Antonio Machado anduvo incesantemente de la poesía a la filosofía y de la filosofía a la poesía. Porque era poeta y como tal hombre no podía dejar de plantearse problemas filosóficos. La reflexión de Machado se nutre del diálogo con los grandes pensadores, basta hojear las páginas de su Juan de Mairena para advertir que sus conocimientos de Historia de la Filosofía no eran precisamente improvisados.
Puede decirse que las primeras referencias al mundo de los toros en la obra de Antonio Machado se remontan a su época juvenil, en 1893 tanto Antonio como su hermano Manuel colaboraron en el periódico satírico La Caricatura. En esa publicación, Antonio escribía con el seudónimo de Cabellera; y en ocasiones juntamente con Manuel, bajo el seudónimo común de Tablante de Ricamonte.
Los artículos eran breves cuadros de costumbres de tono satírico y humorístico, una especie de síntesis semanal de la vida de Madrid escrita de modo desenfadado.
En ese ambiente cotidiano subraya Antonio la presencia del taurinismo de Madrid, el desmedido entusiasmo de los aficionados y su nostalgia de tiempos mejores para la tauromaquia; las discusiones en tertulias y reuniones; el salero de ciertos tipos de la "fauna taurina" los toreros, los empresarios, los "capitalistas" o aficionados de "pura sangre", etcétera. Una crítica social sin pretensiones, envuelta siempre en el humor y movida por el deseo de reflejar la actualidad de la calle madrileña.
Antonio Machado sintió, como el que más, el dolor de España, en gran parte de sus poemas este dolor se encuentra diluído y forma la atmósfera dolorosa de su poesía, a esto es necesario agregar la pena infinita que le produjo la muerte de su esposa, que era casi una niña cuando contrajo matrimonio con el poeta, y que murió meses después. La poesía de Machado es elegíaca, suavemente desesperada, llena de nostalgias que no se traducen ni en gritos ni en clamores de intenso dramatismo.
Cualquier ávido lector de Antonio Machado recuerda y reconoce, sin duda, el comienzo de este poema: “Este hombre del casino provinciano/ que vio a Carancha recibir un día, /tiene mustia la tez, el pelo cano/ ojos velados por melancolía/. Son los versos iniciales del poema número CXXXI de Campos de Castilla "Del pasado efímero" un sarcástico retrato del señorito andaluz, símbolo de la “España vieja” cuya desaparición desea el poeta, sin embargo, bien vale puntualizar lo siguiente: el poeta se refiere al diestro José Sánchez del Campo “Cara-Ancha”, a quien le tocó rivalizar entre los colosos Lagartijo y Frascuelo.
En su competencia con dos figuras, que le aventajaban técnicamente en tantas cosas, su opción fue perfeccionar la suerte de recibir (recibir un día) intentos que culminaron la tarde madrileña del 19 de junio de 1881 ante el toro “Calceto” de la ganadería de Aleas. Los críticos de Machado, incluso los mejores, no habían podido entender plenamente esta alusión, efeméride concreta en la historia de la tauromaquia.
Después de sus “Campos de Castilla”, publica “Nuevas canciones”, libro que incluye su producción poética de 1917 a 1920. Luego le sigue “De un cancionero apócrito” (Abel Martín), 1931, donde expone sus ideas estéticas y filosóficas. Por último su famoso "Juan de Mairena", publicado en el 1936, obra donde el poeta juzga y analiza la realidad, (desde su poesía, Dios y la política de su país y la extranjera), y los modismos filosóficos y literarios en donde su intelecto se ha nutrido.
Pero donde verdaderamente se sustancia toda una teoría machadiana sobre los toros es en este pasaje de su alter-ego Mairena: “Con el toro no se juega, puesto que se le mata, sin utilidad aparente, como si dijéramos de un modo religioso, en holocausto a un dios desconocido (…) [al torero] todo antes que un loco nos parece este hombre docto y sesudo que no logra la maestría de su oficio antes de las primeras canas—, ¿será, acaso, un sacerdote? No parece que pueda ser otra cosa”.
La obra de Machado, en términos generales, se puede considerar como una honda meditación en torno a la vida y del ser humano. Se adentra, por todas las zonas de especulación metafisica, y lo hace (en eso consiste su grandeza como escritor) con la intuición del poeta y no con la técnica del filósofo.
A la vez, los aficionados a los toros han tenido que soportar la perorata de que Machado era contrario a los toros, sin embargo, un acercamiento profundo a la biografía del poeta, sus primeras colaboraciones periodísticas y sus varias referencias en sus escritos, permiten comprobar que no existe la animosidad referida hacia el evento taurino.
Bibliografía:
Machado, Antonio, Obras Completas, Espasa-Calpe, Fundación Antonio Machado, 1989.