nos comparte el texto íntegro del Pregón de la Feria de Tlaxcala que dictó el día de ayer durante una ceremonia que tuvo lugar en el Teatro Xicoténcatl de la capital del Estado, al que acudieron numerosos aficionados y gente del toro. Aquí está lo que dijo en su relevante intervención:
No hay más que abrir los ojos y ver el azul del cielo para saber que estás en Tlaxcala. Lo confirma la fría brisa matinal, y en mi caso también, -cada vez que despierto en el campo tlaxcalteca- el mugir de vacas y becerros saludando el nuevo día. Los gallos de pelo cárdeno.
Tlaxcala, tierra de vida, cultura y tradiciones. Sitio de la alianza entre dos pueblos, crisol del sincretismo religioso. Cuna de una nación.
Hoy tengo el honor de presentar ante ustedes el primer Pregón de Feria en este maravilloso escenario, el Teatro Xicoténcatl de la ciudad de Tlaxcala.
Esta ciudad nace por la necesidad de consolidar la alianza entre el imperio español y los 4 señoríos más importantes del territorio tlaxcalteca. El nombre de sus señores aún se recuerda junto a los señoríos que gobernaban: Maxixcatzin señor de Ocotelulco, Xicoténcatl lo era de Tizatlán, Tlehuexolotzin de Tepectipac y Citlalpopoca de Quiahuictlán.
Así, la ciudad de Tlaxcala surge de la exigencia de congregar en un centro geográfico, organizado a la usanza castellana, a los gobernantes y ciudadanos de estos y demás señoríos, para poder iniciar la transformación religiosa y cultural de la sociedad tlaxcalteca, que a partir del año de 1519 se integrará con los españoles en una larga y compleja serie de relaciones políticas, militares, sociales y culturales. Así en el año de 1525 el Papa Clemente VII ordena que "se erija en ciudad la de Tlaxcala para la Nueva España, y su iglesia en Catedral, para un obispo que gobierne y administre".
Posteriormente, en 1535 Maxixcatzin, obtiene directamente del rey Carlos I de España, el título de «Muy Leal Ciudad» » para la recién fundada población, a la que se le otorga además un escudo de armas con la promesa de quedar vinculada por siempre a la corona. En uno de los fragmentos de la real cédula se lee:
"…Y por la presente hacemos merced y queremos y mandamos que ahora de aquí en adelante, la dicha ciudad de Tlaxcala se llame e intitule «Leal Ciudad de Tlaxcala», y que haga y tenga por armas conocidas".
La nobleza y el pueblo tlaxcalteca reciben muchos privilegios derivados de la alianza con los españoles. La promesa de pertenecer siempre a la corona fue cumplida y se mantuvo hasta la independencia en 1821. Tlaxcala inclusive participó en las Cortes de Cádiz, pero no como una provincia americana. Tlaxcala originalmente no fue llamada por tener un gobierno de excepción. El Cabildo indígena invocó los servicios prestados a la Corona y los privilegios que esta le otorgó y se corrigieron las cosas. Los hermanos Manuel y Miguel de Lardizábal y el doctor José Miguel Guridi y Alcocer, participaron en los debates y en la elaboración de la Constitución de Cádiz, la ciudad de Tlaxcala, en honor a la primera constitución que la rigió, bautizó a su plaza de armas como: "Plaza de la Constitución".
El costo histórico del origen de estos privilegios, ha sido el estigma de la traición. Mito acrecentado por la necesidad de crear héroes cuyas historias construyeran una identidad distinta a la que realmente se había formado durante el virreinato. La Nueva España tenía que ser rechazada para buscar un nacionalismo nuevo, tenía que nacer un México entendido de una manera diferente, victimizando y elogiando a los indios y satanizando a los españoles como los villanos de una nueva historia y por supuesto a sus aliados en la conquista, los fieles tlaxcaltecas señalados como traidores a ¿quién?, la única contestación posible es a su raza pero es claro qué los mexicas eran sus enemigos. No hubo visión para ver la importancia del mestizaje no solo en lo racial, sino en la formación de un país: México y una nación: la mexicana.
Los tlaxcaltecas no traicionamos a nadie, somos base fundamental en la creación, desarrollo y devenir de lo que hoy es nuestra Patria. Que nunca se nos olvide. Fuimos nosotros los que caminamos todos los rincones de la tierra sin límites; trazamos caminos y fincamos pueblos, marcamos fronteras dándole un nuevo mapa al país, construyendo además el entramado social que hará posible dar forma a la nación.
