Opinión: ¿Y por qué tanta animadversión?
Viernes, 12 Ago 2016
Aguascalientes, Ags.
Jesús Zavala Pérez Moreno | Foto: JAL
Opinión sobre la cultura de la banalidad que padecemos hoy día en el mundo
La finalidad de este texto es exponer algunas ideas que sirvan al aficionado a los toros para comprender la razón por la cual en la actualidad existe una abierta y contraria conducta hacia la Fiesta Brava; y, con ello, entender a los antitaurinos y reafirmarse uno como taurino.
Para ello tomaré como referencia algunas ideas que Mario Vargas Llosa vierte en su ensayo "La civilización del espectáculo" (Editorial Alfaguara), libro en cuya contraportada comienza diciendo que "La banalizacion de las artes y la literatura, el triunfo del periodismo amarillista y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la idea temeraria de convertir en bien supremo nuestra natural propensión a divertirnos". Hoy en día la cultura es diversión, y lo que no es divertido no es cultura.
Es preciso que se entienda que la sociedad contemporánea de este incipiente siglo XXI tiene características e intereses muy diferentes a los que la sociedad del siglo XX tenía.
La sociedad postmoderna es esencialmente banal, frívola, de masas, hedonista, altamente tecnificada, desechable, entre otras. En suma: una sociedad "light", en la que la forma es más importante que el contenido. Así es nuestra sociedad actual, y en ella están inmersas las corridas de toros. Espectáculo que proviene de una manifestación cultural popular que a través del tiempo se arraigó en nuestro país con sus propios matices, como consecuencia de los usos y costumbres que nos legó la presencia hispana en territorio mexicano. Sin duda a los ojos de la sociedad actual, las corridas de toros resultan ser un espectáculo anacrónico.
Ante una sociedad frívola, que a decir de Vargas Llosa: "La frivolidad consiste en tener una tabla de valores invertida o desequilibrada en la que la forma importa más que el contenido, la apariencia más que la esencia y en la que el gesto y el desplante –la representación– hacen las veces de sentimientos e ideas". Esto se traduce en el sentido que no por el hecho que una cantata de Bach, una pintura de Caravaggio o un poema de san Juan de la Cruz no sean hoy apreciados por la mayoría, implica que carecen de valor artístico y belleza intrínseca.
La sociedad de hoy en día prefiere la música grupera, los conciertos masivos, libros fáciles que entretengan, cine comercial (Hollywood). Las redes sociales son una forma de vida de la sociedad actual, en la que la opinión o desinformación de un impertinente o ignorante difundida de manera anónima e irresponsable es lo que prevalece. Así las cosas el individuo se desindividualiza, se vuelve masa. Hoy la sociedad está propensa al mínimo esfuerzo intelectual y a la inmediatez.
Para la sociedad del siglo XXI los personajes a seguir son "héroes" fabricados por la mercadotecnia, como lo son cantantes, deportistas, actores y actrices. Todos ellos más preocupados por su apariencia física y aceptación de las masas. Y la sociedad se interesa de manera malsana por su vida privada.
Los personajes de la talla de Nelson Mandela, Mahatma Gandhi, Jorge Luis Borges, entre muchos otros, no interesan a la sociedad contemporánea. Menos aún un torero resulta del interés de esta sociedad, porque en lugar de apreciar su valor, técnica y expresión artística al poner en riesgo su vida, en aras de un ejercicio espiritual como es el toreo, a decir de Juan Belmonte, se le califica de "asesino" e "inmoral". Hoy la sociedad se guía por cánones distintos que conducen a derroteros distintos.
Hoy en día todo tiene que ser "light", desde la comida, una bebida, la música, la literatura, el cine, el arte. Hoy nos interesamos más por los que nos causa placer y diversión. Somos banales. Incluso ante una creciente consciencia ecológica, el hombre contemporáneo es el que más daño le está causando a nuestro planeta, y en algunos casos de manera irreversible.
Aquellos que enarbolan la bandera de antitaurinos sólo se expresan con sofismas, profieren insultos y adoptan conductas violentas al provocar de manera deliberada al sector taurino. No he escuchado que algún antitaurino esgrima argumentos sólidos, partiendo de premisas verdaderas, en tono respetuoso, tolerante y conciliador. Todo lo contrario. Por ello caer en sus provocaciones es caer en sus redes. Y no podemos permitirles ese gusto.
Me tocó asistir recientemente a una corrida a la Plaza México; un grupo de antitaurinos se manifestaban en las inmediaciones del coso portando pancartas y a los que ingresábamos nos gritaban con encono: "¡Asesinos, asesinos, asesinos...!" Nadie cayó en su burda provocación, ningún incidente violento se suscitó. No quiero ni imaginarme si un acto de tal naturaleza su hubiera presentado a las afueras de un estadio de fútbol; basta ver lo sucedido en Francia en la Eurocopa 2016.
El pretender prohibir las corridas de toros porque a un sector de la sociedad está en contra, sencillamente obedece a un capricho y a una conducta pueril. Si así se condujeran las sociedades actuales esto sería un caos que nos volvería a situar en los tiempos de las sociedades primitivas en donde imperaba la ley no del que tuviera la razón, sino del más fuerte. Si la sociedad contemporánea se proclama democrática, tolerante, respetuosa de la diversidad, entonces deberían de ser respetada la libertad de los aficionados a disfrutar de la Fiesta Brava y acudir sin ninguna preocupación a una plaza de toros.
Aún más, y algo en que los protectores de los animales no han reparado, es que con la prohibición de las corridas de toros la raza del toro de lidia se extinguiría ¿Qué harían con las ganaderías que forman ecosistemas para la crianza del toro bravo? ¿Qué harían con todas aquellas cabezas de ganado existentes? ¿Cómo explicarán a la sociedad que por su estupidez y necedad extinguieron una raza de bovinos?
Un característica indispensable con la que el aficionado a los toros debe contar es la sensibilidad. Sensibilidad para comprender que la fiesta brava es una forma de ver y sentir la vida. Las corridas de toros es un espectáculo lleno de colorido, donde se conjugan fiesta y tragedia, valor, gallardía, pinturería, pasión, arte y emoción. El toreo es un ritual lleno de simbolismos, en el que la fuerza creadora de la vida triunfa sobre la muerte. Esto no es asequible a un antitaurino.
Los que somos aficionados a los toros además de ser personas sensibles para disfrutar y conmovernos con lo que en el ruedo acontece, es una afición que en muchos casos se nos ha transmitido al seno de la familia. A decir de Vargas Llosa "la cultura se te transmite a través de la familia y cuando esta institución deja de funcionar de manera adecuada el resultado es el deterioro de la cultura".
Las corridas de toros surgieron no de un decreto político o legislativo, sino de una expresión cultural que en nuestro país data desde casi dos siglos de existencia. Las corridas de toros, por tanto, deberán de interesar por muerte natural y no por qué a un sector simplemente no le guste o este en contra. A nosotros los taurinos es a quienes nos corresponde engrandecer la fiesta de toros exigiendo una fiesta íntegra y de verdad. De nosotros depende que la fiesta perviva.
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