Mañana, 2 de febrero, se cumplirán 165 años del nacimiento de José Guadalupe Posada. En esta entrega, encontrará el lector un buen motivo para sumarse a tan peculiar evocación.
En 1925, Jean Charlot, deslumbrado por la caudalosa referencia del quehacer artístico-popular que legó José Guadalupe Posada, dejaba testimonio en la entonces reconocida publicación Revista de Revistas en los siguientes términos:
"Posada creó el grabado genuinamente mexicano, y lo creó con rasgos tan fuertes, tan raciales, que puede paragonarse con el sentimiento estético de lo gótico o lo bizantino, pongamos por caso. Por eso mismo, por su alcance universal de obra no subjetiva, se quedó obra anónima"
Lo anterior según lo afirma Agustín Sánchez González en su libro "José Guadalupe Posada, un artista en blanco y negro. 3ª reimpr. México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2010. 32 p. + ils. (Círculo de arte)., p. 11.
Ante ese testimonio, surgieron las primeras reacciones que permitían un reencuentro con el grabador quien, a su muerte dejó un patrimonio artístico inconmensurable, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo, de ahí que este último eje rector sea el que se manifieste de manera más evidente en el presente trabajo que rememora los cien años de su desaparición.
Pues bien, tomando como referencia la lectura de Rafael Barajas “El Fisgón”, POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. México, Fondo de Cultura Económica, 2009. 548 p. Ils., facs. (Colección Tezontle), me permito seguir el lineamiento de la misma, pues en ella he encontrado no sólo un estudio serio, sino reciente y también coherente, en el que se revisa de manera pormenorizada el trabajo en una línea estrictamente política, lo que no desliga al propio hacedor de otros quehaceres, pero también de todo aquel camino que siguió, el cual comienza en Aguascalientes, sigue en León de los Aldamas y concluye en la capital del país.
Entre los múltiples párrafos que ya han sido elegidos para el caso, existe esa “hoja de ruta” apropiada, misma que no tomaré en descargo de mi posible falta de conocimiento sobre el personaje, sino que servirá para afirmarla, reafirmarla y en algún caso, para cuestionarla o enriquecerla con otros elementos posibles obtenidos a lo largo de la investigación.
Un día antes del nacimiento de José Guadalupe Posada Aguilar, el domingo 1 de febrero de 1852, en la ciudad de México se anunciaban estos dos carteles de toros…:
Plaza principal de toros de San Pablo. A beneficio del espada Andrés Chávez. Se lidiarán tantos toros de muerte cuantos la tarde permita. Dos toros para el coleadero y el embolado de costumbre.
De igual forma el de la Plaza Nueva de Toros en el Paseo Nuevo. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Se lidiarán seis bravísimos toros de la raza de Atenco. En el intermedio se echarán dos toros para el coleadero. Y por último, se presentará el valiente toro embolado de costumbre…, donde tanto Andrés Chávez como Bernardo Gaviño harían las delicias de los capitalinos, mientras funcionaban al unísono la Plaza Principal de Toros de San Pablo y la recién inaugurada plaza de toros del Paseo Nuevo. Como se podrá observar, ambos espectáculos contenían una abigarrada suma de ingredientes que harían en uno y otro caso tan interesante como atractiva la ocasión.
Al día siguiente, muchas leguas al norte, en humilde casa ubicada en el Barrio de San Marcos, misma que habitaban Germán Posada y Petra Aguilar, la jornada se convirtió, sobre todo para Petra en la difícil ocasión de enfrentar un parto, el de un niño que habría de "engrosar las filas" de aquella familia, mientras el festejo de la Candelaria transcurría en los alrededores, de conformidad con lo establecido con la iglesia, entre la “levantada del niño”, el atole y los tamales. En primera instancia, Rafael Barajas delinea el siguiente bosquejo:
(…) este “maestro de obras de obras maestras” realiza cientos de estampas que retratan la pluralidad delirante del México porfiriano. Su obra está dirigida a un público de ciudadanos pobres, como él; durante su estancia en la ciudad de México vive en vecindades miserables, una parte importante de su material se pierde en el caos y en los basureros de talleres e imprentas; no se conserva ni uno sólo de sus dibujos originales, y las fuentes documentales directas sobre su vida escasean.
