No falla. “Para el guisado de liebre es ineludible contar con la orejona”. Y para una tarde de toros, eso precisamente hay que tener. La dehesa de Los Encinos envió a la recoleta plaza de Autlán, un encierro bien presentado. Serios por delante, con edad y trapío sin estridencias, del cual destacó el segundo de la tarde. Un toro de triunfo grande, con el que Sergio Flores se recreó y al que, de no ser por sus fallos con el acero habría metido a la espuerta, un par de auriculares.
"Cirileño" de nombre, desde saltar al ruedo cantó sus virtudes. Tuvo nobleza; también fijeza, temple, recorrido largo y humillación y su dosis de emotividad. El de Apizaco lanceó por verónicas sedeñas, a las que entremezcló con el lance de chicuelo. Como al resto de sus hermanos, le fue dosificado el castigo en varas, quizás la fuerza con limitaciones sea la asignatura de la casa con menor calificación.
En la muleta fue un deleite la dimensión que permitió el de Los Encinos. El torero de Apizaco, un torero de garra por los cuatro costados echó mano de un toreo reposado, con el que empieza a encontrarse. En fin, que plaza, torero y ganadero, nos dimos el gusto de una buena faena de Sergio Flores. El quinto de la tarde, segundo de Flores, no tuvo la calidad de cuatro de sus hermanos; mas por Flores no quedó.
Si a usted le gusta el toreo eterno; ese de muleta muy baja; de amplio recorrido hasta donde dé el último pliegue de la muleta; de cintura quebrada y muñeca flexible, debió haber visto al peruano Andrés Roca Rey esta tarde. Esa valentísima –de tanto mérito– espectacularidad, que lo tiene a uno en la orilla del asiento, como decía una queridísima amiga “hoy no vino”.
Le hemos visto, sí, inteligente. Le hemos visto, sí, valiente, y le hemos visto entregado; pero sobre todo, en la para muchos, una versión que, para ser presumido, yo le había encontrado ya a Roca Rey. Pero hoy guardó esa meritísima pirotecnia y se evidenció con mayor claridad, el buen toreo que guarda el torero peruano.
Le cortó una oreja al tercero de la tarde, primero de su lote. Y con el cierra plaza, al que toreó por nota en unos redondos, a la manera del inolvidable torero venezolano, César Girón, con ese retrasar la pierna de salida; enredarse el toro en la cintura y concluir “detrá der culo”, que dirían los gitanos, fue un deleite para el buen aficionado, como evidenció la afición de Autlán que lo es.
De no haberlo despachado con la infame colocación del accidental sartenazo, Roca Rey habría cortado otro apéndice y salido en hombros de la plaza. Ni modo. Bien don Javier Medina.
El irapuatense Diego Silveti, también metió al fundón las espadas chatas. Así como pechó con el lunar del encierro, el primero de la tarde, el cuarto, segundo de su lote, le permitió recrearse en muletazos de temple y hondura por ambos lados. El público jaleó su faena al de Los Encinos. Se llevó un bien merecida oreja.
Para la tercera de carnaval, la empresa anunció a dos espadas que interpretan el toreo “a la mexicana”: Jerónimo Aguilar y Fermín Rivera. Cierra el cartel Paco Ureña, quien viene precedido de importante triunfos en el serial isidril madrileño. El ganado anunciado es del hierro de La Concepción. Actuarán también los Recortadores Españoles.