Un frío y muy molesto viento condiciono toda la tarde el accionar de los tres alternantes complicando aún más la ya de por sí complicada labor de jugarse la vida delante de un toro. Pese a esto, la plaza con una muy buena entrada y muy buen ambiente en sus tendidos, disfrutó al límite de una muy interesante tarde de toros.
Enrique Ponce, con su segundo, nos regalo un verdadero recital de bien torear delante de un toro de nota de la ganadería de Barralva que fue siempre a más, embistiendo de forma lenta y humillada hacia donde le ordenaba el torero valenciano, que nos dejó ver, una vez mas, que pese a tantos años en lo más alto, sigue siendo capaz de reinventarse y sorprender, de ir mas allá todavía.
A su torería y estética acostumbrada, a su bien hacer y su rítmica forma de torear templado y enredándose a sus enemigos a placer, esta tarde le imprimió ademas una variedad importante pues nos regaló muletazos plenos de calidad y también de variedad en las tandas, se le notaba a Ponce disfrutando el toreo, dibujándolo y por momentos hasta improvisando delante de la cara de el de Barralva.
Naturales tersos, derechazos plenos, desdenes de pintura, cambios de mano acompasados y suaves y hasta poncinas en redondo pasándose al toro por la espalda enloquecieron a la plaza entera que al unísono coreo con oles puesta en pie. Hubo petición de indulto que no se concedió y si a Ponce no se le dio el rabo como premio máximo fue porque lastimosamente antes de un espadazo entero hubo la falla de un pinchazo más que inoportuno. Al toro el reconocimiento de la vuelta al ruedo.
Ya con el que abrió plaza, un toro de Carranco que obedeció y embistió a media altura, nos había dejado muestras Ponce de que venía dispuesto a hacer de esta una tarde importante en la "Santa María".
Y si lo de Ponce fue un recital, lo de Payo fue una lección de entrega y raza. El momento que vive Octavio como torero y como persona se deja ver a cada tarde en que torea. Está entregado a su profesión y convencido de su tauromaquia, de su fondo y de sus formas. Intentando siempre torear por abajo, encajado y con compás, con cintura, muñecas, hombros y pecho se pasa Payo siempre muy cerca a los toros, emociona y mucho pues su toreo y expresión es sincera y de verdad.
A sus dos enemigos les corto una oreja pero no pudo acompañar a Ponce en la salida a hombros pues el cierra plaza, al que toreaba tan entregado, en un momento de esos en los que los toreros saben que están echando la moneda al aire toreando en terrenos comprometidos y además de rodillas, el toro de Barralva no encontró literalmente sitio por donde pasar y empitono de muy fea forma al Payo lanzándolo por los aires en una voltereta impactante.
Temimos lo peor pues la imagen del torero empitonado, luego su vuelo por los aires y después la caída en la arena fueron impresionantes. Con esa raza que le caracteriza, maltrecho, con la nariz partida por la mitad y afortunadamente sólo con un muy fuerte golpe en las costillas, pero no cornada, regreso payo a terminar la obra y su triunfal tarde de un espadazo entero dando el pecho para luego de recibir el premio retirarse a la enfermería por su propio pie cobijado por los gritos consagratorios de "¡Payo, Payo!", "¡Torero torero!", con que le despidieron sus paisanos.
A Morante de la Puebla fue a quien menos pudimos disfrutar esa tarde. Dejó detalles de su empaque tanto con el capote como con la muleta sobre todo con el primero de su lote pero fue apenas poco lo que hoy nos pudo obsequiar. Si bien es cierto que su lote fue el que menos colaboró, también es verdad que a su segundo, un toro de Carranco, lo picaron muy mal y demasiado, y en el peto dejó el torero que se acabara todo. El sevillano no lo quiso siquiera intentar con él y se lo quitó muy pronto de delante quizá, el sí, contagiado del frío viento que impero molestó a lo largo de todo el festejo.