El llenazo y el ambiente que había en la Monumental de Aguascalientes no se vio correspondido con el desarrollo de una corrida que se fue despeñando conforme transcurrió el tiempo, y la desesperación del público fue en aumento a la par de la falta de raza del encierro de Begoña.

Porque la cosa había comenzado muy bien, con la gente a favor de El Juli, que toreó cadenciosamente con el capote, gustándose mucho y poniéndole empaque a cada uno de los embroques.

Y esa primera faena de la tarde, peleona y con esa entrega habitual del madrileño, fue uno de los momentos puntuales de la corrida, delante de un toro rematado de carnes y enmorillado que terminó escupiéndose de las telas. La posibilidad de cortar una merecida oreja se esfumó con los reiterados pinchazos que señaló.

La entrega desplegada por Juan Pablo Sánchez con el segundo ejemplar fue muy elocuente, pues aprovechó las escasas embestidas con transmisión y buen estilo que duraron un suspiro, y en cuanto el toro se sintió podido acabó desfondándose.

La gente se quedó con la miel en los labios, pues Juan Pablo dio tres o cuatro muletazos con mucho pulso, arqueando el brazo con gran soltura y dejándole la muleta muerta por debajo de la pala al toro.

Lástima que la trama de la faena no cogió vuelo por ese derrotero, sino por el del aguante y el arrimón, con el toro metido carca de las tablas. Ahí mismo le robó muletazos templadísimos toreando por la espalda, en despaciosas dosantinas que hicieron rugir a la plaza entera.

La misma historia de El Juli con la espada se repitió en este toro de Sánchez, porque tampoco estuvo fino a la hora de matar, y se le escapó una oreja de peso, pues la gente había entrado plenamente en su toreo.

Y si los dos primeros espadas habían rayado a un excelente nivel, Arturo Saldívar tampoco cantó mal las rancheras, porque se plantó como los hombres, con mucho desparpajo para solventar la falta de chispa del colorado que salió en cuarto lugar, delante del que se inventó una faena interesante, con recursos que calentaron mucho a la gente.

El dramatismo llegó con una voltereta, quizá en un exceso de confianza, y poco después de rematar la faena le ocurrió lo mismo que a sus compañeros de terna: se dejó una valiosa oreja en la punta de la espada.

Todo hacía pensar que la corrida podía entrar en una segunda mitad muy interesante, pero cuando saltó el quinto de la tarde a la arena, un ejemplar bien criado, que tenía poca cara, el público no tragó, sobre todo porque era el segundo de lote de El Juli, que sin estar en la Feria de Abril de Sevilla, ni en la de San Isidro de Madrid, se esperaba que viniera a reivindicarse sin reserva. Pero hoy, al parecer, no hubo estrategia.

Y aunque el madrileño intentó hacer las cosas bien, sobrio, y torero, ya nadie tragó aquello y a partir de ese momento la tarde se torció, y ya ni siquiera con la entrega de Juan Pablo y Saldívar en sus respectivos segundos toros, así como un sobrero de regalo de El Juli, se enderezó el rumbo de una corrida en la que abrió plaza el rejoneador Jorge Hernández Gárate, cuya discreta actuación casí no caló en el tendido.

Pero así es esto, y hay que decir que la ilusión se renueva cada día. Ojalá que mañana la historia sea otra y la feria hidrocálida mantenga el buen ambiente que viene arrastrando de fechas anteriores.