...Curiosa representación de castillos de fuego y toros de manta...
A principios de mes, casi todos los mexicanos fuimos testigos de dos grandes ceremonias. Una, el traspaso de la banda presidencial y otra, la entrega del bastón de mando a quien hoy encabeza la cruzada de la "cuarta transformación". Estos dos protocolos, representan el antiguo esquema de la sucesión, de la toma de poder asumida por nuevos representantes políticos o religiosos en los que se depositan lo mismo esperanzas que incertidumbres.
Pues bien, entre los miles de festejos que se desarrollaron a lo largo del periodo colonial, con una duración en torno a los tres siglos, hubo uno que puede considerarse como de los más ostentosos y atractivos. Se trata de la recepción del que fuera el décimo séptimo virrey de la Nueva España, Don Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, Duque de Escalona y Marqués de Villena, quien gobernó del 28 de agosto de 1640 al 10 de junio de 1642.
Habiéndome ya ocupado del asunto meses atrás, ahora lo haré concentrándome en los solos festejos que se concentraron en tan particular ocasión.
Cuando las Leyes de Indias (libro III, título 3, ley XIX) autorizaba gastar un máximo de 8 mil pesos, se sabe que la cifra de lo invertido en aquella ocasión ascendió a 40 mil. Arribó al puerto de Veracruz el 20 de junio, y desde ese momento, hasta su llegada a la ciudad de México, que ocurrió en el curso de agosto siguiente, todo fue gozo, movilización y desarrollo de diversas manifestaciones por parte de los estamentos políticos, religiosos; e incluso por parte de diversos grupos indígenas que también pusieron un toque protagónico importante.
En el lapso de aquellas fechas previas a la ceremonia oficial de toma de poder, hubo, según lo cuentan diversos autores que acompañaron al célebre personaje, luminarias, toros, arcos triunfales, loas, "castillos de chichimecos". "comedias a lo doméstico y bien representadas", mitotes, tocotines "de lo principal de los indios" y hasta una curiosa representación de castillos de fuego y toros de manta rejoneados a lo burlesco.
Todo ello ocurrió en el recorrido que se hizo por Veracruz (Venta del Río, y Xalapa), Tlaxcala, Puebla (tanto en su capital como en Cholula) y más tarde, en el castillo de Chapultepec (en su versión anterior a la que hoy conocemos), lugar por entonces dedicado al alojamiento de estos personajes.
El 28 de agosto, día de San Agustín, se desarrolló la solemne recepción en la capital del virreinato, cuyas calles "estaban abarrotadas de gente de todo tipo y condición: gente noble, eclesiásticos y seglares y plebeyos, niños y mujeres, sin poder tener los amos a las esclavas y morenas que, repartidas en bandas diferentes, hacían alegres bailes, sin que hubiese persona en esta ciudad a quien no tocase la general alegría desta venida".
Habiendo pasado por debajo de varios arcos triunfales, ingresó a la Santa Iglesia Metropolitana, donde se celebró un Te Deum, al estilo de la época. Concluida aquella ceremonia, vinieron en seguida los festejos públicos, que comenzaron con "un carro triunfal rico y curiosamente aderezado, y sobre un trono una ninfa que representaba México, en cuya compostura litigaba el aseo con lo precioso". No faltaron corridas de toros, mismas que fueron descritas por María de Estrada Medinilla en una Relación…, de la feliz entrada en México…, del excellentísimo señor Don Diego López Pacheco.
Por su parte, las autoridades declararon que "no contenta la Ciudad con estos festejos, tiene publicadas fiestas reales para 15 de octubre, con toros, juego de cañas y otros festines", mismos que también nuestra autora desmenuzó en su curiosa "relación de sucesos" Fiestas de toros, juegos de cañas y alcancías que celebró la nobilísima Ciudad de México a veinte y siete de noviembre deste año de 1640.
