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Especial: De broncas e incendios en plazas

Miércoles, 02 Mar 2016    México, D.F.    Francisco Coello | Especial   
Corrida en la Plaza de San Pablo, John Moritz Rugendas, 1833. Óleo sobre cartón

Hace unos días y en medio de circunstancias accidentadas, el moderno “Coliseo Centenario”, ubicado en la ciudad de Torreón, Coahuila, fue blanco de fuerte incendio, resultado de un espectáculo de rodeo cuya puesta en escena si bien fue autorizada para uso de pirotecnia en frío, terminaron empleando fuegos artificiales.

Alguna mecha, algún candente trozo de aquella pólvora ardiendo llegó hasta el toldo, siendo suficiente para que en cosa de segundos las brasas se extendieran peligrosas y fuera de control. Por fortuna, y hasta donde se sabe, el desalojo de unas 800 personas ocurrió en forma rápida y ordenada, por lo que no hubo reporte de lesionados.

Este pasaje de inmediato nos lleva a recordar algunos episodios donde ocurrieron hechos muy parecidos. El primer caso del que se tiene noticia se remonta al año de 1821, en que se sabe que ocurrió un incendio en la Real Plaza de Toros de San Pablo, la que luego en 1823 fue desmantelada. En ese lapso, se puso en funcionamiento otra plaza también conocida como Plaza Nacional de Toros, quizá porque se ubicaba en el centro de la muy recientemente nombrada Plaza de la Constitución.

Ambas, como era costumbre, fueron armadas con madera. De ahí su condición de “efímeras”. Otro incendio que acabó con la célebre plaza del barrio de San Pablo, ocurrió el 9 de mayo de 1825. Pasados ocho años, se reinauguró en 1833. De esa ocasión, existe un registro que nos legó John Moritz Rugendas y que hoy podemos admirar en el Castillo de Chapultepec. 

Conviene recordar que infinidad de plazas levantadas durante todo el siglo XIX eran de madera, con lo que su condición era vulnerable, a pesar de que su armado fuese seguro y de que se contara con los permisos de la autoridad para la celebración de buen número de festejos. Pero al paso de semanas o meses, aquellos recintos estaban sujetos a las inclemencias del tiempo, con lo que la madera se tornaba sensible y hasta peligrosa.

En la parte final del siglo XIX, hubo otras tantas plazas de toros en la ciudad de México, algunas de las cuales fueron escenario de escándalos y broncas, hasta el punto que se convirtieron en motivo de “desquite” por parte de aficionados que manifestaron su indignación ya por el mal ganado o por la pésima actuación de los espadas. Allí están casos como los siguientes:

20 de diciembre de 1885: Plaza del Huisachal. Ejemplares de Santín para Francisco Gómez "Chiclanero" y Juan Moreno "El Americano".

16 de marzo de 1887: Plaza de toros San Rafael. Luis Mazzantini y Diego Prieto con “toros” de Santa Ana la Presa.

1 de diciembre de 1889: Plaza de toros El Paseo. Manuel Hermosilla con 6 ejemplares de Nopalapam, ocasión en que el público destruyó la plaza.

2 de noviembre de 1890, en la de Colón: Carlos Borrego "Zocato" y Vicente Ferrer, con “toros” de Guanamé que salieron malísimos.

A lo largo del siglo XX, también quedaron registros de diversos escándalos, que en ocasiones concluyeron en circunstancias bastante lamentables. Allí están casos como el de la tarde del 28 de agosto de 1910…

Célebre fue la bronca del 12 de julio de 1925. Toreaban en festejo mixto y en el Toreo de la Condesa, Rafael Gómez Ortega El Gallo y José Gómez "Joseíto de Málaga" junto al novillero José González "Carnicerito de México", con ejemplares de Piedras Negras.

Del mismo modo, volvió a presentarse caso similar como en la de San Pablo, ahora con la entrañable plaza de toros de Vista Alegre, ubicada en San Antonio Abad y Claudio Bernard. La tarde del 7 de noviembre de 1937, que terminó sus días en medio de fenomenal bronca y los incendios respectivos.

De nuevo, en "El Toreo", no puede uno dejar de contemplar remembranzas como la del 11 de enero de 1942 cuando Luis Castro "El Soldado" pretendió finiquitar a "Corvejón" de San Diego de los Padres, sólo que desde el burladero, o la tarde del 1 de agosto de 1943. En esa ocasión se lidiaba una novillada de El Rodeo, propiedad del General Maximino Ávila Camacho. ¡Cómo estarían las cosas que al doblar el quinto, de nombre "Sevillano"…! una buena cantidad de asistentes se lanzó al ruedo, y aprovechando la forma en que había doblado aquel buey de carreta, pronto acomodaron los más cojines que pudieron. 

Aquello terminó convertido en una pira, quemándose los restos del novillo. Con ello, la afición descargaba su ira no en aquel pésimo astado, sino en el hecho de que el mismo, procedía de las dehesas administradas por el "hermano incómodo" a quien seguramente se le destino en semejante mensaje, el desacuerdo popular habido con tan polémico personaje, hermano del entonces Presidente de la República, el General Manuel Ávila Camacho.

Finalmente menciono dos broncas que fueron célebres en la plaza de toros México. Una la del 19 de enero de 1947, donde enfurecidos asistentes arrancaron anuncios comerciales, en medio de tremenda cojiniza y quemazones por aquí y por allá, en tanto Lorenzo Garza era detenido y enviado a la cárcel…

 Y la del 11 de marzo de 1956. Toreaban en aquella ocasión Alfonso Ramírez "Calesero", Luis Miguel Dominguín y Alfredo Leal, con 6 de Jesús Cabrera. Calesero y Luis Miguel se encararon con el juez de plaza, quien los amonestó severamente.

De entonces para acá, no han faltado ocasiones como estas. Sin embargo, el comportamiento de los aficionados ha sido más prudente, por lo que las plazas ya no son ese hervidero, próximo a destrucciones o quemazones que las hubo, y ¡vaya en qué forma!

Finalmente debo agregar que la referencia bibliográfica para elaborar estas notas ha sido la obra de Luis Ruiz Quiroz: Efemérides taurinas mexicanas. México, Bibliófilos Taurinos de México, A.C. 2006. 441 p. Se trata de una fuente primaria muy apreciada, misma que elaboró bajo el rigor que siempre caracterizó a tan reconocido bibliófilo taurino.


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