Aquí en la iglesia del Convento de San Francisco se encuentra la primera Pila Bautismal de continente americano. En esa pila, fueron bautizados quienes formaban la nobleza de los señoríos tlaxcaltecas, además de todos los Macehualtzin que eran los integrantes del pueblo. Esta sociedad ahora cristianizada siguió viva. Se ha gobernado por si misma hasta nuestros días, aceptando, interpretando y uniendo costumbres y tradiciones de una y otra cultura.
En un principio, el principal mercado del territorio tlaxcalteca era el de Ocotelulco. Más tarde fue trasladado por instrucciones del virrey Antonio de Mendoza a la plaza principal de la joven ciudad de Tlaxcala. El tianguis se llevaba a cabo cada sábado y es quizá el antecedente más antiguo de nuestra feria. Una feria es "un mercado de mayor importancia que el común, en paraje público y días señalados".
En la época prehispánica, el tianguis era un mercado, la más de las veces ambulante y su éxito comercial en mucho se debía a creencias religiosas: las promesas de los dioses del mercado que aseguraban grandes y malos agüeros a los pueblos comarcanos que no concurrieran a los mismos. Como describe Fray Diego Durán: "….acudían de todas partes a los mercados, de donde ha venido a quedar una extraña costumbre de acudir al tianguis antes que a misa. Son los mercados tan apetitosos y amables en esta nación, que acude a ellos y acudía en especial a las ferias señaladas, gran curso de gente como de todos es manifiesto. Paréceme que si a una india tianguera echa a cursar a los mercados le dicen: Mira hoy es tianguis en tal parte, ¿Cuál escogerás más ahora, irte desde aquí al cielo o ir al mercado?, sospecho que diría: déjeme primero ver el mercado, que luego iré al cielo” . Por fe, los indios ya eran cristianos, sin embargo, la unión de las dos culturas tomaría más tiempo. Los tianguis cambiarían su orientación religiosa hasta que el Momoztli, pequeño templo que había en los mercados, fuera sustituido por la adoración al Santo Patrono que se veneraba en cada pueblo. Como parte fundamental y original del mismo continuarían hasta hoy los puestos de esquites, tamales, tacos, jilotes, quelites, todo lo más sabroso y colorido la comida y del comercio indígena. El Tianguis fue siempre una fiesta solemne, que ante los españoles podía parecer llena de idolatría y contraria a la nueva doctrina. Su evolución tardó hasta convertirse en lo que hoy son nuestras ferias. Curioso es que al pasar el tiempo las ferias siguen siendo hoy en pleno siglo XXI las fiestas religiosas más paganas que existen. No solo aquí, en todas partes.
Las festividades religiosas comunes de ambos mundos, también se fueron fusionando. Así, la correspondiente a los muertos según el calendario náhuatl coincide en el calendario español con la festividad de Todos los Santos. Esta se celebra hoy en día, en gran parte, con las formas indígenas, en las fechas católicas. Es en esta festividad en la que celebramos la Feria de Tlaxcala.
La fiesta de los Toros es una clara expresión de la asimilación de la cultura española por el pueblo mestizo que formaba la Nueva España, sin embargo, siempre adaptada a la idiosincrasia local. No hubo y no hay feria en la que las corridas de toros no sean una parte primordial de la misma. Desde hace casi 500 años. En 1529, el día de San Hipólito, se da el primer festejo del que tenemos noticia, para festejar la caída de Tenochtitlán ocho años antes. En 1535, año que se nombra al primer virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, se corren en su honor 80 toros en la Ciudad de México, que comenzaba su construcción sobre la antigua capital del Imperio Azteca con un definido trazo renacentista.
La fiesta en América fue similar a la de España hasta la independencia, los nobles y caballeros toreaban a caballo a la usanza de las maestranzas españolas. Para el tercer tercio del siglo XIX, el toreo a pie empieza a tomar forma y a entusiasmar al pueblo mexicano. Las primeras tauromaquias si acaso, fueron conocidas pero nunca aplicadas. Nuestra fiesta tomó su propia forma con una expresión más festiva, más explosiva que la española.
En el año de 1887 con la presentación de Luis de Mazzantini, se adquiere como propia la corrida de toros a la usanza española. 6 toros, tres tercios, varas, banderillas y espada. Se escriben los primeros reglamentos y la fiesta pierde su estructura regional para volverse nacional. El cambio principal vendrá en el toro. Para esta fiesta, ahora es necesario un toro creado y criado para la lidia. Y, es en Tlaxcala precisamente donde se inicia la cría del toro bravo en México. El toro apto para la lidia a la usanza española.
