Y tras el buen ambiente que dejó la fría noche –triunfal y triunfalista, a la par– del día anterior, Provincia Juriquilla volvió a abrir las puertas de su plaza para un encuentro novilleril; encuentro entre dos naciones, México y España; encuentro entre dos tauromaquias, a caballo y a pie; encuentro de una debutante ganadería que, a la postre, también triunfó: ¡enhorabuena, Río Tinto!
La tarde trocó en noche; las orejas, en silencio; una novillada que mantuvo la atención del público que se dio cita esta invernal tarde. Festejo mixto con el rejoneador de la tierra, Tarik Othón, quien enfrentó un par de novillos de estilos distintos, pero enrazados; sin duda, vino a mostrar su avance sobre los lomos de su cuadra y el dominio que va adquiriendo para templar y mandar a sus enemigos. Valor y técnica; solamente le falta lo que dan los años… y seguir en la cara del toro.
Arturo Gilio encontró un par de amigos -no enemigos- para gustarse y agradar; con ambos se recreó con un variado repertorio capotero y solvencia muleteril; un sector de los aficionados que siguieron paso a paso sus faenas, le pidieron al juez Manuel Garrido la segunda oreja del primero (la que no concedió), el premio doble llegaría con el segundo de su lote, novillo al que vio claro tras rodar por la arena, le subió la mano y lo toreó con suavidad. Al final, colocó una estocada entera que fue coreada con el consagratorio grito de "¡torero!, ¡torero!"
De los españoles, también pudimos atestiguar manifestaciones artísticas y sentimientos diferentes: la ortodoxia y el clasicismo de Jorge Martínez, y la temeraria tauromaquia de Manuel Perera. Los triunfadores del Circuito de Andalucía no se dejaron nada y salieron "a por todas", como dicen allá, en el albero de Juriquilla.
A Martínez aún le cuesta encontrarle el ritmo a las embestidas de los novillos de acá, sobre todo al torear con el capote. Pero esto no fue obstáculo para que, con la muleta, compartiera el arte que viene desarrollando. Apegarse a un toreo como el que practica, no siempre conecta con el tendido; ¡qué importa!, poco a poco irá logrando esa empatía.
Manuel Perera no puede ocultar de quién proceden las indicaciones y sugerencias desde el callejón; Juan José Padilla ha influido en la manera en la que el joven de Badajoz siente y expresa el toreo. El valor, como principal virtud, lo sacó a flote al enfrentar el encaste procedente de Jaral de Peñas. Su toreo gusta y, se nota a leguas, que él se gusta. Para su fortuna, el último de la tarde –noche, ya– no tenía malas ideas; pese a los terrenos que pisó, el novillo jamás hizo por él y solamente mantuvo la mirada en los muslos del torero español.
Así fue, un verdadero río de calidad.