los dos primeros, uno de doña Francisca Sancho y uno de Castillo de Higares". (Giraldillo, ABC, 17 de mayo de 1951)

La entrada de la misma crónica saluda con júbilo el triunfo de Pepe Luis Vázquez con el segundo de la tarde. De sobra se sabe que el artista de San Bernardo fue más bien un torero de detalles, no demasiado emparentado con el éxito, pero esa tarde, Madrid tuvo la ocasión de celebrar una faena completa de Pepe Luis, preludio de la que, como veremos, iba a bordar al día siguiente. 

De la del miércoles 16, Giraldillo se expresó así: "¡Gran día para el pepeluisismo! (…) Ha vuelto con el esplendor de su mejor época (…) un revuelo de sabios y graciosos duendes, con todo el embrujo -¡y toda la categoría que el toreo tiene en su auténtica expresión sevillana!—sobre la arena de Madrid (…) Salió el segundo toro, abanto. Pepe Luis siguió atento la marcha del toro y ya empezó a cuidarlo (...) El quite fue de asombro: tendía el capote majestuosamente y lo recogía con un toque gracioso (…) Tanteo por alto. El toro pasa bien. Enseguida la muleta a la mano izquierda, con sencillez, sin forzar la posición ni el gesto (..) Uno, dos tres, naturales, en posición frontal (…) los olés a Pepe Luis suenan como ningunos. Cierra con el de pecho, apretadísimo (…) Hay una embriaguez que alegra el corazón sin dañar la cabeza (...) Pepe Luis está creando –o recreando—la mitología del arte, ciencia y gracia de su extraordinaria personalidad (…) Y cuando rueda el toro, herido en lo alto de media estocada, corta las dos orejas y recorre el anillo entre aclamaciones jubilosas (…) Con el cuarto hizo un quite de los suyos" (íbid).
  
17 de mayo de 1951

Si bien estuvo la víspera Pepe Luis Vázquez, en la corrida del jueves iba a bordar lo que probablemente haya sido su faena cumbre en Las Ventas, por lo que bien vale traerla ahora a colación. Encabezaba una terna que completaron Antonio Bienvenida y Miguel Báez "Litri", en refrendo de su alternativa valenciana; cuatro toros de Fermín Bohórquez, uno de Castillo de Higares (4o) y uno de Sánchez Terrones (6o). Y serían estos dos sobreros los que colaboraron para fijar esta tarde en la memoria selecta del coso venteño. Y, por lo pronto, en la de José Luis Suárez-Guantes, probablemente el más acucioso biógrafo de dicha plaza y su historia a lo largo del siglo XX.

"Pepe Luis Vázquez y Antonio Bienvenida comparten la salida en hombros con el confirmante Litri (…) Y es Pepe Luis el primero en abrir la espita del toreo eterno. El maestro de San Bernardo había logrado ya dos orejas, y de un mismo toro, la tarde anterior (…) conjugando todo su clasicismo y su torería con la pinturería, el garbo y la gracia de la torerísima tierra que lo vio nacer. Pero si bien estuvo Pepe Luis con aquel santacoloma de Felipe Bartolomé, mejor aun anda con el sobrero de Castillo de Higares (propiedad de Pedro Gandarias) con el que ejecutó un hacer excelso, etéreo, lleno de grácil aleteo andaluz, pero pleno también de profundidad y de hondura." (Suárez-Guanes José Luis. MADRID-CÁTEDRA DEL TOREO (1931-1990), Edit. Espasa-Calpe. Madrid. 1990. página 124).

"Pepe Luis era el capote prodigioso que intercalaba la verónica profunda, cargando la suerte, con el aleteo del lance a pies juntos y la chicuelina envolvente en que el capote parecía volar (...) Y después de su mayor brillo en los años cuarenta, todavía daría su famoso concierto al toro "Misionero" (sic) de Castillo de Higares, en la confirmación de alternativa del Litri (…) Parece que aún estoy viendo los pases ayudados por alto de Pepe Luis: largos, hondos, eternos. Con el "colorao" de Pedro Gandarias "encampanao" en los medios y las puntas de dos pañuelos torerísimos que salían de su vestido salmón y oro componiendo una estampa de estatuaria torera.

Fue el mismo día que Antonio Bienvenida, vestido de blanco y oro, bordó el toreo diestro con la mayor naturalidad que se pueda dar en el toreo y el público coreó a ambos con aquello de "los dos solos", igual que habían hecho los madrileños con Gaona y José la tarde de la faena cumbre de Belmonte. Pero el temerario Litri prendió la mecha al final y toda la terna puso compartir el éxito." (íbid. página 467)
   
Puntualicemos

En el repaso toro por toro que hace en El Ruedo el acucioso crítico Areva sobre el comportamiento de los encierros corridos en la isidrada de 1951 reseña al toro de Castillo de Higares (4o) con el nombre de "Gazpacho" –reiterado al pie de una foto en la que el mayoral le da de comer tranquilamente en la boca en los cerrados de la ganadería–, no "Misionero" como afirma Suárez-Guanes. No hay discrepancias, en cambio, acerca de los trofeos cortados esa tarde: Pepe Luis Vázquez paseó una oreja del cuarto –había dado vuelta en su toro anterior–, Antonio Bienvenida había perdido con la espada la ocasión de desorejar al segundo de la tarde y Litri se alzó con un apéndice auricular del de Terrones que cerró plaza. Y los tres espadas salieron en hombros en una época que aún no estaba reglamentado este homenaje, librado a la espontánea reacción de los entusiastas. 

¿Y después…?

Pepe Luis, impulsado por sus dos triunfos isidriles, tuvo un año muy bueno, que sería el último antes de una retirada fugazmente rota en 1959. De Rafael Rodríguez cualquiera hubiera pensado que después de tan auspiciosa presentación ante la cátedra madrileña le esperaba una temporada intensa. Lo cierto es que tuvo que truncarla prematuramente ante la falta de contratos. Al bajar del avión que lo condujo de regreso, el propio hidrocálido lo explicaba así: "No estoy amargado (porque) no he tenido culpa de lo sucedido. Fue por una mala administración (…) Don Emilio Fernández me decía que estuviera listo para torear, y cuando llegaba la fecha decía que no era posible (…) La última corrida que me quitaron fue en Almería. La cuadrilla me dijo que así no podían seguir conmigo. Les di la baja porque tenían razón (…) Sólo toree cinco tardes en España, una en Arles y tres en Portugal, y corté nueve orejas y un rabo (…) En la madrugada del 16 de mayo me dijeron que torearía ese día en Madrid. Me puse muy nervioso y cuando llegué a la plaza me fui a la capilla a pedirle a Dios que me ayudara (Pero) Cuando hice el paseíllo iba muy sereno, me acomodé con "Guitarrero" y le corté la oreja (…) Con el toro español es más fácil triunfar porque se viene al torero…" (C. Madrazo. Rafael Rodríguez. El Volcán de Aguascalientes (Libro testimonial). Edit. Carmen Madrazo. México, 2005. páginas 220-221).

En conclusión, nada nuevo bajo el sol.


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