Los señores González fundan Piedras Negras y Tepeyahualco cerca del año 1870, a partir de 1890 incorporan entre otros, 10 sementales españoles procedentes de la ganadería de Murube y en 1905, 10 vacas y 4 toros de la ganadería del Marqués de Saltillo. Estos ejemplares se cruzan con el ganado existente en su finca. Esto es lo que al paso del tiempo se convertiría en el toro mexicano. En especial el de Piedras Negras, forja de sangre brava.
En la ganadería tlaxcalteca también se fundieron las costumbres mexicanas con las españolas. El acoso y derribo se adoptó y se complementó con las faenas charras a campo abierto. Se toreaba y se coleaba. Desde un principio se realizaron trabajos genéticos más cercanos a los americanos, que complementaron los libros de registro españoles. Es en Tlaxcala donde hoy todavía se conserva esta sangre en pureza y estas tradiciones de campo vivas.
La Feria es un ensamble de nuestras raíces culturales, que tiene además un fabuloso sabor a tierra y vino, a mixiote y pulque, a canto y rezo. Y desde luego, a fiesta de toros.
Cantemos su importancia, digamos en voz alta, en sitios públicos lo que conviene que todos sepan: que hoy inicia la feria de Tlaxcala. Comida, fiesta, comercio y toros.
Pregonemos al toro bravo. Al custodio del campo. Al guardián ecológico por naturaleza. Escribamos odas a los triunfos de los toreros. Ensalcemos la audacia de los empresarios. Pero hagámoslo desde un ejercicio introspectivo; desde la lupa de la ética.
Nuestro toro es el único animal que en su hábitat natural tiene contacto con el hombre. En la república mexicana están dedicadas a su crianza 170 mil hectáreas. Su existencia genera oxígeno, recarga mantos freáticos, mantiene vida; por cada animal lidiado, hay al menos diez vivos en el campo. Multiplica dinero, por cada peso pagado por un toro al ganadero, se genera un valor agregado de 15 pesos adicionales. Todo esto es posible gracias a la bravura. Cuando la cotización de la bravura superó a la del al carne, se separó al toro agresivo del manso y se creó la ganadería dedicada a la crianza del toro de lidia.
La bravura es la razón de ser. Qué pasaría si al toro le quitamos la casta y criamos un toro «que parezca bravo y no lo sea», porque el bravo es molesto y peligroso; «que sea pastueño, pero que no llegue a la mansedumbre que le ronda». Esa fórmula de equilibrio es inestable; la caída es segura . La bravura es la amalgama perfecta de casta y nobleza. No le debemos quitar ninguna de las dos.
La bravura, creación del hombre, debe de ser preservada a toda costa porque es lo que le da vida a la fiesta, porque de ella emanan las tauromaquias, porque tiene que haber un problema de difícil solución para poder apreciar la destreza de los toreros. Porque es un ingrediente “sine qua non” de la emoción. Y la emoción es suma. Es cima. Nace de la bravura y valor. Es lo que lleva al público a la plaza, donde la gente en ese redondo teatro ejerce la más antigua forma de democracia emanada de la vida y la muerte.
El toro debe ser para el espectáculo. Que permita generar la emoción que produce la relación torero-toro, pero en su justa dimensión. Decía Victorino Martín: "el toro y el torero son como los rieles del ferrocarril; ambos son necesarios pero nunca se deben juntar".
Cada ganadero es libre de definir su concepto. Ojalá siempre desde el cristal de la ética.
Y no solo en la selección, íntima faena de cada casa. El concepto llega hasta la plaza. Porque el ganadero es el único que a ciencia cierta sabe, el origen, la edad, la sanidad, la crianza y el estado de cada animal de su ganadería, por eso mismo tiene un deber ético de cumplir con lo que la tradición y las leyes señalan. El toro integro, el toro bravo, el toro que permita "la fugacidad del toreo, un arte vital circundado por la muerte que el toro promete en cada embestida".
La bravura tiene que venir envuelta, como un regalo, en un cuerpo sin mácula. El toro debe llegar a la plaza con los cuatro años cumplidos, que exige la reglamentación y que por otro lado es la edad en la que su desarrollo físico le permite expresar al máximo su capacidad de acometer, de luchar, de mostrar en pleno la casta y la nobleza guardada desde su nacimiento y de tener el trapío que provoque un suspiro de asombro y de satisfacción al aficionado. Bien puesto de pitones, enmorrillado, rematado, vestido para ir de boda. Esto si es responsabilidad absoluta del ganadero, porque es apreciable a simple a vista, a diferencia de la bravura, misterio que solo se resuelve en la plaza. Y si la empresa o el torero lo piden distinto, él debe negarse. Si se juntan los rieles, el tren se descarrila.
