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El toreo y la literatura

Viernes, 04 May 2018    Morelia, Mich.    Quetzalcóatl Rodríguez | Foto: Archivo   
"...se creó una industria que alimentó las artes y las letras..."

Todo escritor es un constructor, un artesano que elabora sus obras desde motivaciones y objetivos concretos y con técnicas determinadas; que recoge lo anteriormente escrito sobre su tema y proyecta hacia el futuro una visión renovada del mismo. Desde el siglo XVIII, algunos escritores empezaron a captar el potencial literario que suponía convertir al torero en héroe-protagonista.

Primero fueron biografías destinadas a satisfacer la curiosidad del aficionado, después, los románticos extranjeros comprobaron cuánto se prestaba su andadura vital para encarnar la intriga de una novela, y más si se contaban los avatares de su origen, su duro aprendizaje y su ámbito intimo y sentimental.

En opinión del investigador Alberto González Troyano, con la corrida como foco se creó una industria que alimentó las artes y las letras, este dispositivo intelectual dignificó la fiesta y le dio una dimensión que la ayudó a sobrevivir cuando los regeneracionistas ponían en entredicho su existencia.

Ya en el siglo XIX floreció una gran cantidad de narraciones de tema taurino, títulos entre novelas, cuentos, relatos y biografías que difunden una visión costumbrista del espectáculo; el entonces escritor-aficionado es en su mayoría un espontáneo en literatura y lejos de las directrices literarias de la época, sin embargo, los textos son claro ejemplo y muestra de la vida torera y con ello se da a luz a un subgénero literario florecido a luz y sombra de la Tauromaquia.

Su interés por conectar con los motivos que enlazan  con las esencias de fondo en el evento taurino, hubo de llevarles a descubrir la tensión emocional y carga dramática que existe tras la corrida, sembrando con lo anterior unos arquetipos que son de validez a la hora de la gestación de textos de narrativa taurina.

Pero oportuno será puntualizar lo siguiente: la literatura, a lo largo de su historia, ha ido forjando tipos humanos que luego se han establecido como arquetipos, es decir, modelos convertidos en universales, personajes originales y extravagantes, héroes creados por la imaginación de un artista o extraídos de la realidad; entonces aparece un Otelo como el paradigma de los celos, una Carmen como guía de la mujer fatal o un Romeo y Julieta como síntesis del amor eterno.

Cabría entonces la posibilidad de una lectura seriada de novelas de tema taurino, cada una con respuestas distintas pero que responden a un mismo sistema arquetípico, funciones que suelen reiterarse más de una ocasión; entonces, en el modelo de esta literatura, el aspirante a torero surge casi siempre en desacuerdo con su entorno, la humildad y la miseria son el caldo de cultivo de los protagonistas, con rechazo a la vida a la que se encontraba destinado.

El abandono-huída del aspirante implica una doble acción y dolor, por un lado el abandono en sí y, por otro, el riesgo que este conlleva, actitudes con cierta simetría con la novela de aventuras, el aprendizaje del maletilla tendrá mucho de viaje iniciático, se abandona una supuesta seguridad (hogar-madre) alterando los principios sociales (leyes-padre). Su identidad social queda suspendida mientras se realiza ese viaje hacia la consagración, es decir, su conversión en héroe.

La presencia continua de la muerte proyecta una naturaleza especial sobre el protagonista, además de que aparezca la rivalidad entre dos hombres, pues en este mundo ficcional el triunfo ajeno obstaculiza el propio, lucha de fuerzas que alimenta la intriga de varias novelas. Por su parte, el amor ocupa una plaza principal en estas piezas literarias, desde la mujer extranjera como símbolo de mayor seducción, hasta conquistar a la hija del famoso ganadero; todas ellas como representación del medio en el cual el torero quiere ser aceptado.

Dentro de esta tipología, también puede advertirse la adquisición de una finca en Andalucía, que le permitirá un estatus dentro del cerrado mundo de la aristocracia ganadera y, con ello, un intento por recuperar o ser aceptado por la nobleza. En conclusión, la literatura del Planeta de los Toros quedó en sus normas literarias (con sus excepciones) dentro de la esfera romántica. Sin embargo, como bien puntualiza el maestro González Troyano: “El triunfo del espada integra al coro (público) mas su fracaso es sentido también como frustración para todos”.

Bibliografía:

González Troyano, Alberto, "El torero héroe literario", Espasa Calpe, Madrid, 1988.


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