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Historias: Más conocimiento sobre Tauromaquia

Miércoles, 21 Nov 2018    CDMX    Francisco Coello | Foto: Archivo FC   
...Son factores que están llevándonos a pensar seriamente en que la...
Partiendo de todo el conocimiento acumulado que la tauromaquia posee hasta hoy día, es necesario acercarnos a otros horizontes permitiendo con ello nuevas luces, posibilitando así entenderla de mejor manera. Esto es, se requiere de esa indispensable actualización la cual no es concedida por mentes lúcidas, cuyo enfoque es la reflexión.

En ese sentido, Santiago Rial Ungaro en su libro Guy Debord y el backstage de la sociedad del espectáculo, editorial Campo de ideas, España, 2009 menciona:

"Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser. Lo que es sagrado para él no es sino la ilusión, así, lo que es profano es la verdad. Mejor dicho: lo sagrado se engrandece ante sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, al punto que la mayor ilusión es también para él lo más sagrado".

Esta cita, recogida a su vez en una reciente tesis doctoral, la de Alejandro Gracida Rodríguez, quien abordó el tema "El periodismo cinematográfico y los modelos de consumo y ciudadanía: el caso de la Revista Fílmica Cine Mundial, 1955-1973", viene en buen momento pues entendemos que Rial Ungaro parece decirnos que en realidad sucede una especie de trasvase o escamoteo, donde las realidades se han alterado de acuerdo a nuevos comportamientos en la cultura de masas.

Bastaría un ejemplo contundente: la sociedad actual que, en una buena mayoría, lleva en mano el teléfono celular o móvil es, en principio uno de los puntos en los que esta herramienta que cohesiona, unifica, acerca e incluso puede ser fuente de otros comportamientos, usos –permitidos o no-; pero el hecho es que esa realidad constituye un cambio radical de comportamientos a los que todos los usuarios, aunque no necesariamente, nos vemos sujetos en utilizar. Claro, esto representa un triunfo más de los hábitos de consumo impuestos por la modernidad y a lo que se ve, no podemos sustraernos, salvo que existan diversas razones para negarse a sus "bondades" o "beneficios".

El teléfono dispone de medios para lectura, también para comunicación escrita. Y los hábitos para leer evidentemente no son los mismos que cuando se dispone del libro (a menos que se diga y asegure lo contrario). También permite el uso de mensajes que en determinado número de caracteres debe estar cifrado, incluso abreviado con lo que el bagaje, ese amplio bagaje del que disponen las lenguas, se ve mermado en comunicaciones que hoy entienden de mejor manera las juventudes.

Acudo al ejemplo anterior pues es una forma en que la modernidad, o postmodernidad, ese neoliberalismo apabullante que han ejercido fuertes cambios de comportamiento y que parece favorecer a una nueva expresión de jóvenes concentrados en el término millenials, de pronto se han posicionado en la escena de la vida con todas sus expresiones, lo cual es de agradecer pues han llegado en medio de un alarde de la natural y juvenil soberbia a "comerse este mundo".

Lo anterior, nos recuerda esa grata interpretación, la que Mercedes Sosa hace de aquella canción emblemática escrita por Violeta Parra: "Que vivan los estudiantes":

Que vivan los estudiantes
Jardín de nuestra alegría
Son aves que no se asustan
De animal ni policía
Y no le asustan las balas
Ni el ladrar de la jauría
Caramba y zamba la cosa
¡Qué viva la astronomía!

Me gustan los estudiantes
Que rugen como los vientos
Cuando les meten al oído
Sotanas y regimientos
Pajarillos libertarios
Igual que los elementos
Caramba y zamba la cosa
Qué viva lo experimento

Me gustan los estudiantes
Porque levantan el pecho
Cuando les dicen harina
Sabiéndose que es afrecho
Y no hacen el sordomudo
Cuando se presente el hecho
Caramba y zamba la cosa
¡El código del derecho!

Me gustan los estudiantes
Porque son la levadura
Del pan que saldrá del horno
Con toda su sabrosura
Para la boca del pobre
Que come con amargura
Caramba y zamba la cosa
¡Viva la literatura!

Me gustan los estudiantes
Que marchan sobre las ruinas
Con las banderas en alto
Pa? toda la estudiantina
Son químicos y doctores
Cirujanos y dentistas
Caramba y zamba la cosa
¡Vivan los especialistas!

Me gustan los estudiantes
Que con muy clara elocuencia
A la bolsa negra sacra
Le bajó las indulgencias
Porque, hasta cuándo nos dura
Señores, la penitencia
Caramba y zamba la cosa
Qué viva toda la ciencia!

Caramba y zamba la cosa
¡Qué viva toda la ciencia!

Sin embargo, hemos ido notando su poco interés a aspectos que, como la tauromaquia significaría por parte suya, una posibilidad para garantizarle permanencia a este espectáculo. Su visión más bien de frente, hacia el futuro, no les alcanza por ahora entender que también hubo un pasado, y que el pasado nos constituye, como lo afirmó cual contundente sentencia, el célebre historiador Edmundo O´Gorman.