La muerte del toro es un rito. Y como tal debe ser contemplada y admirada. La plaza, que es un teatro, un foro, un mercado, debe estar dispuesta a esta contemplación, vestir elegantemente y respetar todos los momentos del rito. Nuestra plaza, la "Ranchero Aguilar", nació guapa. Y hay que mimarla para mirarla más bella. Su ruedo es el templo donde se desarrolla la ceremonia de vida y muerte. Y como tal debe ser honrado. Íntegramente. Cualquier ser vivo que lo pise debe cumplir con las normas para estar ahí. Toros y caballos, toreros, monosabios y mulilleros, alguaciles y jueces. Todos ellos invitados por el empresario y acompañados en la celebración por el público, juez superior y a quien se le debe la corrida misma. Respetemos la fiesta desde la norma de convivencia básica de cualquier sociedad: la observancia de la ley.
Las autoridades gubernamentales, en todos sus niveles y ámbitos de influencia, tienen amplia responsabilidad en ello. Exigirles a todas ellas el cumplir su juramento, es lo menos que podemos hacer.
Tlaxcala ha sido pionero en muchas facetas de la fiesta de los toros. Es cuna del toro bravo. Recientemente el poder legislativo local emitió el decreto en el cual se declara a la fiesta Patrimonio Cultural Inmaterial de los tlaxcaltecas. Es el único estado que contempla el desarrollo taurino como una actividad de gobierno. Vamos ahora por la inserción del toro de lidia en el mapa ecológico mundial.
Sigamos a la vanguardia, regresando al origen, caminado por nuestra historia.
Pongamos, toda la gente del toro en lo más alto del mástil, como bandera, la más elemental de nuestras obligaciones: devolverle al toro el protagonismo que merece. Saquémoslo del exilio al cual ha sido condenado.
¡Que sea nuestra feria, la feria del toro¡ Ése es el pregón.
En tiempos donde la tauromaquia ha sido atacada por muchos y en muchos frentes, nuestra mejor defensa es la fiesta misma. Siempre y cuando sea integra y ética. De lo contrario, nosotros seremos el peor enemigo de la fiesta, tornándola además en enemiga de ella misma.
Conmino a todos a seguir creando y trabajando para que nuestro estado siga como punta de lanza en el desarrollo de la fiesta de los toros en el país. Defendamos con orgullo lo nuestro, como en Tlaxcala se ha hecho siempre. Respetemos leyes y tradiciones. ¡Levantemos la bandera del toro íntegro!
¡Que sea nuestra feria, la feria del toro! Ése es el pregón.
Vámonos a la Feria!
Vamos andando!
porque el fandango a punto
está que empezó
¡Vámonos, vámonos! A la fiesta
que el que no va no llegó
el buen semblante lucir
como quien va a seducir
pedir su mano y ya de plano
lo que se pueda pedir
Este año tendremos 3 corridas de toros con toreros de España y Francia, alternando con toreros de la tierra. También una novillada con seis jóvenes promesas. Los ganaderos de Rancho Seco, Xajay, La Soledad y de De Haro tienen el reto y el compromiso de cumplir con la obligación legal y de honor, de presentar el toro como el público y el mismo toro lo merecen. Sean los primeros en regresarle al toro lo que nunca debió de haber perdido.
Confío en que cuando veamos hacia atrás terminada nuestra feria, nos podamos sentir orgullosos de su resultado. Mucha suerte a todos los participantes.
Quiero agradecer al gobierno del Estado el haberme invitado a presentar este primer Pregón de Feria en este foro, en esta ciudad, en este estado, con esta gente que tanto admiro y tanto quiero.
Terminemos con unas líneas de Carlos Fuentes:
"La Fiesta Brava es un acto hermanado de saber y de fe. La sociedad separa el conocimiento y la creencia. El rito taurino los reúne: en la Fiesta, se sabe porque se cree y se cree porque se sabe. ¿Qué se sabe, qué se cree? Sencillamente, que se puede perder ganando y ganar perdiendo".
No ganemos perdiendo, levantemos la vista y veamos más allá de lo inmediato.
Que esta Feria, sea el inicio. Que sea nuestra Feria, la Feria del Toro ¡Ése es el pregón!
Que la tauromaquia con ética reconozca la importancia que merece nuestra plaza "Ranchero Aguilar"!
Que viva Tlaxcala, su feria, sus toros y sus toreros!
¡Larga vida a la Fiesta de verdad!
¡Bienvenidos todos, vamos a gozar de nuestra feria!
¡Que estás en Tlaxcala!
Muchas gracias.