Si no hubiera sido por un alto grado de responsabilidad y respeto a su investidura como matadores de toros de la terna de hoy, dos de ellos habitantes de lo alto del escalafón, la tarde habría sido, literalmente, de bostezo, en la segunda corrida de la temporada de la plaza "Nuevo Progreso" de Guadalajara.
Un encierro ligero de peso, aunque en términos generales, bien armado, cuatreños, según los carteles, pero sin la emoción que debe aportar el toro bravo. Algunos de ellos, sí –como el séptimo en el orden de lidia, de regalo– con señaladas virtudes, del hierro de Campo Real y otro virtuoso del hierro alteño de San Pablo, con evidente sangre mexicana, fueron la materia prima que permitió ser testigos de lo que renglones arriba menciono.
Ambos ejemplares, ante el desarrollo del encierro, Antonio Ferrera y Sebastián Castella, que se iban de vacío frente al mexicano Ernesto Javier "Calita", acertadamente optaron por honrar su posición. No se sabe qué sucedió, pero el caso fue que invirtieron el orden de lidia en los de regalo. Quizá –malamente– el juez de plaza… y su asesor técnico desconocen, que la antigüedad de los toreros prevalece aún en los toros de regalo, así como el orden de los toros establecido en la tarjeta de sorteo.
Antonio Ferrera encontró en el primero de su lote y de la tarde, un ejemplar sin fijeza que hizo sonar el estribo del piquero, quien bien aguantó al salpicado lucero, astiblanco y veleto. Con cabeza torera, el hispano encontró que si tocaba al toro con la punta de la muleta –¿quién dice que es pecado usar el pico de la muleta?– provocaba que el astado embistiera con un solo pitón, para de esa forma evitar el molesto punteo y el peligroso calamocheo que deslucían el trasteo –perdón por la rima– iba a conseguir por el lado izquierdo, muletazos de fino trazo y fuerte conexión con los tendidos. Cuando "Don Beto" cambió de lidia, Ferrera capitalizó la tendencia del de Campo Real a tablas, para torear uno en redondo que reventó la plaza. Se tiró tan derecho tras la espada, que se llevó un fortísimo golpe en el vientre. Escuchó un aviso y la fuerte ovación en el tercio.
El segundo de su lote fue profundamente despreciado por los tendidos y al ibero no le quedó más remedio que atinadamente abreviar. Es muy posible que en ese momento Ferrera pensó en el regalo.
Dicho obsequio –un toro que evidenciaba su origen "Garfeño" –se lidió en octavo lugar. El torero lo recibió con un afarolado de hinojos muy celebrado por la parroquia. Enseguida lanceó a "Alteño" con temple y buen gusto. La faena iba para arriba. Dejó al toro frente al caballo en el centro del ruedo –donde los españoles llaman boca de riego– y el de San Pablo, sin duda ninguna, se arrancó al penco de Mauro Prado, quien nos regaló una emocionante suerte de varas. Claro, durante todo el trayecto de regreso al patio de caballos fue ovacionado por el público. Incluso, su matador le ordenó que se descubriera para asumir el homenaje.
El toro era noble, con fijeza, temple y aunque no de un muy amplio recorrido, si con evidente calidad en el que tuvo. El toro le gustó al espada… y al público. Lástima que falló con la espada Antonio. Ya tenía el par de auriculares ganados. Les confieso, cómo me gustaría que el buñolés (de Buñola, España) extendiera el número de muletazos en su series.
El paisano mexiquense, tercero en el orden de lidia cumplió con el compromiso más fuerte, que a mi parecer ha tenido en su carrera. Una plaza de primer nivel, en un cartel con dos figuras extranjeras, no es enchílame otra gorda. Calita hoy arañó el triunfo grande. Al primero de su lote lo recibió de hinojos en el terreno de los medios. Por cierto, ahí pesan más los toros que en la puerta misma. Era evidente la convicción de que vino por todo a la plaza "Nuevo Progreso".
En el tercio de muerte, Ernesto Javier le dio distancia, pero el toro no ganó en fijeza. Pero con base en “ponerse ahí” el de Naucalpan, con esa entrega, metió en la canasta a "Zapatiro". Abrochó con emocionantes manoletinas sin la espada, para dejar una estocada entera en "el rincón de Ordóñez".
La petición fue abrumadora y el palco cumplió con el reglamento que ordena que la primera oreja se otorgue a petición mayoritaria, no sin antes mostrar su justa inconformidad por el defecto de la estocada, al retrasar la entrega de la oreja, de hecho.
Con el que hipotéticamente cerraba plaza, Calita estuvo mejor aún que con el tercero de la tarde, en una faena bien construida a un toro que tuvo muchas virtudes. Por desgracia, se eternizó con los aceros y dejó escapar las orejas.
El torero galo hoy se llevó el gato al agua. No fue una tarde fácil para el Sebastián, pero vaya que tiene raza Sebastián. En algún momento, incluso se enfrentó con los tendidos y en otro con el palco. Con los tendidos, cuando el segundo de su lote, rotundamente rechazado, él pretendió brindarlo a la concurrencia y ésta le rechazó la oferta. La segunda, con el palco, cuando en la lidia de dicho burel cambiaron el tercio de varas, sin que el espada en turno lo haya solicitado.
De la lidia del segundo de la tarde, primero de su lote destacaremos el temple y mando frente a un astado con muy poco recorrido, que regateaba las embestidas, que también reculaba y además probaba. Y el torero… ahí. Sí señor.
Pero vendría el de regalo. "Sanjuanero", dicho sea de paso, la única virtud es que, y la descubrió Castella, cuando embestía, con base en aguantarlo, lo hacía con son. Porque reculaba, rascaba la arena y en momentos hasta probaba. Pero Sebastián le pisaba de tal manera el terreno, que afloraba la escondida, muy escondida sangre brava del de Campo Real.
Emocionante fuel el trasteo. El pleito era: el toro a rajarse, a no embestir, y Castella a que lo obligaba, pero con entrega, sabor, temple y mando ¡Como jaleamos al final el toreo muy por bajo en los medios! Para cerrar con broche de oro, un estocadón hasta la bola al primer intento ¡Las dos orejas! Sin dudarlo un segundo. Y así salió a hombros tras una faena triunfal.