Y es que a pesar de la presencia en el cartel de figuras consolidadas, a cuyo nombre la gente prácticamente agotó el papel en las taquillas, si al Rey de la Fiesta le falta lo esencial, esto es, bravura –y la consiguiente transmisión-, lo cierto es que a pesar de los muchos pases que se puedan dar, y la voluntad que se derroche, a la gente le queda la impresión de que algo falta.

De todo el encierro, solo el quinto de la noche ofreció realmente posibilidades para que el torero hiciera disfrutar a los diletantes, y vaya que Sebastián Castella se gustó en varias series por el pitón derecho del noble toro –cárdeno- de Montecristo, llevando muy despacio la embestida y meciéndose prácticamente, esto es, acompañando con el cuerpo el muletazo. Fueron los momentos más emocionantes de la noche, y aunque la estocada no quedó en el mejor sitio –algo trasera y desprendida-, le permitió cortar la única oreja del festejo.

Ya antes había malogrado una faena voluntariosa en su primero, que aguantó algunas series antes de rajarse, y al que lamentablemente pasaportó de un espadazo caído. La gente sin embargo le sacó a saludar desde el tercio.

La suerte no acompañó en el sorteo a Julián López "El Juli", ya que a sus manos fue a parar el peor lote del encierro. Su primero, huidizo, tras los primeros pases con la muleta se rajó definitivamente a tablas, y aunque el madrileño lo intentó, como se dice en el argot, ni el que inventó el toreo hubiera evitado la tendencia del toro hacia la barrera.

En su segundo el ambiente se enrareció por las protestas del tendido, que finalmente hicieron que el toro titular fuera devuelto por falta de presencia y apareciera por toriles otro toro sin sustancia, que pasaba pero no proyectaba nada al tendido, a pesar del esfuerzo de El Juli, quien al final pareció rendirse por la nula prestancia de su lote. Palmas en ambos fue el balance de su actuación, tras pasaportar a los dos toros de su lote de estocadas traseras, con su particular tranquillo a la hora de oficiar con el acero.

En el mismo tenor Diego Silveti hubo de remar contracorriente en los dos toros de su lote, aunque en su primero, tras un buen epílogo por bernardinas ajustadas, quizás si le hubiera metido la espada hubiera sido posible la obtención de algún trofeo. Sin embargo, tras un pinchazo hondo hubo de recurrir al descabello.

El que cerró plaza e hizo segundo de su lote, grandullón, en el mismo tenor de la corrida careció de fondo, por lo que a pesar del esfuerzo y de intentar agotar hasta la última embestida –incluso saliéndose un poco del estilo-, hizo que se diluyera la posibilidad de triunfo. Tras un espadazo que caló al toro y que no fue suficiente, tuvo que recurrir al descabello para recibir palmas tras un aviso.