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Anecdotario de Giraldés: Un loco

Viernes, 23 Jun 2017    Tijuana, B.C.    Valeriano Salceda "Giraldés" | Opinión   
...pero Gregorio no hizo caso de las indicaciones del doctor...
A principios de los años cincuenta del siglo pasado, empezó a actuar en los ruedos de España un novillero que, tarde a tarde, se justificaba plenamente, se arrimaba mucho, pisaba los terrenos de la emoción, espantaba a los públicos… su nombre: Gregorio Sánchez, fallecido ayer a los 90 años de edad.

Con novillos que desarrollaban sentido y no ofrecían posibilidades de éxito, Gregorio tenía actuaciones sorprendentes. Aquello parecía imposible.  Algunos llegaron a decir que no estaba bien de la cabeza y que estaba loco. Hubo también quienes advirtieron en ese novillero no sólo su entrega total, sino también su enorme capacidad para ir comprendiendo los secretos del buen toreo.

"Se arrima mucho, como un desesperado", afirmaban quienes lo habían visto torear. "Sí, no le queda otro camino", era la consigna general entre los aficionados.

Durante varios años había trabajado de albañil; estaba decidido a no seguir cargando botes llenos de mezcla y convencido de que sólo tenía una posibilidad para vivir como él quería y, sobre todo, para sacar a su familia de la situación en la que siempre había vivido, decidió hacerse torero.

Gregorio Sánchez tenía ideas muy claras; sabía bien cuál era el camino a seguir para alcanzar las metas que se había trazado. Le molestaba, profundamente, ser considerado como un loco, no lo admitía, reaccionaba con mucha violencia ante aquella percepción de la gente. De loco, ¡nada! Se ponía como un loco cuando le decían que estaba loco.

Su presentación de novillero fue en Sevilla, el 30 de septiembre de 1955, donde gustó muchísimo. Toreó otras dos novilladas teniendo un gran éxito el 23 de octubre, cuando cortó orejas y fue contratado para recibir la alternativa de manos de Antonio Bienvenida en la primera corrida de la feria de Abril de 1956.

No podía dejar pasar la oportunidad y salió a triunfar a costa de lo que fuera; sufrió una cornada muy grande y muy grave. Tenía firmada la corrida de Miura para el día 20, y con sólo 19 días de convalecencia no podía estar en condiciones de torear, y mucho menos un encierro de este hierro.

Pero Gregorio no hizo caso a las indicaciones del doctor Antonio Leal Castaños, jefe del servicio médico de la Maestranza en aquella época.

-¿Cómo va usted a poder torear si apenas puede ponerse en pie? -le preguntó el médico.

-Voy a torear, doctor -le respondió Gregorio con seguridad -un triunfo en Sevilla, con los toros de Miura, me abrirá las puertas de la temporada.

Aquello era, ciertamente, una locura, porque con grandes trabajos podía caminar. A la mitad de la corrida, en el callejón de la plaza, hizo un comentario del que se habló mucho: "tienen razón todos los que han estado diciendo que soy un loco. Solamente un loco puede hacer esto que estoy haciendo".


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