Por lo tanto, partimos del hecho en el que también influidos por esas corrientes antitaurinas prefieren descorrer un velo de indiferencia y no otra cosa. Lo anterior es precisamente ese punto crítico, el que mueve las presentes notas, el cual se cimenta en la afirmación por medio de la cual se exponga en qué medida la fiesta taurina posee una grandeza especial, cuyas dimensiones son el resultado de un largo andar, incluso de milenios hasta llegar a ser lo que es hoy día: una representación que reúne la summa de todo ese compendio donde han participado ese cruce de culturas, la incorporación de expresiones que lindan con lo ritual, normativa, perfección en las técnicas y una acabada estética que son componentes de la puesta en escena que suele celebrarse como una ceremonia muy especial cuando es anunciada una tarde de toros, sin más.

Los últimos acontecimientos donde la afición ya no acude a las plazas hasta llenarlas, la elevación de costos en renovación de los derechos de apartado y entradas, un descuido sistemático en lo que representa la organización por parte de las empresas (no todas, no generalizo), cuando se desentienden de aspectos vitales, elementales para el buen desarrollo del espectáculo y parecen privilegiar no al espectáculo sino al comercio hasta llevar a instalar cantinas dentro del coso. Su absoluta indiferencia por la CULTURA, así con mayúsculas hace que todo esto se venga a la deriva.

Algún día, el antropólogo francés François Zumbiehl, me compartió la idea de que la tauromaquia va a morir, como todo ente orgánico que nace, se desarrolla y muere. Lo que yo agregaría es el hecho de que no forcemos esa muerte, ni con tanques de oxígeno, eutanasia, ni con paliativos. Mucho menos con esos intentos desmedidos por creer que su permanencia está garantizada para la eternidad.

Sin embargo, somos conscientes de que esto no marcha del todo bien. No es casual que viejos aficionados se vayan con la desilusión a cuestas, ni de que las plazas sean escenarios desolados. O de que lleguen nuevas generaciones. Incluso de que el espectáculo sea considerado para personas mayores. Tampoco de que no haya surgido en estos últimos 20 o 25 años una figura, un "mandón" y que en muchas de nuestras conversaciones como taurinos, siempre aparezcan las figuras de Gaona, Armillita, Silverio, Garza o El Soldado, como si los hubiésemos visto torear recientemente. Tal es la fuerza del imaginario colectivo que conserva viva esa memoria… pero no la más reciente.

¿Qué no cuenta el éxito de Ventura, por ejemplo?

Desde luego que sí, pero si a eso hay que decir –en descargo de lo mismo–, que apenas ocho días después, se pudo apreciar una plaza con más claros en el tendido que de aficionados, y un ganado que no mereció la nota fuerte de la prensa. Y es que algo está pasando en la cabaña brava mexicana –no en toda, reitero–, pues la media es la de toros que no transmiten esa condición de peligro por ninguna parte, y luego la actitud de muchos matadores o novilleros que parecen no decirnos nada ante una repetición de faenas ad nauseam, cortadas con la misma tijera y que terminan por no emocionar o cautivar.

Pues todo lo anterior, aunque no lo crean, son factores que están llevándonos a pensar seriamente en que la decadencia del espectáculo es un hecho. Ya lo apuntaba hace dos días nuestro colega Horacio Reiba en su profunda reflexión, aparecida en este portal. Los tiempos y sus circunstancias nos están obligando a redoblar esfuerzos, uno de los cuales es ese sustento, el legítimo y claro sustento de las ideas en la que todos los aficionados deberíamos comulgar sin duda alguna, pero sin caer en lugares comunes. Esos donde no habiendo más, se suele acudir al sobadísimo recurso de la "fiesta de oro, seda, sol…moscas" porque no hay más argumento.

Un espectáculo tan bello, tan efímero, tan valiente, tan torero como es el taurino no merece estos escamoteos, como nos lo dijo y advirtió desde un principio Santiago Rial Ungaro pues entonces, si lo aceptamos como hoy sucede, estamos condenados a seguir siendo receptores de una verdad a medias.

La tesis que ha servido para nutrir la presente colaboración, es un valioso documento que el colega y nuevo doctor en Historia Moderna y Contemporánea Alejandro Gracida Rodríguez, que defendió en el Instituto de Investigaciones "Doctor José María Luis Mora" apenas el mes pasado, contiene elementos que permiten entender la forma en cómo, entre otras cosas, el estado manejó diversas condiciones para encauzar diversos estratos sociales por donde mejor convenía. Y la forma más apropiada de hacerlo fue a través de ese largo ciclo de reportajes cinematográficos que por otro lado, ostentan una valiosa información sobre el desarrollo en este país, por lo menos entre 1955 y hasta 1973.

Otros escritos del autor, pueden encontrarse en: https://ahtm.wordpress.com/


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