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La mirada taurina de Camilo José Cela

Viernes, 27 Jul 2018    Morelia, Mich.    Quetzal Rodríguez | Foto: Diario ABC   
En su juventud, el escritor gallego probó fortuna en en los ruedos
Camilo José Cela fue un culto fervoroso con mucho de británico, pero nacido en Iria Flavia, periodista y editor de revistas literarias que una mañana opaca de la década de los cincuentas, ese hombre alto, corpulento y, en aquel entonces con barba poblada, ayuda a bajar el ataúd del gran novelista Pío Baroja a quien consideró su gran maestro.

Cela fue aficionado a la tauromaquia, un tema que dentro de su literatura, enfocó siempre desde su óptica personal, sin retóricas y rebuscamientos. El tema taurino fue una buena cantera para su apunte carpetovetónico (o sea, aquello íntimamente español) donde unas veces, predominan los aspectos ásperos e hirientes, y otras, con la mirada lírica y compasiva.

El escritor gallego confesó que se hizo aficionado taurino ya tarde, es  decir a los diecisiete o dieciocho años, en su opinión se trata de una práctica llena de matices de la que infiere: "No he conocido espectáculo alguno de mayor vistosidad y grandiosidad. Dudo que las peleas de gladiadores en el circo romano pudiesen aventajar a los toros en esto".

Cela es ante todo un novelista, un escritor que rompió  los moldes de la novela española de principios del siglo XX, los de la Generación de 98, (herederos de la narrativa realista del siglo XIX) para introducir a la narrativa escrita en España a la modernidad, representada en este caso, por modelos narrativos europeos y norteamericanos, en particular, Joyce, Woolf o Steinbeck.

Este escritor que fue integrante de la Real Academia Española, siempre estuvo atento a lo que pasaba en el ruedo y sin ningún empacho así pudo expresarlo: "La suerte que más me gusta –y que me perdone la cátedra– es la de banderillas. La suerte de matar –un poco la clave de toda la lidia me emociona siempre y pocas veces me satisface".

Su texto "La familia de Pascual Duarte" marca un hito en la novelística española; sus personajes usaban un lenguaje que escandalizó a algunos espíritus cortos y timoratos. En general, en sus novelas aportó un maravilloso lenguaje popular y castellano cien por cien, con unas dotes de observación prodigiosa que le permitió calar en lo más íntimo de sus seres novelados.

En algún momento, este Premio Nobel se animó a probar fortuna en la arena, con intención –al parecer– de hacer carrera, pletórico de confianza, anunciándose por su propio nombre, sin embargo, su recorrido fue breve. Al decir del propio Cela, en un festejo celebrado en la localidad de Cebreros cercenó prematuramente su carrera taurina. El escritor le echó la culpa al toro que le correspondió: "un morucho asqueroso que en vez de ir a la muleta iba a la ingle".

Asimismo, este episodio taurino tuvo sus consecuencias, a la primera arrancada el animal enganchó al torero-literato por la axila y lo lanzó por los aires, una vez en el suelo le golpeó con fuerza en el abdomen. En consecuencia,  este trance sirvió como base para el relato "El Gallego y su cuadrilla", si bien en la ficción el torero que también se llamaba Camilo, tenía que ser atendido en la enfermería con un puntazo en el cuello mientras su subalterno Cascorro pinchaba con desesperación y desacierto una y otra vez al animal tratando de matarlo.

Por otra parte,  su novela "La Colmena" sigue en su estructura, la guía de "Manhatan Transfer", la obra de John Dos Passos, donde a través de varias historias que se entrecruzan o que discurren paralelas se nos muestra el retrato de toda una comunidad, que es la verdadera protagonista del libro. El mismo título describe con exactitud la intención del autor. La ciudad de Madrid es una colmena donde pululan todo tipo de individuos.

Su texto "Toreo de Salón" se inicia con una prometedora reflexión de hondo calado taurino. Pronto abandona este argumento y aborda otros bien diferentes, eso sí, empleando con magistral acierto el lenguaje y los ambientes de la fiesta para definir elementos y situaciones ajenos a este ámbito. En su obra "Madrid", los toros aparecen de forma esporádica, tangencialmente se abordan en sus descripciones de la Plaza Mayor y de la taberna de Antonio Sánchez, que fue torero de alternativa.

Más larga que su carrera toreril fue su andadura como aficionado, fue amigo de Luis Miguel Dominguín, Domingo Ortega o Los Bienvenida. Con Camilo José Cela nos encontramos ante un novelista de gran alcance que concluye tajante: "Por haber tomado la alternativa en la plaza de Madrid hubiera dado toda mi carrera literaria", lo que sin duda se trata de una declaración sumamente atrevida.

De la misma manera refirió el gusto que le había dado que, en cierta ocasión, Vicente Ruiz "El Soro" le haya brindado la muerte de un toro habiéndolo confundido con el maestro Marcial Lalanda, anécdota que el periodista y escritor Luis Nieto Manjón refiere con detalle en uno de sus amenos libros de anécdotas.

Bibliografía:

Amorós, Andrés, "Escritores ante la fiesta. De Antonio Machado a Antonio Gala", Editorial Egatorre, Madrid, 1993.

Nieto Manjón, Luis, "Anecdotario taurino III. De Paquirri a Joselito", Ediciones Tutor, Madrid, 1997.

Sanmartín Migues, José María S, "Los intelectuales gallegos frente al hecho taurino: filias y fobias", en Revista de Estudios Taurinos, número 35, Sevilla, 2014, páginas 105-141.

Semanario Taurino "El Ruedo", año V, número 187, enero 22 de 1948.


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