Los toros llegaron a América con la conquista española y jugaron un papel fundamental en la evangelización católica. La ganadería de reses bravas tuvo tal importancia desde el arribo de los españoles al Nuevo Mundo que Hernán Cortés encomendó a su primo Juan Gutiérrez Altamirano las tierras en el Valle de Toluca, para que en 1528 estableciera Atenco, la primera ganadería formal. Desde entonces, la tauromaquia ha evolucionado en paralelo en América y en España.
El primer americano del que se tienen registros que toreó en España fue el peruano Mariano Ceballos "El Indio", que actuó en entre 1770 y 1784 y que aparece en los grabados de Goya. Ponciano Díaz se presentó en Madrid en 1889 donde fue recibido con una mezcla de curiosidad y escepticismo. Otros diestros hispanoamericanos consiguieron llegar a España y confirmar la alternativa en Madrid, como el peruano Ángel Valdez "El Maestro" o el hidalguense Vicente Segura, pero ninguno pasó de ser una simple curiosidad.
Hasta antes de Rodolfo Gaona, el influjo taurino había sido de España a América. Por eso en la Península Ibérica se pensaba en los toros como de una fiesta nacional. El conde de Navas llamó al toreo "El espectáculo más nacional" y afirmó que en ninguna otra parte "se toreó ni se torea con el arrojo, gallardía e inteligencia [de los] españoles". Fue aún más soberbio José Daza cuando aseveró que es "el toreo, privativo de los españoles".
Rodolfo Gaona los desmintió y convirtió en bidireccional el influjo del conocimiento taurino: de España a América, pero también de América a España. Pepe Alameda afirmó que Gaona universalizó el toreo. De esta manera le abrió las puertas a las figuras que vendrían después: Armillita, Arruza, el portugués Manolo dos Santos; el venezolano César Girón; el colombiano César Rincón; los franceses Nimeño II y Sebastián Castella, y, actualmente, al peruano Andrés Roca Rey.
Para Alameda: "El suceso no achica al toreo español, antes al contrario, literalmente lo agranda, al ensancharlo en esa dimensión figuradamente planetaria en el sentido de que no coincide con localizaciones, escuelas o estilos que lo reduzcan, sino que los supera a todos. Por encima de cualquier colorido local, que es sólo de alcance adjetivo, hay unos valores del toreo, que son sustantivos. Valores del toreo español, ahora ya universales" ("El hilo del toreo", p.146).
Con la tauromaquia sucedió algo similar que con el idioma español. Su expansión, lo globalizó. El idioma español –como la fiesta de los toros– no es exclusivo de los españoles, es de todos los que lo hablan en el mundo. Dámaso Alonso, doctor en letras y exdirector de la Real Academia de la Lengua, explicaba que el nombre "castellano" le quedaba pequeño al idioma que había trascendido la Península.
El idioma español se enriquece con escritores y lingüistas en las regiones hispanoparlantes en todo el mundo. Ha habido escritores hispanos galardonados, por ejemplo con el premio Nobel de Literatura, en ambos lados del océano. Por eso es correcto decir que el idioma español y la fiesta de los toros –junto con la religión católica– son pilares de la idiosincrasia hispanoamericana.
La tauromaquia, que se da primero en España, es importada junto con el caballo a Latinoamérica. Con Rodolfo Gaona se globalizó y, de esta manera, la evolución del toreo se volvió una afluencia bidireccional.
El pasado sábado 13 de marzo 2021, en la ganadería de Pablo Moreno se vivió un hito en esta globalización del toreo. El Centro de Alto Rendimiento Taurino (CART) se inauguró con un desfile de seis banderas que representan a los novilleros que ahí se están formando: Colombia, Ecuador, España, México, Perú y Portugal. También está presente Francia, ya que uno de los maestros es el matador francés Tomás Cerqueira.
Pedro Alonso, que en el CITAR había acogido durante años a chavales hispanoamericanos que llegaban a España en busca de formación taurina, dijo, en uno de los discursos inaugurales del CART, que a los países representados nos unía el amor por el toro. Creo que es algo más. Nos hermana la defensa de los valores profundos que representan la tauromaquia: la pasión, la perseverancia, la superación de la adversidad, la búsqueda de la belleza, la capacidad de asumir riesgos y la libertad.
En medio de una profunda crisis acrecentada por la pandemia, el CART emerge brindando esperanza y contribuyendo de manera significativa a la globalización del toreo.