Este martes se cumplirán 30 años de la muerte de Pepe Alameda, acaecida el domingo 28 de enero de 1990. Ese día actuaron en la Plaza México el rejoneador Carlos Arruza y los matadores Guillermo Capetillo, Jorge Gutiérrez y Hernán Ondarza, con un toro de Peñuelas para el caballista y seis de José Julián Llaguno para los de a pie.
El 23 de noviembre de 1941, el futuro comunicador fue invitado a una entrevista en la estación XEB, y al escuchar sus brillantes respuestas, el gerente Ricardo Hinojosa le ofreció un programa sobre la Fiesta. Así, por casualidad, se convirtió en comentarista de toros.
Luis Carlos Fernández y López-Valdemoro se puso entonces el seudónimo de José Alameda, José, en honor a Joselito El Gallo, y Alameda, porque en la Alameda Central de la Ciudad de México emprendió un negocio al poco tiempo de llegar a nuestra capital. Su arribo al DF fue el primero de marzo de 1940.
En la XEW hizo famosa su ingeniosa frase: "El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega". Toda una lección de vida. Huir implica escapar, retroceder, eludir. Entregarse, todo lo contrario: ir hacia adelante, darlo todo sin escatimar ni un ápice de la voluntad o el esfuerzo.
Intelectual, ensayista, cronista taurino, productor de televisión, guionista, entrevistador y poeta mayor, Alameda dejó una impronta extraordinaria de inteligencia, cultura y facilidad de palabra.
Fue tan bueno hablando como escribiendo. Voz autorizada en la tauromaquia, sus narraciones se caracterizaban por su amplio conocimiento, exactitud descriptiva, estilo propio, erudición y elocuencia. Sabía dar énfasis a los momentos emocionantes de las faenas, sin que la elevación de su tono de voz resultara estridente.
Durante más de 25 años escribió las crónicas de las corridas en la Plaza México para El Heraldo de México, del que fue fundador, y donde además publicaba sus colaboraciones semanales en la columna Signos y Contrastes. Todos los encabezados de la información diaria los empezaba con la letra S, por ser la inicial de la palabra sí, y a él le gustaba más afirmar que negar. Por ende, nunca "cabeceó" con la ene al principio del titular.
Era admirado y respetado por los toreros, por ser una indiscutible autoridad en la materia, aunque no faltaran desavenencias con algunos de ellos, como el regiomontano Manolo Martínez.
Transmitió más de mil corridas de toros por radio y televisión. Una de sus narraciones más emotivas surgió durante la actuación de Paco Camino con los berrendos de Santo Domingo en la plaza de toros El Toreo de Cuatro Caminos, el 31 de marzo de 1963. Fue un relato vibrante de las faenas del artista camero, que esa tarde entraba de lleno en el ánimo del sensible público mexicano.
En los años ochenta, en plena etapa de alejamiento taurino por parte de la televisión comercial, fue llamado por Jacobo Zabludovsky para protagonizar el que resultaría un formidable mano a mano con Carlo Coccoli, escritor de origen italiano y detractor furibundo de las corridas de toros. El agarrón en Contrapunto del Canal 9 fue auténticamente de antología.
Con Jacobo como moderador, Alameda y Coccoli debatieron con sólidos conceptos, amplia cultura y lucidez extraordinaria a lo largo de toda la serie. Existe un pasaje que conserva la memoria electrónica donde Zabludovsky, extasiado con la defensa que del toreo hacía Alameda, pide con un ademán muy gráfico a Coccoli que no interrumpa a Pepe, cuya exposición alcanzaba la cumbre, al exigir a su antagonista respeto a los toreros. Allí quedan esos programas para recordarnos que sí puede darse una discusión de altura entre un taurino y un antitaurino.
En 1986, cuando apenas empezaba mi carrera, el maestro me hizo el honor de dedicarme comentarios elogiosos en su columna de El Heraldo de México. No me la creía. Se refirió a mi utilización de la expresión rayas del tercio, en lugar de círculos concéntricos en el ruedo.
Poco tiempo antes de morir dio una conferencia patrocinada por Teléfonos de México. A pesar de que por momentos tuvo dificultad para hilvanar las frases y recordar los conceptos, de pronto la lucidez lo iluminaba y surgía su verbo vehemente y acompasado.
Sólo una vez tuve el privilegio de transmitir por televisión a su lado. Fue durante el festival celebrado en la plaza del restaurante Arroyo el 15 de septiembre de 1987.
Pepe Alameda es la máxima figura en la historia de la crónica taurina. Dejó el listón muy alto a los que nos hemos dedicado al periodismo de toros después de él.