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Tauromaquia: Más vueltas a la noria antitaurina

Lunes, 10 Sep 2018    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
"...la anulación de la veda a los espectáculos taurinos..."

El salón de plenos del Congreso de Saltillo, capital del estado de Coahuila, fue escenario, el lunes anterior, de un intercambio verbal subido de tono provocado por una iniciativa de ley presentada por la representante de Morena Elisa Catalina Villalobos, que proponía la anulación de la veda a los espectáculos taurinos decretada en agosto de 2015 por tan honorable Cámara, siguiendo al pie de la letra una consigna del entonces gobernador Rubén Moreira, sucesor en el cargo de su hermano Manuel, el mismo que continúa figurando entre las eminencias grises del PRI pese a haberle heredado al norteño estado la mayor deuda pública conocida hasta la fecha para una entidad federativa de este país.

Como todo mundo sabe, Morena es el partido de izquierda que arrasó en la elección presidencial y camaral del primero de julio; ahora bien, la furibunda respuesta a la iniciativa Villalobos la inició gente del ultraconservador PAN, secundada de inmediato por la fracción del no menos derechista PRI, partidos ambos que se debaten entre la división interna y la desesperación tras su aplastante derrota electoral.

Pero que en Coahuila recobraron de pronto toda su energía en cuanto reapareció en escena el tema de la tauromaquia. Así que lo que Podemos y Bildu representan en España como fuerza antitaurina, o los partidarios del exguerrillero Gustavo Petro en Colombia, o los restos del chavismo en Venezuela, en el norte de México lo encabeza el pacato y mañoso PRIAN, sin perjuicio de que, en el centro del país, sean personajes ligados a Morena los partidarios de abolir la tauromaquia con tal de presumir de progresistas y revolucionarios.

Atrevida es la ignorancia.

En Coahuila, la citada refriega se desató ante la propuesta de Morena por suprimir la fracción 15 del artículo 20 de la Ley estatal de protección y trato digno a los animales. Dicha fracción prohíbe, a la letra, “la celebración de corridas de toros, novillos, becerros o vaquillas y los rejoneos, el entrenamiento de animales para su utilización en este tipo de espectáculos, así como las tientas”. Sabrá dios si quienes redactaron tan agramatical bodrio pensarán que el ganado de lidia es susceptible de entrenamiento, o si su propósito fuera prohibir la doma y adiestramiento de equinos, con lo que Coahuila llevaría la primicia mundial en un sentido que, de universalizarse, iba a suponer decirles adiós a la equitación olímpica, la tauromaquia  a la portuguesa, la Escuela Española de Viena y cualquier otro uso indigno de fauna caballar, obsesivamente protegida por los activos legisladores coahuilenses.

Por lo pronto, obedientes como son –lo sepan o no, lo asuman o no-- a las directrices del globalizador Consenso de Washington y las consignas del pensamiento único y la corrección política que recorren el planeta, quienes pergeñaron y aprobaron dicha fracción de ley pusieron fuera de la ídem incluso a los ganaderías de bravo que algunos mexicanos, portugueses y norteamericanos poseen en Texas y la California gringa, cuyas reses, como es natural, se tientan y seleccionan con vistas a su lidia en festejos “incruentos” celebrados regularmente al norte del río Bravo. Festejos al parecer indignos de la aséptica civilización de plástico, vigilada y censurada con su ojo omnipresente por el Hermano Mayor prefigurado por Aldous Huxley.

La “solución” coahuilense. Contra viento y marea, la iniciativa Villalobos se cursó para su estudio a la Comisión de Gobernación, Puntos Constitucionales y Justicia del Congreso estatal. Pero como dicho órgano de gobierno cuenta con un presidente que presume de demócrata,  este señor, Samuel Rodríguez Martínez de nombre --priista él--, dio con la solución salomónica: convoquemos al pueblo a un plebiscito y que sea él quien decida.

¿Lección de democracia o cobertura estratégica de resultado fácilmente predecible? El coahuilense aprendiz de Poncio Pilatos conoce de sobra lo que el plebiscito por él propuesto arrojará: 1) Una respuesta popular ridículamente minoritaria: serán unos cuantos “ciudadanos” los que decidan el porvenir de la tauromaquia en la tierra donde nació Fermín Espinosa Saucedo “Armillita Chico”, nombre fundamental para la historia universal del toreo; 2) El terreno se encuentra abonado –vía redes sociales, ninguneo periodístico, opiniones sesgadas pero ruidosas y corrección política al uso—para que sea un puñado de fanáticos el que vote y decida. Se trata, ni más ni menos, que del mismo tipo de “solución” que se utilizó para privar a Quito y a otras ciudades de su fiesta de toros.