En efecto, José Guadalupe, desde su nacimiento y hasta la muerte misma tuvo que llevar una vida modesta, lo que parece emparentarse con el hecho de que al haber dejado testimonio de infinidad de casos de un sector proletario de la sociedad, es posible que se viese no sólo como el que intervenía e interpretaba el caso de alguna Gaceta Callejera, sino que además se constituía en el elemento receptor, ese que se identificaba a plenitud con lo que sucedía en los hechos de la vida citadina, o los que, en caso de un hecho de la vida privada, trascendían a aquella a modo de rumor, chisme o comentario.
Y en eso, Posada sin pretenderlo quizá, fue cronista, a la manera de los novohispanos Gregorio Martín de Guijo, Antonio de Robles, José Gómez. O de los decimonónicos: Carlos María de Bustamante, José Joaquín Fernández de Lizardi, José Ramón Malo, José Manuel de Castro Santana, sin faltar el mismísimo Guillermo Prieto, junto a Enrique Chávarri, Amado Nervo o Manuel Gutiérrez Nájera. Todos estos personajes escribieron esas y otras historias. José Guadalupe tendría la virtud de documentarlas en forma gráfica.
Ante aquel panorama marginal, no es de sorprender que buena parte de esos trabajos que se elaboraron, por ejemplo en el taller de grabado, fuesen tan efímeros y no adquirieran un valor proporcional a su dimensión creadora, de ahí que terminaran “en los basureros de talleres e imprentas”.
Se sabe que, al morir José Guadalupe, sólo dos vecinos y un amigo se encargaron de darle sepultura, lo que ocurrió en una tumba de sexta categoría en el panteón de Dolores. Siete años después, sin reclamo de por medio, los restos fueron a dar a la fosa común, como buena parte de su obra.
El 20 de enero de 1913, un turbio ambiente se vivía de manera bastante intensa en la ciudad de México. Semanas más adelante, habría de transcurrir un episodio ominoso como fue el de la “Decena Trágica”. Pero el 21 de enero, la prensa, que debió haber registrado tan significativa pérdida, la de José Guadalupe Posada Aguilar, reportaba entre otras cosas, la erupción del volcán de Colima, o se daba cuenta de “El sangriento Crimen del Apartado”, hechos ocurridos en la segunda calle del Apartado, del que fueron protagonistas Joaquín Suárez Zapata y su prima, la señorita Margarita Suárez, que perdió la vida a manos de su primo y novio, recibiendo varias lesiones con arma de fuego, y cuyo cadáver fue arrastrado después con lujo de crueldad por su matador, quien fue aprehendido, procesado y más tarde sentenciado por el Tribunal del pueblo a sufrir la pena de muerte, acontecimiento que hubiera hecho suyo José Guadalupe ilustrándolo a su manera, como fue el caso de otros tantos escándalos de tal naturaleza. Dicha noticia fue dada a conocer en El Imparcial.
Tampoco fue posible que alcanzara a presenciar el festejo que se había preparado la tarde del día anterior, 19 de enero de 1913, en “El Toreo” de la colonia Condesa.
La corrida de hoy se espera con entusiasmo, debido a que los elementos que forman el cartel han merecido la aceptación unánime de la afición.
Volveremos a admirarnos ante el soberano dominio del ex - auriga de Bilbao, (el reporter se refiere a Castor Jaureguibeitia Cocherito de Bilbao) que en compañía del madrileño Juan Cecilio “Punteret”, se encargarán de la lidia de la corrida de toros enviada por los propietarios de Atenco para jugarse en la primera plaza de la República.
Para los aficionados que no apechugan con las notas periodísticas, sino que en su inveterada desconfianza prefieren el convencimiento personal, la oportunidad se les brinda ahora de ir a ver en los corrales de la plaza la excelente corrida enviada por los señores Barbabosa, Sucesores, y entonces reconocerán que el elogio anticipado de los toros tiene como base la verdad. De los seis toros que veremos lidiar mañana, sobresalen, para el que esto escribe, tres ejemplares finísimos, que a leguas demuestran esmerada cruza y cuidados en la crianza, los que seguramente son bravos, porque todas las señales son de aquellos que así lo aseguran.
Tienen pues, la palabra, los dos diestros aplaudidos que contenderán mañana, y antes que ellos, los toros de Atenco que saldrán a poner muy alto el pendón de su divisa. (El Imparcial, 19 de enero de 1913, p. 6).
El presente texto, forma parte de mi libro (inédito): “José Guadalupe Posada en los toros. Cronista de la imagen”. México, Centro de Estudios Taurinos de México, A.C., 311 p. Ils., facs., grabs. (Aportaciones Histórico Taurinas Mexicanas, 110).