Después de más de cien años de dar toros domingo a domingo, la Ciudad de México vivió hoy, por primera vez en su historia, el arranque de una Temporada Grande diferente, cuyas doce corridas del Derecho de Apartado se van a desarrollar en un lapso récord de 38 días; es decir, un promedio de tres corridas por semana. Y la gran pregunta es si el público tiene capacidad económica para ir a los toros con tal frecuencia, añadiendo el aumento en el precio de los boletos. Hoy dio la impresión de que no.
En esta primera tarde de la campaña también quedó claro que la solución de la Fiesta de México no está en acartelar a dos figuras extranjeras con una mexicana. Eso estaba más o menos claro, de antemano, por los experimentos hechos en otras plazas en los últimos años. Sin embargo, hoy se confirmó.
Desde luego que resulta interesante ver a dos pedazos de toreros como José Mari Manzanares y Alejandro Talavante en la misma combinación, pero hoy esta fórmula no fue rentable en taquilla. Para nada.
También se desconoce si algún sector de la afición prefirió esperar a mañana, para ver el mano a mano entre Joselito Adame y Andrés Roca Rey, o si de plano, el clima lluvioso y frío de estos días, ahuyentó a aquellos que prefirieron quedarse en casa a ver la corrida en la televisión.
El caso es que se trata de varias interrogantes que ahí quedan revoloteando en el aire, y seguramente sembrarán la inquietud en la nueva empresa del coso de Insurgentes para ir analizando qué es lo que más conviene en distintos sentidos, pues al final, la esperanza y la ilusión de que esto se vaya para arriba, siguen latentes y con el público a la espera de ver ese liderazgo que tanta falta le hace a la Fiesta en la capital del país.
Y aquí es donde una estrategia adecuada será la clave para ir entendiendo qué cosas se debe cambiar y qué no se debe cambiar -como la hora de comienzo de los festejos, por ejemplo- y ser pacientes para percibir esa transformación que el público y los profesionales están desando que ocurra.
En lo estrictamente taurino, la primera corrida de la campaña tuvo algunos pasajes que devolvieron el entusiasmo a la gente, sobre todo cuando la tarde se iba a pique con la falta de casta de los toros de Bernaldo de Quirós. Aquí surge otra pregunta: ¿Por qué las figuras extranjeras insisten en elegir este tipo de corridas?
Con estos toros que "no molestan", como suelen decir los apoderados, es casi imposible triunfar porque están "podridos" por dentro. Se tiene que rayar a alturas de temple y sentimiento tan grande como el que tuvo José Mari Manzanares, para poder conectar con la gente cuando los toros no embisten de verdad, sino que acuden fatigados a la muleta, sin proyectar ninguna emoción al tendido. Y es ahí donde un torero como el alicantino, que tiene unas muñecas tersas como la espuma del mediterráneo, hicieron brillar al quinto de la tarde, un toro manso, noble y dócil, al que le dio tiempo, lo entendió a la perfección, y terminó cuajándolo a placer.
Esos naturales de ritmo y cadencia que ejecutó cerca de tablas, fueron la parte medular de una refinada obra, ahí donde el ritmo, la cadencia, la colocación y los toques, aderezaron todo cuanto hizo el hijo del añorado maestro. Y fue una pena que la espada, esa que maneja con tanta autoridad, cayera un tanto desprendida, pues ahí se esfumó la posibilidad de abrir la puerta grande.
Fue ese momento el de mayor calado de una corrida anodina, con un Manzanares enfibrado delante del incómodo segundo, un toro que acudía rebrincado, aunque con algo de transmisión, y ante el que estuvo centrado y torero, para robarle muletazos de mérito.
Alejandro Talavante pechó con el lote más deslucido el encierro, y un suave ramillete de verónicas al sexto, y otros detalles sueltos, fueron el escaso balance de una actuación que debió provocarle frustración al extremeño, esa con la que no se puede marchar de esta plaza ahora que torea mejor que nunca y expresa tanto.
Zotoluco dio unos redondos muy relajado al toro que abrió plaza, atacado de kilos y de nula duración. Y cuando parecía que en el cuarto, que tenía buena condición, aunque mucho que torear, iba a calentar el cotarro, como lo había hecho con el capote al torear por estoicas chicuelinas, el entusiasmo se truncó al segundo desarme de muleta.
De todas las experiencias nuevas siempre es positivo evaluar los "pros" y los "contras" con la mayor objetividad posible, pues es la única forma de potenciar los aciertos y mejorar los errores para avanzar con un rumbo definido hacia adelante. Porque eso es, al final, lo que la afición de la Plaza México espera de esta nueva empresa, a la que es preciso alentar para que siga trabajando con esa noble y saludable intención de cambio tan importante que se ha planteado.