La fiesta de los toros en México vive una profunda crisis. No sólo son los ataques de grupos animalistas y los intentos de prohibición de políticos oportunistas, hay una generación urbanita formada con películas de Disney y cuyo entretenimiento se basa en ofertas virtuales con una sensibilidad que le impide afrontar la realidad y enfrentar la muerte. Esto se combina con la escases de toreros mexicanos que interesen al público y la falta de casta en muchas de las ganaderías nacionales.
Uno de los problemas que han originado la crisis actual, no tanto en forma directa sino como causa raíz de la autocomplacencia y la mediocridad, es "la coba".
El término "coba" se utiliza para referirse a una conversación halagüeña, muy propia de quienes les gusta lisonjear a los que están a su al rededor. Tiene su origen en la jerga utilizada por una hermandad conocida como germanía que se formó en Valencia por allá de los siglos XVI o XVII. La germanía usaba un lenguaje con raíces del latín que influyó en el caló gitano.
He encontrado dos versiones de la etimología de la palabra "coba". Puede ser que venga del latín cubāre, que dio origen a incubar, lo que hacen los ovíparos para calentar sus huevos. Esto porque "dar coba" se refiere a entretener a una persona para que no se mueva o que no se de cuenta de cuenta de algo que podría estorbarle. Otra versión señala que "coba" es una modificación de la palabra boca, esto porque los miembros de la germanía transformaban algunos vocablos para que sólo fueran entendidos por aquellos que hablaban su propia jerga.
El hecho es que "la coba" está relacionada con el halago, con una alabanza exagerada e interesada.
Los taurinos dan coba. No importa si el torero pudo con el toro, estuvo valiente o artista, sus allegados lo adulan. Sucede lo mismo hacia los ganaderos. Independientemente del juego de los animales, después de una corrida o tienta, la gente los felicita por la bravura, humillación o nobleza de su ganado.
Después de una de las recientes novilladas en Guadalajara en la que el encierro había sido manso, complicado, peligroso y de feas hechuras, un medio de comunicación escribió: "La ganadería confirmó ayer en la Nuevo Progreso el buen momento que vive y es que, ha mando un encierro encastado y con calidad el cual dejó muy bien parados a los chavales que lo aprovecharon".
Como se muestra en el ejemplo anterior, la coba está más relacionada con lisonjear que con elogiar. No es lo mismo una manifestación de reconocimiento por algo digno de admiración (el elogio), que un halago para quedar bien o para sacar provecho de algo. La lisonja es contraria a la verdad, porque se trata de un elogio desprovisto de evidencia.
Dante se refiere a los que dan coba en el XVIII canto de la Divina Comedia y los coloca en la segunda bolsa del VIII círculo del infierno.
La coba es la antítesis de la amistad. El lisonjero no tiene cariño, ni admiración sincera hacia el adulado. Lo que quiere es engañarlo, aprovecharse de él. La adulación es un abuso de confianza en la que el lisonjero engaña atribuyendo capacidades o virtudes para ganar alguna ventaja.
John Locke se refería a la adulación como un vicio político y decía que hace peligrar a los regímenes de poderes limitados y desconcentrados, ya que induce, a través del cultivo del orgullo, un deseo desmedido por el poder y el dominio sobre los demás.
La característica de la coba es la expresión exagerada de admiración con fines estratégicos. El lisonjero persigue cercanía con el adulado para obtener beneficios. Por eso en El Príncipe, Maquiavelo advierte "de cómo hay que huir de los aduladores", y explicaba que la adulación es un vicio sobre el cual hay que estar siempre alerta.
En las últimas décadas han surgido prometedores toreros mexicanos, pero la coba ha sido más poderosa que su talento y afición y ninguno de ellos se ha convirtió en figura. Con algunos ganaderos pasa algo peor, ellos mismos se dan coba. Aprueban vacas que no tienen las condiciones necesarias y eso ha provocado la falta de codicia y transmisión que se vive en las plazas mexicanas.
La coba deriva en la autocomplacencia, que equivale a la comodidad. La autocomplacencia es un síntoma inequívoco de debilidad, una especie de autoconsuelo y autoengaño de los mediocres.
La coba es la causante que hace más de 50 años un mexicano no abra la puerta grande de Las Ventas y que la gente se haya alejado de las plazas por falta de emoción y bravura.