Nada que ver con la democracia, puesto que una de las tareas esenciales de los estados democráticos avanzados es velar por los derechos de los grupos minoritarios –y la afición a los toros siempre lo fue, lo mismo que las de la ópera, el ballet, la música clásica o cualquiera de las bellas artes--. Porque la verdadera democracia pugna por expandir las libertades, no por limitarlas. Obrar en contrario es imposición autoritaria, policía cultural, desembozada censura.  

Populismo sin ideología

En conclusión, si en España y otros países el acoso al toreo procede de formaciones políticas supuestamente progresistas, en México hemos padecido en las últimas semanas brotes antitaurinos que provienen de gobiernos situados en el ala más conservadora del espectro. Sin menoscabo de que se hayan producido también declaraciones y hasta promesas abolicionistas por parte de personeros del bando vencedor en los comicios del primero de julio, situado claramente a la izquierda. Confirmación de que el oportunismo, la mediocridad y la censura no son patrimonio de tal o cual corriente ideológica, sino moneda de cambio al alcance de cualquier politicastro dispuesto a montarse en corrientes de moda, aprovechando la ignorancia y visceralidad propias y ajenas, sean personales o masivas. De masas acríticas y sensibleras, manejadas a su antojo por intereses particulares y promotores de taurofobias emergentes.

¿Reaccionamos o no?

La cuestión no es de dónde vendrá el siguiente golpe sino qué haremos nosotros para contrarrestarlo. Habría que optar, en todo caso y al margen de las necesarias respuestas puntuales, por vaciar a la oposición de contenido. Y la única manera sensata consiste en actuar ya, a fin de conseguir para las corridas de toros y su microcosmos el reconocimiento y la protección debidos a todo Patrimonio Cultural Inmaterial. No sería un afán utópico, porque los requisitos que impone la UNESCO están uno a uno presentes en la Fiesta, que los satisface de sobra. La única condición consiste en elaborar una solicitud donde dichas exigencias reglamentarios se satisfagan de manera íntegra y ordenada a través de un argumentario lo más completo, coherente y convincente posible.

Lo que significa que hay que ponerse a trabajar organizada y colectivamente, con participación de especialistas en antropología, filosofía, psicología, ética, derecho y demás disciplinas del caso, tal como lo hicieran los franceses. Pues a la fecha, solamente el Ministerio de Cultura del país galo puso en práctica el procedimiento conducente, trabajando el tema a fondo hasta conseguir superar oposiciones internas y externas. Y lo hicieron tan bien que, desde 2011, la tauromaquia de ese país está reconocida oficialmente como Patrimonio Cultural Inmaterial.

En México lo han conseguido diversas manifestaciones populares, tales como la charrería y el arte culinario. La tauromaquia –como la lucha libre en la metrópoli capitalina-- cuenta con un nombramiento similar pero limitado a ciertas localidades del país, lo que lo convierte en algo inevitablemente provisional, sujeto a los ciclos y vaivenes políticos. Bajo éstas y otras condiciones –como la ciega pero extendida inquina en contra de la Fiesta—el futuro se presenta sombrío. Aunque, como digo, hay luz al final del túnel, siempre que nos decidamos a tomar al toro por los cuernos y nos pongamos a trabajar en serio en defensa del toro y la tauromaquia, ese arte que tanto decimos amar, al y del que la cultura mexicana tanto ha dado y recibido a través de casi cinco siglos.

Soñadores de gloria

La otra cara de la moneda nos la proporcionan iniciativas como el ciclo novilleril "Soñadores de gloria" puesto en marcha este año, mismo que el viernes 5 de octubre abrirá su capítulo tlaxcalteca en la "Ranchero Aguilar" de la capital de dicho estado, con el concurso de seis bisoños, en su mayoría discípulos de las escuelas que el Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino promueve activamente, que van a partir plaza en un festejo nocturno de selección. Integran el cartel los jóvenes Sebastián Ibelles, Juan Querencia, Rafael Soriano, Israel Sosa, José Alberto Ortega y Sebastián Soriano, y habrá que estar ahí para apoyarlos.

A ellos y a la organización


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