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Anecdotario de Giraldés: La palabra de Luis

Viernes, 03 Feb 2017    Tijuana, B.C.    Valeriano Salceda "Giraldés" | Opinión   
...Lo encontré en el jardín. Vestía pijama, bata pantuflas…
Un jueves a primera hora de la mañana, vi el anuncio de la corrida que se presentaría tres días después en la Plaza México aquel domingo 5 de junio de 1960: Toros de Piedras Negras para Luis Procuna, Rafael Rodríguez y Joselito Huerta. Debajo del nombre de Procuna decía un disparate... "que triunfa o se retira". ¿A quién se le habrá ocurrido anunciar de esa forma el festejo?

Llamé a la casa de Luis, con quien siempre llevé una muy buena amistad, para encontrar una explicación. Pero no la pude obtener, porque me dijeron que estaba tentando en la ganadería de Jesús Cabrera. Sin embargo, mi duda no se iba a prolongar muchas horas más, pues regresaba esa misma noche a México.

El sábado en la tarde, después de hablar con Procuna brevemente por teléfono, llegué a su casa. Vivía en la calle de Durango, a unas dos o tres cuadras de donde se encontraba "El Toreo" de la Condesa. Lo encontré en el jardín. Vestía pijama, bata pantuflas… como si estuviese esperando la hora para empezar a vestirse de torero.

Al darle la mano me dijo inmediatamente: "Creo que esta es la vez que he pasado más miedo antes de una corrida y… si algún torero pasa miedo, ése soy yo. Mañana, salgan los toros como salgan, voy a salir a hombros… en hombros para la calle o para la enfermería. Mañana voy a salir en hombros, de eso estoy completamente seguro".

El primer toro de su lote, de nombre "Plateado", un cárdeno claro, muy bien armado y fuerte, le dio dos cornadas cuando le estaba formando un gran alboroto con su personalísimo estilo. Se había entregado cuando el toro se le venció y le pegó un puntazo en el vientre. Se rehízo y volvió a la cara del toro, que ya no lo perdonó porque volvió a cogerlo para darle otra cornada grande, en el muslo derecho.

A los pocos segundos, la sangre empezó a teñir la taleguilla celeste y plata que vestía. Procuna trato de continuar la faena hasta que no pudo más, y casi a punto de desvanecerse, se lo llevaron a la enfermería en medio de una clamorosa ovación. Al final, Luis Procuna había cumplido su palabra: salió "a hombros", tal como me lo había prometido la tarde anterior.


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