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Espuerta: ¡La emoción!

Jueves, 14 Dic 2017    CDMX    Heriberto Murrieta | El Heraldo de México   
"...la cara ensangrentada y polvosa, las volteretas, la mala vida...

La emoción rebasa el razonamiento, nubla la mente por un instante. La tierra se traga todo lo demás. La rutina diaria de la ciudad maquinal no existe. Son momentos donde el diletante vive una experiencia única. Es la felicidad que provoca un arte que no es fijo como la pintura o la escultura o la fotografía, sino que se mueve, con suavidad, sin prisa. Una buena faena se aísla del mundo. El toro y un torero llamado José Tomás se funden en la creación artística.

No es que se paren los relojes, como algún escritor planteó hace décadas en una crónica taurina no exenta de imaginación poética, sino que dentro del tiempo, que sigue su marcha, que avanza implacable, que acabará por vencernos a todos, surge el éxtasis que proviene de la estética y el sentimiento del toreo.

Las palabras de Alberti parecieran inspiradas en este hombre genuino, reservado, ermitaño, que no da entrevistas, pero habla con sinceridad a través de capotes y muletas: "Con la naturalidad, con la llaneza propia de lo verdadero, de lo que no ha brotado en la tierra para el engaño". Tomás es la entrega sin concesiones, una filosofía expresada a través de una tauromaquia.

El enigmático diestro que impide que sus corridas se transmitan por televisión, regresó a la Plaza México con el valor intacto, con la misma bandera de siempre y con su transparencia desprovista de efectismos o salvoconductos para aminorar el peligro inherente al acto de  ponerse delante de un toro. Volvió -ahora con mayor pureza y calidad artística, con más limpieza y longitud en su trazo- para torear reunido y estremecer con gaoneras, derechazos, naturales y pases por alto a la mínima distancia de los pitones. No se puede torear más cerca ni con más verdad.

Tomás arriesga en todo momento, siempre se pone, nunca retrocede, destierra los ventajismos, pisa terrenos comprometidos, acorta las distancias y se pasa muy cerca al toro, provocando una emoción incontenible. Se juega la vida, y aquí sí cabe la sobada frase de cajón, utilizada vulgarmente en situaciones de poca envergadura. El lenguaje de los toros puede permitirse licencias, pero no debe nunca rayar en la exageración o la cursilería.

En ningún momento, José busca el aplauso fácil. No reparte sonrisas y mira poco a los tendidos. Va a lo suyo: a torear. A torear para un público, sí, pero principalmente para él. Repudia deliberadamente los artilugios. No se jalea sus faenas ni pega voces a los toros. Le place torear pegado al toro. Hacerlo así es una obsesión. Se planta ahí, donde él mismo dice que queman los pies, y no se mueve, así se le venga el mundo encima.

Esta vez no hubo inmolación. La cara ensangrentada y polvosa, las volteretas, la mala vida entre los pitones, todo eso quedó atrás. Pases impecables y desgarradores, aguante supremo, temple lento, sublime, con el buen toro aldinegro de Jaral de Peñas. Buena elección del ganado. Lo dicho en la columna anterior: los toreros de la "Corrida por México" querían realizar faenas no únicamente bonitas, sino además importantes y trascendentes. Y esa trascendencia se puede alcanzar con toros auténticos y bravos como el de Jaral o el de Santa María de Xalpa o el de Xajay o el de Villar del Águila.

José Tomás mantuvo su postura de no permitir que sus corridas se transmitan por televisión. Semejante medida demuestra que aunque no torea nunca, sigue mandando desde las sombras. No dejarse televisar no significa que su arte sea oculto. Su arte se produce en un foro al aire libre frente a miles de personas. El toreo es un espectáculo público. Simplemente, restringe la televisión en directo, lo cual no ofende a quien antes que narrador de corridas es un aficionado que va a los toros.

Ahora bien, ¿se imaginan la publicidad positiva que para la Fiesta y para él mismo hubiera representado poner al aire en vivo o en diferido la exitosa corrida del martes pasado ante aquel entradón en la Plaza México? La repercusión de su fantástica pieza hubiera sido mucho mayor y el público en general, que da a la tauromaquia el beneficio de la duda, quizá se habría entusiasmado ante aquel deslumbrante espectáculo que celebra la vida y venera la muerte digna del toro.

Encontrándose en un momento extraordinario, como lo demostró en el festejo guadalupano, ¿estará en la mente de José Tomás volver a los ruedos el año que viene?, ¿toreará a cuentagotas en plazas muy específicas o seguirá tirando por la borda sus mejores años como torero?


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