Ello significa que desde octubre, y ya casi concluido el mes siguiente, las fiestas no dejaban de darse en una u otra circunstancias, siendo los toros a lo que se ve, el componente más atractivo. Los autores y obras que dieron lustre a aquellos festejos interminables, hoy día pueden reconocerse de mejor manera, gracias a estudios como los elaborados por Miguel Zugasti, Josefina Muriel, Judith Farré Vidal, Martha Lilia Tenorio y de aquello que este servidor también ha tratado en Fiestas de toros, juegos de cañas y alcancías (…) por Doña María de Estrada Medinilla. 1640. Estudio crítico y reproducción facsimilar, del que espero su pronta su publicación.
Entre quienes dejaron testimonio de tan notable ocasión, se encuentra Cristóbal Gutiérrez de Medina, su capellán y limosnero mayor, el cual escribió Viaje de tierra y mar, feliz por mar y tierra, que hizo el excellentísimo señor Marqués de Villena (1640) -Arco triunfal. Emblemas, jeroglíficos y poesías con que la ciudad de la Puebla recibió al Virrey de Nueva España, Marqués de Villena, obra atribuida tanto a Mateo Salcedo como a Mateo Galindo; -también de este último, se sabe que publicó la Fuerte sabia política que la muy noble y leal ciudad de los Ángeles erigió en arco triunfal al excellentísimo señor Don Diego Roque López Pacheco Cabrera y Bobadilla, primer Marqués de España.
Descripción y explicación de la fábrica y empresas del sumptuoso arco que la ilustrísima, nobilísima y muy leal Ciudad de México, cabeza del occidental imperio, erigió a la feliz entrada y gozoso recebimiento del excellentísimo señor don Diego López Pacheco (1640); Zodiaco regio, templo político al excellentísimo señor Don Diego López Pacheco […] consagrado por la Santa Iglesia Metropolitana de México, como a su patrón y restaurador; Redondillas de un religioso de San Francisco en alabanza del autor; Addición a los festejos que en la ciudad de México se hicieron al Marqués, mi señor, con el particular que le dedicó el Collegio de la Compañía de Jesús.
Relación escrita por DOÑA MARÍA DE ESTRADA MEDINILLA, A una Religiosa monja prima suya. De la feliz entrada en México día de San Agustín, a 28 de Agosto De mil y seiscientos y cuarenta años.
Del Excelentísimo Señor Don Diego López Pacheco, Cabrera, y Bobadilla, Marqués de Villena, Virrey Gobernador y Capitán General Desta Nueva España (escrita a la sazón en silvas de consonantes u ovillejos hasta alcanzar los 400 versos);
-FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 / EN / CELEBRACIÓN DE LA / venida a efte Reyno, el Excelléntifsimo Señor / Don Diego Lopez Pacheco, Marques de / Villena, Duque de Efcalona, Virrey / y Capitan General defta Nueva / Efpaña, &c. / Por Doña Maria de Eftrada / Medinilla; Festín hecho por las morenas criollas de la muy noble y muy leal ciudad de México. Al recebimiento y entrada del excellentísimo señor Marqués de Villena, Duque de Escalona, virrey de esta Nueva España;
Parte tercera de los aplausos y fiestas que se hicieron al excellentísimo señor Marqués de Villena, y la Addición a los festejos que en la ciudad de México se hizo al Marqués mi señor, la cual resume en cuatro folios el magno festejo teatral que los jesuitas brindaron al Marqués el 18 de noviembre de 1640.
Como podrá observarse, son doce las obras que, en el contexto de "relación de sucesos", dan cuenta de toda aquella celebración. Destaca la que escribiera la criolla María de Estrada Medinilla, seglar y no religiosa. Por muchos años, su obra dedicada a dar cuenta de las fiestas de toros, juegos de cañas y alcancías aquí mencionada, fue motivo de confusión y duda, pues unos autores mencionaban –"como de oídas y meros rumores"- su existencia. Afortunadamente ha sido ubicada en la colección de la Huntington Library de San Marino (California, E.U.A), terminando con ello el misterio que se mantuvo por lo menos durante poco más de 350 años.
