La tarde de hoy aplicó una sentencia popular que adaptamos a la fiesta brava "El hombre propone, Dios dispone… viene el toro, y todo lo descompone". Hay que admitir que el juego de los dos hierros lidiados, como dicen los cronistas, no fue materia propicia para el toreo, y sí fue un examen difícil para la terna que tantas expectativas provocaron en buena parte de Jalisco (saludamos aficionados alteños, de la costa, de Nayarit) y también a seguidores de los toreros de Aguascalientes y Querétaro. Había buen ambiente en los tendidos.
Y metiéndonos en camisa de once varas, la afirmación de "no fueron materia prima" no la comparto; porque el toreo es el dominio de un toro con los recursos de la lidia. Manso, bravo, noble o con sentido, claro o no, etcétera. Así de sencillo.
Bajo ese tenor, cada cual a su aire, quién más, quién menos, Héctor Gutiérrez, Diego Sanromán y Miguel Aguilar se entregaron a carta cabal y cumplieron la encomienda que todos deseábamos: ver tres toreros cabales en la arena.
Me quedo con Héctor Gutiérrez. El espigado joven tuvo que pechar con el problema de un toro de pelaje melocotón que de salida se comportó cual manso de carreta, que no tuvo gracia ni para saltar al callejón. Devuelto a los corrales el sustituto fue un De la Mora con su dosis de guasa. A "Tú y las nubes" había que poderle, fajarse con él, aguantar a tal grado lo hizo Gutiérrez, que fue empitonado muy feamente en dos ocasiones.
Gutiérrez supo lo que podía sucederle con ese toro y luego de habernos regalado bellos lances, con la muleta, todo, prácticamente fue tragar gordo. Se fue con todo en la suerte suprema, mas por desgracia hilvanó la espada en el primer viaje a matar. Despachó al burel con el primer golpe con la toledana.
Al segundo de su lote, le dio sitio, se colocó en la distancia y le tragó enormidades, para llevarlo templado, sometido, muy toreado. Le aguantó parones y varios pases fueron con tirabuzón. Entre la algarabía de la parroquia terminó poniendo la barriga como carnada y así lograr que embistiera "Si nos dejan". Sepultó una entera desprendidilla que bastó, pero Alfredo Sahagún se guardó el pañuelo y no concedió un trofeo que bien merecido tenía el espada aguascalentense. Y dio una vuelta al ruedo, que en Guadalajara, no es poca cosa.
Diego Sanromán sigue hecho un león. Con el segundo de la tarde, con mejorcitas condiciones solamente, el de Querétaro no se guardó nada en la espuerta. Cuando el de Barralva cantó la gallina, el espada se apretó los machos y concluyó su trasteo con una bernadinas, simple y llanamente… escalofriantes. Yo le diría que los toros, y más los cinqueños, hay que llevarlos.
Por su parte, Miguel Aguilar estuvo en valiente. Aunque sin hacerse del astado, se echó la sarga a la derecha, y acabó el de Barralva cobrándole la osadía. Con el cierra plaza de nuevo comenzó el trasteo, sin hacerse del toro. Aplaudo su entrega de hinojos, en la boca de riego, pero había que someter al de De la Mora, y no lo vio claro. Así que estuvo voluntarioso y valiente, pero nada más.
Al final, de disfrutar la entrega a tope de los toreros, la gente se fue contenta... aunque se quedó con ganas de algo más. Ahora habrá que esperar noticias, a la espera de que la plaza vuelva a abrir sus puertas en un futuro.