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Leo y Andy cortan una oreja en La México

Domingo, 25 Nov 2018    CDMX    Felipe Aceves | Foto: Sergio Hidalgo           
El hidrocálido justificó su inclusión en la Temporada Grande
El cartel de la Plaza México auguraba interesantes posibilidades de triunfo, que si bien no se reflejó en la espuerta de Arturo Macías, realizó una faena con todas las de la ley al segundo toro de la tarde, y sí en las del rejoneador Andy Cartagena y el joven aguascalentense, Leo Valadez, los ganaderos pueden irse contentos de lo que lidiaron.

Hombre, todos queremos el triunfo muy grande, pero un toro de José María Arturo Huerta, y otro del hierro debutante del matador Arturo Gilio, van a dar mucho –y bueno– de qué hablar durante la semana.

Que gratificante se ve la evolución de Macías. Hoy nos mostró dos facetas, con dos toros de condición diferente. La primera, seria, con reposo y buen toreo templado, con "Bienquerido" de Pepe Huerta, de sangre Llaguno por los cuatro costados, que tuvo ese ritmo nada fácil y el son del toro mexicano; y, segundo, que, o se le torea bien, o cobra la factura.

Con un astado tan importante, el de Aguascalientes comenzó en el tercio primero con verónicas templadas para luego del fuerte puyazo realizar un quite por verónicas, con doble remate por revoleras. En el tercio de muerte, como requiere el toro nuestro, el comienzo no pudo ser más acertado. Arturo lo sometió –había que hacerlo– por ambos lados por bajo, con la rodilla flexionada y la muleta en la diestra, para en esa posición continuar una serie presagio de lo que vendría.

Ya de pie, todo realizado con parsimonia y torería, se dio a torear de nuevo con la diestra. Aquello iba, igual que el toro –de ahí la necesidad del castigo duro en varas– de menos a más. Otra serie con la misma mano, rematada con un forzado de pecho luego del cambio a la zurda, de aquí hasta allá. Vendría la que pudo haber sido la mejor serie.

Y lo digo porque en el sexto –o séptimo muletazo; usted sabe, esto no es cosa de números– el toro le arrancó la muleta. Sin pensarlo dos veces, Macías levantó lo que de ésta quedó en la arena, y a manera de capote, lo remató con algo que pareció una media.

Cabe mencionar, que fue prácticamente el único instante que el toro logró tocar la muleta. Continuó la faena por el izquierdo. Volvió a la diestra, para abrochar la tanda con un cambiado por la espalda, al que ligó uno de la firma y el de pecho. La plaza, claro, reventaba. Cerró su trasteo con manoletinas "a lo Macías", cuando el toro se había ya refugiado en tablas. Y ahí vino la debacle.

No había manera de fijar al toro. Ya se terciaba, ya gazapeaba, ya se ponía por delante. Sonó el primer aviso, cuando ni siquiera se había tirado el espada. No hubo otra más que, para encelar al morito andar rápido hacia atrás, con la espada montada, y aprovechar el viaje, dejar una entera, escuchar un segundo bocinazo y retirarse al callejón entre aplausos de respeto de parte de la afición capitalina.

Frente al segundo de su lote, éste del hierro del matador Gilio, encaste Domecq, Macías no quería irse de vacío, y le puso de carnada el cuerpo en un arrimón que, ni modo, su enemigo no cooperó para el lucimiento del torero.

Leo Valadez pudo –por fin– mostrarse. Su toro de encaste mexicano que le correspondió fue el prietito del variado arroz de los toros enviados por Pepe Huerta, pero el bueno del par de toros lagunenses que se lidiaron: un precioso colorado encendido, chorreado, ojo de perdiz, de romana justa, con el que sí tuvo posibilidades, y Valadéz las aprovechó. Sus verónicas con temple tuvieron sello propio y gustaron a la parroquia.

El quite, que le salió bordado, fue por zapopinas rematadas con una larga de hinojos y otra más de pie. Cubrió con buen éxito el segundo tercio. El primer par fue un quiebro en el centro del ruedo, al que le siguió un giro en la cara, un cuarteo por el pitón derecho, clavar en lo alto los garapullos y escuchar sonoras palmas.

El segundo fue muy clásico: cuarteo bien toreado (también) por el derecho, que cayó un tanto traserillo y el tercero, se abrió tanto el astado en el quiebro en tablas, que fueron a dar los rehiletes a la arena. Cambiado el tercio, Valadéz solicitó la venia para resarcir el fallo y cuajó un gran par, de dentro fuera, para rematar con elegante galleo.

La faena de muleta tuvo temple y entrega. Estatuarios para abrir boca; con inteligencia le dio suficiente distancia al buen toro fijo y humillado, para recogerlo con series por la diestra de muy buenas hechuras. Leo –como debe de ser– con una serie que tuvo temple probó el lado izquierdo, pero no, no era el lado. Volvió a la diestra para redondear la faena y abrochar con bernadinas muy ajustadas y sepultar una estocada hasta las cintas que le permitió cortar la, tan merecida como anhelada oreja.

Todos los toreros extranjeros que tengan el profesionalismo de Andy Cartagena tienen las puertas abiertas. Vaya forma de entregarse. Ni modo, hoy no tuvo la misma suerte en el sorteo de su anterior comparecencia en esta plaza; pero sí que la hubo en los tendidos, desde donde se pudo ver la entrega del caballista.

Se dejó llegar al primero de su lote que fue un contento. En ese turno cuajó un gran par a dos manos y destaco la forma en que acercó sus cabalgaduras a la cortísima distancia que exigía el toro.

Con el segundo de su lote vino más entrega aún del caballero. El toro regateaba la embestida, y Cartagena prodigaba su entrega. Vinieron un par de "alzadas", una banderilla al violín, tres cortas en un palmo, y el teléfono ¿Lo mejor? El soberbio rejón de muerte que colocó y así fue como convenció al público para que exigiera la concesión de la merecida oreja que llegó a sus manos.

Ficha
Ciudad de México.- Plaza México. Tercera corrida de la Temporada Grande. Menos de un cuarto de entrada (unas 8 mil personas) en tarde agradable. Cuatro toros de José María Arturo Huerta (para rejones 1o. y 4o., y dos más que remendaron el resto de los de Arturo Gilio que fueron anunciados), de juego desigual, y dos más de Arturo Gilio (5o. y 6o.), manejables, de los que destacaron 2o. y 6o. Pesos: 528, 527, 557, 514, 472, 478 kilos. El rejoneador Andy Cartagena: Silencio y oreja. Arturo Macías (azul marino y oro): Ovación tras dos avisos y silencio. Leo Valadez (sangre de toro y oro): Palmas y oreja. Incidencias: Al finalizar el paseíllo se rindió un minuto de aplausos a la memoria del matador Rafael Chito "Muñoz", fallecido el viernes pasado. Las cuadrillas dieron una vuelta al ruedo con una pancarta para anunciar la marcha pacífica del próximo mares 27 de noviembre. Sobresalió en banderillas Alejandro Prado, que saludó en el 5o.


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