La tarde de ayer, Patricio Pons vivió la segunda encerrona de su vida dentro de la trinchera de un aficionado práctico y lo hizo en su tierra, León, en Guanajuato, donde manifestó ese deseo por dar rienda suelta a su pasión taurina, luego de aquel proceso de honestidad reflexiva que lo llevó a dejar el "chispeante" y abandonar hace algunos años el escalafón novilleril.

Interesante lo que Pato demuestra en el redondel, dado que brota la afición más pura al tratarse de un aficionado práctico que se planta para dar rienda suelta al gusto de estar en la cara de un animal bravo. De hecho, es histórico ligar ya un par de encerronas en este rubro.

Sin la presión de triunfar para ganarse una repetición, muy lejos de los múltiples intereses y fuera de cualquier motivación económica, más que la satisfacción siempre profunda de un triunfo personal. En el ambiente fue muy diferente y en el aire rondaba la alegría que significa ser aficionado a la tauromaquia.

Risas y nervios se entremezclaban, pero el gesto de satisfacción que podía apreciarse en las fotos no se comparaba con nada; vamos, que sentir "el cante" no es cualquier cosa, sobre todo porque estamos ante un hombre que sabe torear y conoce la técnica del toreo.

Las tres orejas y salida a hombros manifestaron la plenitud de una vocación que Patricio Pons supo acertadamente canalizar al integrar ahora las filas de los aficionados prácticos, respetando a la Fiesta Brava y aportando también acertados comentarios a través de los micrófonos en transmisiones de festejos taurinos.

Recuerdo cuando conocí a Pato. Fue en el tendido de la plaza "Provincia Juriquilla", de Querétaro, en febrero del ya no tan cercano año 2011, y me pareció un hombre cabal. Años más tarde compartimos micrófonos en transmisiones desde la Plaza México y pude comprobar esta primera percepción.