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Efemérides: El indulto de "Belador"

Domingo, 19 Jul 2020    CDMX    Redacción | Foto: Archivo   
El único toro al que se la ha perdonado la vida en la plaza de Madrid
La tarde del 19 de julio de 1982, tuvo lugar el que hasta el momento es el único indulto acontecido en la historia de Las Ventas de Madrid, el del toro "Belador", de la ganadería de Victorino Martín, lidiado por José Ortega Cano, en el marco de la Corrida de la Prensa.

"Belador" saltó al ruedo en tercer lugar, pues se trató de un festejo en el que se lidiaron toros de varias ganaderías. Además de Ortega Cano, torearon aquel día los maestros Manolo Cortés y José Antonio Campuzano, quienes no tuvieron suerte con sus lotes respectivos.

La faena de Ortega Cano fue templada y aprovechó las cualidades del ejemplar de Victorino Martín, un toro herrado a fuego con el número 121 y 530 kilos de peso, nacido en enero de 1978. Finalmente, la petición de indulto por parte del público fue atendida y "Belador" regresó al campo bravo.

Los indultos suelen ser polémicos, y éste no fue la excepción. Reproducimos a continuación parte de la crónica publicada por Joaquín Vidal en el diario El País, la mañana del 20 de julio de aquel 1982:

"Indultaron al Victorino, que fue un buen toro, aunque no tan bravo como para semejante premio. La gente está con los Victorino, desde hace años, pero más aún desde la memorable corrida de la pasada feria de San Isidro.

"Y como el toro del ganadero favorito demostró clase, pidió el indulto, que el inefable jurado y la no menos inefable presidencia se apresuraron a conceder. Luego, el Victorino cárdeno, serio y encastado, se negó a volver al corral y durante cerca de dos horas tuvo detenido el festejo.

"La mala doma de los cabestros, la impericia del cabestrero y la tozudez del Victorino, en perfecta amalgama, produjeron un paréntesis lleno de incidencias, en el que se hizo casi de todo para que el toro volviera al corral; desde soltar un perrito simpático y valiente, que puso en fuga a los mansos y se encaraba con el bravo, hasta apagar la luces de la plaza, dejando encendidas las de chiqueros.

"También abrieron otras puertas, por si al indultado le apetecía salir por ellas. Pero lo que le apetecía era quedarse y ni poniendo la escoba boca arriba se iba. Al fin, cuando le dio la gana, se metió en chiqueros, y el público lanzó un rugido como si la selección hubiera metido gol.

"El Victorino había tomado la primera vara por su cuenta, cerca de toriles, y sacó al caballo hasta los medios, donde derribó. Después acudió de largo a dos puyazos más, en el segundo de los cuales cabeceó. El siguiente encuentro era imprescindible para calibrar la bravura real del toro, pero la presidencia cambió el tercio, en medio de la protesta general. Encastado y noble para la muleta, Ortega Cano le hizo una faena valiente, en la que embarcó las embestidas con temple y hondura".


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