El debut del mexicano Arturo Saldívar en Ecuador se saldó con el corte de tres orejas, pero al margen de este hecho numérico cabe destacar la seriedad con la que afrontó esta corrida de Tambillo, en la que se mostró como un torero de una proyección a la que todavía no se le ve techo alguno.

El torero nacido en Aguascalientes tiene un sello propio, y la convicción de que quiere llegar muy alto. Pero no sólo se trata de ambición, pues el día de hoy, el hidrocálido toreó a placer, encajando de riñones, echando siempre los vuelos de las telas por delante para enganchar las embestidas por abajo, con suavidad. Y a partir de este concepto tan puro, consigue luego trazar los pases con mucha profundidad.

Si ya la faena a su primer toro mantuvo un tono de calidad, sobre todo cuando toreo por tersas dosantinas, los naturales y los derechazos sin espada que instrumentó al quinto fueron un portento de hondura. Se regodeó el hidrocálido en cada uno de los muletazos, con un escaso público en los tendidos pero que se compenetró muy bien con lo que hizo durante un trasteo de gran dimensión.

Media estocada en todo lo alto sirvió para despachar al noble toro de La Viña, y acto seguido dio la vuelta al ruedo en compañía de los ganaderos Mario José Solano, padre e hijo, a los que, precisamente, había brindado la muerte de este ejemplar de nombre "Fundador".

Guillermo Albán volvió a demostrar su facilidad capotera, y no se dejó en el tintero ningún quite, y tampoco el del último toro, una vez que le habían pegado el segundo puyazo, de tal forma que lució al torear por Saltilleras, tapatías, tafalleras y chicuelinas, haciendo gala de un vasto repertorio.

Si sus dos faenas no tuvieron demasiada estructura, hay que apuntar que sacó el carácter y fue así como le tumbó una oreja al toro que abrió plaza y se quedó al margen de poder acompañar a Saldívar en la triunfal salida a hombros debido a que no le concedieron la oreja del cuarto. Dio entonces dos vueltas al ruedo, que seguirá siendo el premio más democrático que  hay en el toreo.

Michelito Lagravere, que sustituyó al rejoneador colombiano Juan Rafael Restrepo, mostró su carisma en una primera faena templada y de buen gusto en la que hubo pasajes que calentaron el ambiente.

Su carita de niño y esa forma tan suya de andar por la plaza, gustó mucho al público, que miró con interés ese primer trasteo que culminó de una estocada eficaz para cosechar un apéndice.
Delante del complicado sexto trató de no venirse abajo, no obstante que el de Santa Rita era el toro más fuerte de todos, y lo pasó de muleta con enterez en una faena breve que terminó de una estocada entera y contraria, en la que el menudo torero yucateco puso de manifiesto, una vez más, que posee una técnica bien aprendida para ejecutar la suerte de matar, algo que honra a su tauromaquia.

Cabe señalar que el festejo comenzó 55 minutos tarde sin que se conociera con detalles el motivo, y cuando el empresario Marco Galindo pretendía explicar, micrófono en mano, lo que había sucedido, la gente le protestó con silbidos, lo que sin lugar a dudas molestó al gestor taurino, que prefirió taparse.

Al parecer, este retraso se debió a falta de acuerdos económicos entre la empresa y el matador Guillermo Albán, así como con las cuadrillas nacionales, que sólo hicieron su entrada a la plaza una vez que hubo un arreglo definitivo.

Desde luego que el esfuerzo que está realizando por sacar adelante este proyecto es digno de encomio. Sin embargo, también es cierto que la gente que acude a Tambillo a los toros se merece mayor respeto y consideración por parte de la empresa.