Poema de marcada influencia gongorina, escrito en octavas reales y que alcanza la nada desdeñable cifra de 848, es como resume Miguel Zugasti, académico e investigador en la Universidad de Navarra, el valioso contenido de este documento. El autor, agrega que "Era usual en este tipo de festejos combinar las corridas de toros a caballo (hoy diríamos rejoneo) con las cañas, y a veces también con las alcancías. El Diccionario de Autoridades explica con gran lujo de detalles cómo la nobleza ejecutaba tales juegos de cañas para conmemorar "alguna celebridad. Fórmase de diferentes cuadrillas, que ordinariamente son ocho, y cada una consta de cuatro, seis u ocho caballeros, según la capacidad de la plaza. Los caballeros van montados en sillas de gineta y cada cuadrilla del color que le ha tocado por suerte, etc.
Por su parte en el juego de alcancías las armas arrojadizas son pelotas de barro ("alcancías") rellenas de ceniza, flores u otras cosas que los concursantes se lanzaban entre sí".
El documento salió del taller de Paula Benavides, viuda de Bernardo Calderón en 1641, del que, para terminar, tomo algunas muestras notables:
Caballos y jaeces matizados
Córdoba dio; la Persia los plumajes,
telas Milán, Manila dio brocados,
las Indias oro, el África los trajes.
Primaveras obstentan los tablados,
diversidad de flores son los pajes,
la plaza condujera a su grandeza,
las de la Inquisición por su limpieza.
(. . . . .)
De aquella parte andaba, cuando desta
el alguacil mayor de la Real Corte,
haciendo que la turba descompuesta
en las puertas el ímpetu reporte.
Su ostentación bastara para fiesta,
pues es cada familia aún una corte,
cuyas galas, por ricas y lucidas,
el oro consumieran del rey Midas.
(. . . . .)
Los hierros de las lanzas y los cuentos,
los penachos, las bandas, los listones,
los brazos, las adargas, los alientos,
el partir, el pulsar de los talones,
tan compasados eran, tan atentos
en imitarse entonces las acciones,
que en riqueza, caballos, garbo y modo
se llevaron la voz del pueblo todo.
(. . . . .)
En la palestra se plantó tan fiero
otro de adversa parte, que ya era
en su comparación manso el primero,
cuya piel más horror al verla diera:
tostado el lomo y de bruñido acero
las puntas, niveladas de manera
que ser pudiera escándalo luciente
de la luna un amago de su frente.
No su ferocidad era bastante
a desmayar el ánimo obstinado
del concurso de a pie vociferante,
con cuya agilidad se vio burlado.
De uno y otro rejón el arrogante 405
cerviguillo hasta entonces no domado,
tantas congregó bocas a una herida
que en rojo humor desperdició la vida.
(. . . . .)
Duraba la batalla y no sabía
la ninfa a quién adjudicar pudiese
el lauro indiferente que debía,
si no es que en partes dos se dividiese.
Viendo el Marqués que agonizaba el día,
igualmente mandó que se partiese,
y así quedaron todos más premiados,
siendo de sus aplausos celebrados.
Este dichoso término tuvieron
las fiestas altamente esclarecidas
que al ilustre valor de España hicieron
la ciudad y nobleza agradecidas.
Demostraciones raras, si bien fueron
a tan benigno príncipe debidas,
puesto que al bien común de suerte anhela
que por solicitarle se desvela.
Gózale, oh patria mía, las edades
que puedan ser lisonja a tu deseo,
pues tantas lograrás felicidades
cuantos lustros tuvieres tal trofeo.
Vive en su amparo sin que a variedades
del tiempo se sujete tu recreo,
para que en triunfos de tus altas glorias
eterna te celebren las historias.
FIN