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El oficio como bandera

Domingo, 23 Dic 2018    CDMX    Juan Antonio de Labra | Hidalgo           
El Conde cortó sendas orejas y salió a hombros en la Plaza México
El cartel de banderilleros de hoy en la Plaza México fue la demostración de que este tipo de corridas sí interesan a un sector del público, pues la entrada mejoró un poco con respecto a la que se registró el domingo anterior, y con el valor añadido de la presencia exclusivamente de toreros mexicanos, que hoy salieron a justificarse y a dar espectáculo.

En consonancia con la escasez de oportunidades en esta plaza, su bandera fue el oficio ante una corrida de Barralva muy bien presentada (de encaste Atanasio Fernández, salvo el toro de regalo, y con algún ejemplar -el quinto-, que pudo haberse lidiado en la plaza de Madrid), que generó expectación entre la gente, que valoró mucho la actuación de la terna.

Y en medio de la importancia que reviste el toro con ese cuajo El Conde vino a despedirse a tantos años de distancia de aquel domingo de junio de 1991 -un Día del Padre, por cierto- cuando debutó como novillero en La México… y parece que fue apenas ayer, como se dice.

La tauromaquia del tapatío brillo en el toro que abrió plaza, que era un zambombo que acabó embistiendo con nobleza -aunque sin humillar del todo- y lo entendió de principio a fin en una labor muy torera con capote, banderillas, muleta y espada, para tumbarle la primera oreja concedida a lo largo del festejo, presagio de una despedida bonita.

Cuando vio que no había demasiadas opciones de lucimiento con el cuarto, seguramente ordenó que no le tocaran “Las Golondrinas”, sabedor de que vendría uno más de regalo. Y fue con este ejemplar -de encasate Llaguno (vía San Mateo-San Martín) con el que volvió a hacer las cosas con cabeza y corazón en una faena ligada en los medios en la que hubo quietud de plantas y suavidad de trazo, luego de haber clavado tres pares de banderillas con estilo clásico.

La gente ahora sí que se entusiasmó con los melancólicos acordes de "Las Golondrinas", que en esta plaza siempre tienen un sabor especial, y le coreó olés de manera entusiasta a Alfredo para acompañar un trasteo alegre y vistoso ante un toro que tuvo un halagüeño comienzo y no duró tanto como hubiese deseado el torero.

No obstante, la transmisión que tuvo el de Barralva, le permitió torear a gusto y mostrar esa faceta de torero reposado, conocedor de la técnica, y dejó detalles que calaron en el tendido antes de dar muerte al toro mediante una estocada entera -precedida de un pinchazo- y un certero golpe de descabello.

Digna, y seria, también, fue esta despedida de un torero tan profesional y honrado que se mantiene como un roble de fuerte, y con esas impresionantes facultades que tanto han llamado la atención en todos los años que ha militado en las filas de los matadores.

La oreja que le entregaron tuvo ese colofón que sirvió para aderezar una merecida salida a hombros, premio a una impecable trayectoria a la que todavía le quedan corridas puntuales antes de que llegue el domingo del adiós definitivo, previsto en la plaza "Nuevo Progreso", en la segunda fase de su temporada.

El Zapata también dejó constancia de su peculiar tauromaquia, y al primer toro de su lote, que fue deslucido y solía salir suelto de las telas, le hizo una lidia completa en la que llamó la atención la manera de compenetrarse con el ejemplar de Barralva.

Su vistoso toreo de capote, por mandiles, y sus espectaculares pares de banderillas, fueron el mejor preámbulo a una faena inteligente que remató con una eficaz estocada, de la que sacó una tremenda voltereta, lo que le valió el corte de una valiosa oreja. El arrojo del tlaxcalteca sigue vigente, lo mismo que su autenticidad.

El colorado que salió en quinto lugar era un toro largo, hondo, que parecía iba a durar más y acabó quedándose corto en sus embestidas, motivo por el que El Zapata no pudo redondear un triunfo de mayor calado.

El tercer toro de la corrida, el de menor peso, y de mejores hechuras de la corrida, embistió con una decidida transmisión desde que apareció por toriles, hecho que facilitó el toreo de capote de José Luis Angelino, que se percató de esa enrazada bravura, muy exigente.

Y aunque le pegaron fuerte en el caballo -y muy trasero, por desgracia- el toro fue un vendaval de casta que el otro torero tlaxcalteca del cartel no pudo atemperar con su muleta. Varios enganchones inclinaron la balanza hacia el genio del toro, y José Luis no apostó nada y prefirió abreviar mediante una estocada desprendida.

Fue una pena que no se pudiera ver mejor a ese toro, que había apuntado cosas muy atractivas para el aficionado en los dos primeros tercios de su lidia, siendo el segundo también de importancia con las banderillas que clavó José Luis con mucha soltura.

Consciente de que había dejado pasar la oportunidad de rayar a otro nivel con ese ejemplar, delante del sexto, un burraco de mucho respeto, salió a entregarse desde que se abrió de capote, y toreo francamente bien, y de manera inusual, de salida, por ganoneras que caldearon el ambiente.

Más tarde volvió a entusiasmar con los palos y acabó haciendo una faena entre algunos altibajos, pues cuando el toro le pedía distancia y toreo en la línea, se empeñaba en metérselo por detrás de la cadera y atacarlo un poco más de la cuenta. Pero al margen de este detalle técnico, que quizá hubiese hecho sacar aún más las magníficas cualidades del toro, Angelino se mostró sereno y toreó con temple en tandas rematadas con sentidos pases de pecho.

La estocada, delanterilla y desprendida, hizo rodar al toro sin puntilla, y este hecho alebrestó al público, que le pidió hasta una segunda oreja que no fue concedida, premio que tal vez hubiese sido excesivo, en virtud de que al trasteo le faltó más redondez. De cualquier manera, rompió en llanto al cosechar este legítimo triunfo que viene a paliar los sinsabores que tantos toreros profesionales como él tienen que padecer ante la falta de mayores oportunidades en plazas "de cemento", como decía El Pana.

La salida a hombros de El Conde tuvo ese final feliz de una corrida que valió la pena, no sólo por la presencia del toro con cuajo y seriedad, sino del profesionalismo desplegado por tres toreros que echaron mano de recursos y entrega para solventar la papeleta con una gran entereza.

Ficha
Ciudad de México.- Plaza México. Octava corrida de la Temporada Grande. Menos de un cuarto de entrada (unas 7 mil personas), en tarde soleada, que terminó siendo fría. Siete toros de Barralva (el 7o. como regalo), desiguales en hechuras y de variado comportamiento, de los que destacó el lote de Angelino, sobre todo el 6o., por su nobleza y buen estilo. Pesos: 545, 520, 462, 512, 585, 519 y 470 kilos. Alfredo Ríos "El Conde" (verde botella y oro): Oreja, ovación y oreja en el de regalo. Uriel Moreno "El Zapata" (espuma de mar y oro): Oreja tras aviso y silencio. José Luis Angelino (azul marino y oro): Silencio y oreja con petición. Incidencias: Sobresalió en varas Paco Salinas, que picó al 6o. con eficacia y arrojo. Al concluir el paseíllo, la directiva de la Asociación Nacional de matadores le entregó un reconocimiento a El Conde por su trayectoria.


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