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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 07 Sep 2023    ZAC, Zac.    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...Napoleón proyecta una imagen de poeta frágil..."
José María Napoleón tiene madera de ídolo popular. Y eso, para cualquier artista se precie, debe ser algo muy especial. Más aún cuando las muestras de cariño son tantas, y las emociones se desbordan como sucedió anoche en el Museo Zacatecano, donde el público abarrotó su hermoso patio central para escuchar el pregón taurino de este gran personaje.

Y así como en su día el maestro Pepe Alameda tituló una crónica: "Joselillo llenó la plaza de gente y El Torero de Canela la llenó de arte", Napoleón llenó el recinto de ambas cosas: de gente y de arte, porque fue tal el sentimiento desplegado en su breve intervención, que terminó por cautivar al público que quedó fascinado con su presencia.

¡Qué importante es que un artista tenga una personalidad definida! En el caso de "Napo", como le dicen sus allegados, la fundamenta en dos atributos fácilmente reconocibles: sencillez y naturalidad, salpicadas de un pequeño dejo de timidez, que termina por engrandecer su forma de ser, ésa que está marcada por su calidad humana.

De las tablas de los teatros, hasta las tablas, los tercios o los medios de los ruedos, en se ha movido este querido hidrocálido, que tomó la alternativa como cantante al ganar el Festival OTI de 1976, y la de torero en San Miguel de Allende, una década después, en el 86, cuando cumplió el sueño de convertirse en matador de alternativa.

Napoleón proyecta una imagen de poeta frágil, y en la delicadeza de su trato se esconde una enorme sensibilidad, la que le ha permitido realizar una brillante trayectoria de más de medio siglo, en la que ha deleitado con su música a varias generaciones.

Y a lo largo de este homenaje mutuo; es decir, del público hacia Napoleón y viceversa, la nostalgia invadió el recinto cuando rememoró su paso por esta ciudad, en aquellos años mozos en que buscaba abrazar dos vocaciones con disciplinas artística paralelas: el canto y el toreo, que terminaron por liberar su alma creativa y le dieron forma a su expresión como ser humano.

El fervor de la gente al concluir el acto fue muy elocuente, pues Napoleón tuvo que abrirse paso lentamente hacia el vestíbulo de la cineteca, con toda su serenidad a cuestas, mientras firmaba autógrafos, escuchaba distintos comentarios y halagos, y se hacía fotos con todo mundo. De ahí, al corte de listón de la exposición de Felipe Pescador que, si viviera, seguramente lo recordaría con un hatillo al hombro en busca de una oportunidad en las ganaderías de Zacatecas.

Del presente al pasado, así transcurrió una velada mágica en la que Napoleón se llenó el corazón de felicidad para afrontar la recta final de su gira de despedida de los escenarios, en una etapa de su vida en la que, seguramente, seguirá recogiendo en abundancia, todo lo que él ha sabido sembrar en la gente: un cariño de a de veras.


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