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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 09 Jul 2020    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...Pero Gaona no sucumbió a las artimañas de Joselito..."
La conferencia ofrecida sobre “Gaona y su tiempo”, emitida por un servidor el martes pasado en la noche a través de Zoom en la Peña Taurina Virtual El Toreo de México, sirvió para ratificar la grandeza de El Califa de León, uno de los toreros más importantes de la historia.

A unos cuantos días de haberse celebrado por todo lo alto el centenario de la muerte del inolvidable Joselito El Gallo, con el que Gaona mantuvo una férrea rivalidad, bien merecía la pena establecer cuáles fueron los logros del torero leonés, cuyo mérito fue inmenso si se considera que no tenía antecedentes taurinos.

De la misma manera, queda en evidencia la trascendencia de Saturnino Frutos "Ojitos", su visionario maestro, aquel banderillero de Salvador Sánchez "Frascuelo" que llegó a México a finales del siglo XIX de la mano de Ponciano Díaz y creó la Cuadrilla Juvenil Mexicana de la que no sólo surgió Gaona, sino un destacado grupo de profesionales que años más tarde difundieron sus enseñanzas e hicieron escuela.

De Gaona cabe mencionar que luchó a brazo partido para ganarse el respeto de las figuras de sus años en Europa, y más tarde encabezó el cartel cumbre de la Época de Oro al lado del mandón Joselito El Gallo –que siempre trató de marginarlo–, y el revolucionario Juan Belmonte, que enloqueció a los públicos.

La estrategia que utilizó Gallito era sencilla: pidió a las empresas, a las que desde 1914 tuvo en un puño, que su hermano Rafael abriera plaza en sus carteles, y como Belmonte hacía lo que dijera José, según sus propias palabras, para Gallito fue fácil intentar contener al Indio Grande.

Pero Gaona no sucumbió a las artimañas de Joselito para ser doblegado. Sólo el destino y un error garrafal, haberse casado con la actriz Carmen Ruiz Moragas, que era amante del rey Alfonso XIII, minó su ánimo y avivó toda esa guerra sucia de que fue objeto tras su divorcio, amén del petardo ante el toro "Barrenero", de Albaserrada, en la corrida del 29 de mayo de 1919 en Madrid.

De vuelta en México, y una vez restablecidas las corridas de toros tras la muerte del presidente Venustiano Carranza, que también fue un opositor directo de Gaona, el torero leonés se hizo el amo durante los siguientes años hasta antes de su retirada de 1925, cuando contaba 37 años y gozaba de un prestigio que se había acrecentado con el paso de los años.

Con un impresionante palmarés de 537 corridas toreadas en Europa –de las que casi 500 fueron en España–, El Califa de León dejó sentada su fama, ganada a pulso con un toreo rítmico, cadencioso, al que su sangre indígena aportaba esa expresión lánguida, que estuvo dotada de una naturalidad y una elegancia sin parangón.

Por ello, Rodolfo Gaona sigue siendo una de las figuras del toreo piramidales en la historia de la tauromaquia, y volver a sentirlo cerca resulta sumamente gratificante.


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