La ovación de gala que escuchó El Cid cuando apreció por la puerta de cuadrillas para hacer el peseíllo en solitario, se convirtió en una fuerte rechifla en el momento en que atravesó de regreso el amplio redondel, tras la muerte del sexto “victorino” de una tarde para la estadística… y el olvido.

Porque ahora sí quedó anotada la gesta para la estadística de Las Ventas, pero hoy, artísticamente, vamos, no contó para nada. Y es verdad que a “toro pasado” es fácil decir casi cualquier cosa, pero lo cierto es que, a estas alturas de su brillante –y también cansada– carrera, el torero de Salteras ya no está para asumir retos de esta envergadura, y mucho menos en una plaza como Madrid, donde si bien es cierto que goza de buen cartel y del cariño de la gente, hoy quedó claro que el planteamiento de esta encerrona no era el más adecuado a sus circunstancias.

Por supuesto que nadie esperaba que los toros del ganadero de Galapagar –al que otrora, en sus inicios, apodaban como "El Paleto" – fueran a salir tan escasos de raza, y defendiéndose con una sosería mayúscula. Pero el día de hoy todos los elementos se juntaron para que también, salvo honrosas excepciones, las cuadrillas dieran un mitin de aquéllos, sobre todo en los tercios de banderillas, en el que estuvieron muy mal y pasaron en falso o "rejonearon a pie" descaradamente.

Y ya ni hablemos de los picadores, pues quitando la entonada actuación de Francisco de María en en dos excelentes intervenciones, y el gran puyazo de Tito Sandoval al sexto, hoy vimos como al primero de la tarde le dieron uno en los ijares, para no ir más lejos.

Este hecho, y quizá una arena demasiado húmeda, que obligó a los tres primeros toros a darse peligrosos patinazos, no dejó ver bien a ese único ejemplar con el que El Cid tuvo opciones de haber cortado una oreja si se hubiera aplicado más a fondo.

Pero el esfuerzo fue mínimo por parte del torero la tarde de hoy, y la apatía mucha, pues ni siquiera un solo quite quiso intentar, como no fueran un bosquejo de mandiles al segundo, en una actuación en la que la falta de temple, acoplamiento y puesta en escena –no hay que olvidar que era una encerrona– carcomieron el ánimo de un hombre que ya sabe lo que es triunfar con toros de esta casa ganadera en plazas de primera categoría, Sevilla, Bilbao o la misma Madrid.

En una hora y cuarenta y cinco minutos, El Cid despachó a los seis toros de muy diversas estocadas o descabellos, con más o menos facilidad, sin apostar siquiera un poquito más con alguno que no fuera el primero, hecho que fue irritando paulatinamente al cotarro, hasta que la bronca estalló cuando el juez de plaza cambió el tercio en banderillas del cuarto, cuando aún no tenía cuatro palos en el morillo.

Y lo hizo con magnífico criterio –algo nada habitual en el biombo de la autoridad de Las Ventas–, pero de este detalle se agarró la gente para descargar la ira por la impotencia que habían provocado los toros con su falta de raza, y la misma falta de raza de El Cid para haber estado de otra manera delante de los “victorinos”.

Ahora que que la llamada “Semana Torista” ha ido de fracaso en fracaso con aquello de los hierros “duros”, esos que tiene entronizados un sector de la plaza, y cuyo juego, en su conjunto, obliga que se haga un decidido replanteamiento de este despeñadero en el que se hunde una Feria de San Isidro demasiado larga y con muy pocas faenas auténticas y valederas para tratar de rescatar esas pepitas de oro entre tanto barro.

Resumen de video corrida de Las Ventas (canalplus.es)