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Efemérides: ¡Felicidades, maestro!

Sábado, 01 Dic 2018    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Archivo   
Curro cumple 85 años de vivir como ha querido... y de dejar huella
Curro Romero celebra este sábado 1 de diciembre 85 años de vivir en artista, como a él le gusta. Y sigue vigente no sólo en las calles, como se vio hace poco en un acto público que tuvo lugar en Sevilla, sino en el imaginario colectivo de aquellos buenos aficionados que lo siguieron durante más de 40 años de carrera profesional.

Quizá el mayor mérito del torero nacido en la localidad sevillana de Camas, que hoy día es una zona pegada ya a Sevilla, sea haber durado tanto en activo, quizá porque nunca desgastó su imagen de manera innecesaria, y toreó lo justo, ni más ni menos, siempre con un gran caché, cobrando como figura del toreo, y el respaldo de esa Maestranza, la del Guadalquivir, que fue uno de sus mejores bastiones.

Pero también en Madrid dejó huella, y salió varias veces por la Puerta Grande hacia la calle de Alcalá en los gloriosos sesentas, aquellos años de la "segunda época de oro del toreo" en que Curro también era abroncado de manera visceral por un público que siempre esperaba tanto de su toreo. Porque si ha habido un torero "especialista" en montar un bronca, ése fue Curro, que rivalizada con El Paula en este interesante rubro.

El caso era, sin proponérselo, no pasar nunca inadvertido, para bien o para mal, algo que hoy día resulta casi imposible en el toreo, debido a esa manía numérica que avasalla a los toreros que sólo piensan en triunfar. Curiosa paradoja.

Y así como llegaban las broncas, también venía la apoteósis: el recuerdo de una media verónica; de una serie de naturales, de uno desplante o unos andares cargados de torería, todo envuelto en un cariz especial, pues fue Curro un torero que dejó huella, que trascendió, haciendo muchas veces sólo "cuatro cositas" con arte. Con eso le bastaba. Qué maravilla.

Amigo de los flamencos, amante del cante, de la vida buena y el toreo, Curro Romero seguirá siendo un ícono de esa Sevilla torera en la que él se dio el lujo de mandar durante tantos años, y hacer lo que siempre quiso, con la conciencia tranquila de no traicionar nunca su forma de ser ni de torear, que a veces es lo más importante para un artista que se precie de serlo.

Lástima que en México toreó tan poco, y que la afición de aquí no tuvo ocasión de paladear el arte exquisito de este torero. Pero eso ahora no tiene relevancia, porque su tauromaquia, su concepto, rebasaron esa frontera de lo bien hecho. ¡Felicidades, maestro, y que sean muchos más!


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