Devolver la Fiesta de los toros a cualquier población no es tarea fácil, pero tampoco imposible y así que, tras reconstruir la plaza "San Roque" de Tuxtla Gutiérrez en unas cuantas semanas, el polémico Pedro Haces retomó la actividad taurina en esta parte del sureste mexicano.

Y la expectación creció conforme pasaron los minutos hasta que la plaza registró tres cuartos de entrada y la función adquirió tintes de verdadera fiesta, favorecida por un público entusiasta, desconocedor de la materia, pero tremendamente alegre y predispuesto a pasarlo bien.

Resulta curioso reflexionar lo grato que es acudir a una plaza donde el público asiste a divertirse sin ninguna otra preocupación, sino simplemente a emocionarse con todo lo que acontece sobre la arena.

Aunque la corrida de Pepe Garfias dio escaso juego, los toreros rivalizaron y trataron de brindar espectáculo en todo momento, siendo Federico Pizarro el que cortó la primera oreja gracias a una labor afanosa que remató de una estocada arriba.

Y de ahí en adelante la corrida subió de tono con la espectacularidad de El Zapata, que hizo el par monumental y deslumbró a la concurrencia con su mentalidad triunfadora ante el mejor toro del encierro potosino, un ejemplar muy en tipo que tenía transmisión.

El Juli no escatimó esfuerzo alguno por triunfar, y toreó bellamente con el capote a su primero, al que dio lances y chicuelinas con esa cadencia que ahora atesora cuando se abre de capa.

La faena de muleta fue larga, variada y esforzada, ante un toro que terminó embistiendo con la cara alta y sin entrega. El pinchazo que precedió a la estocada le privó de cortar una oreja.

A partir de la lidia de los toros corridos en cuarto, quinto y sexto lugares, el dinamismo del espectáculo decreció un poco, por el juego de los toros que obligaron a la terna a sacar recursos.

Y cuando salió el rejoneador Jorge Hernández Gárate, al que habían pedido actuar al final debido a que la arena estaba floja y podía ser peligroso para los toreros, y sus cuadrillas, el ambiente volvió a cobrar fuerza en una faena completa y templada en la que lució mucho montando a "Mano Negra", con el que recibió al toro de su casa.

La noble embestida del toro de Jorge Hernández Andrés permitió al rejoneador torear pausadamente, y en banderillas galopó de costado con "Picasso" y clavó banderillas en lo alto con mucha seguridad.

Antes de que finalizara su actuación, aparecieron los Forcados de Teziutlán, que consiguieron una buena pega al segundo intento, pues en el primero, el toro pisó al forcado de cara y le dio un tremendo derrote que parecía que lo había dejado noqueado.

Antes de matar de un rejón de muerte certero, clavó un gran par de banderillas a dos manos y así fue como, en medio del entusiasmo colectivo, el juez de plaza no dudó en concederle el rabo que paseó con una amplia sonrisa en los labios.

Todavía Federico Pizarro regaló un toro de Aurelio Franco, que fue manejable, y con el que hizo una faena entonada que no pudo rematar con la espada, peo en la que dio muletazos templados y largos.

A las doce en punto de la noche terminó la corrida, y la gente salió contenta de la plaza, motivada con lo que había visto, preguntando con interés y rodeando a los toreros a la salida para hacerse fotos, mirando y admirando a aquellos que aquí todavía son vistos como lo que son: héroes literarios.