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Desde el barrio: Verano "low cost"

Martes, 22 Ago 2017    Bilbao, España    Paco Aguado | Opinión   
...una caterva de "empresarios" golfos y sin escrúpulos que no...
En el verano de esta España ahora sacudida por la demencia asesina, se siguen dando toros. Menos que antes, pero suficientes para mantener la caldera en ebullición. Llevamos ya varios días, que no sólo lo hacen los del fútbol, guardando luto por las víctimas de Barcelona y Cambrills, con banderas a media asta, paseíllos rematados en minutos de silencio y crespones negros en las mangas de chaquetillas y casacas.

Y, durante varias jornadas, la impresión, la pena y la indignación por la indefensión ante la pasmosa facilidad con que se puede cometer una masacre han dejado en segundo plano las discusiones taurinas, el eterno y bizantino deporte de aficionados y profesionales en busca de soluciones para un entramado que ni las encuentra ni las busca.

Por eso, a piñón fijo, insistimos una y otra vez en el disco rayado de los errores evidentes, los que están al alcance de nuestra vista: los problemas de las plazas grandes, de la farfolla de las ferias principales, del trajín de toreros y ganaderías de la primera fila, todos tan evidentes, tan manidos, que se acaban convirtiendo en una lastimera letanía de quejas con la boca pequeña que ha dejado de inquietar a sus despreocupados culpables.

Pero hay problemas mucho mayores en los cosos menores. Problemas más trascendentales y graves de cara al futuro, porque afectan directamente a la base de la pirámide de la tauromaquia y, desde ya, están segando a tajo casi todas las posibilidades de un futuro sano para este espectáculo. Los lodos de la próxima década, si es que entonces aún se dan toros tal y como los entendemos ahora, vendrán de estos barros que pasan desapercibidos para quienes pueden secarlos.

Ni la prensa especializada, preocupada únicamente de su supervivencia a la sombra de los grandes árboles, ni el estamento empresarial, tan ciego en el cortoplacismo de hacerse como sea con los menguantes beneficios que restan, han reparado mínimamente en la acuciante situación de las plazas de tercera y los festejos de pueblos y portátiles, convertidos en su mayoría en un estercolero de cuatreros organizadores e indignos protagonistas.

Ese cada vez más abandonado y reducido mercado, en el que se centra casi exclusivamente la galopante reducción de festejos de los últimos años en España, es precisamente el horno donde siempre se cocía el futuro del toreo, aquel en el que se forjaba la cantera y donde se rodaban los toreros emergentes antes de dar el salto a las plazas grandes con un suficiente rodaje.

Pero la actual situación de ese decisivo semillero de vocaciones es la de la más alarmante degeneración de cuantas pueda vivir la tauromaquia. Los altos costes de organización y los complejos de los políticos locales, cada vez más reacios a apoyar los festejos taurinos formales con el presupuesto municipal, han dejado todo ese campo libre a una caterva de "empresarios" golfos y sin escrúpulos que no piden subvenciones, para contento y cebo de los ediles, pero acaban dejando el ambiente taurino de cada lugar como un auténtico erial.

Para más inri, en las plazas de ese submundo empresarial, marco tétrico de la auténtica economía sumergida y negra del toreo, sólo hay  sitio para un puñado de resistentes "tuneleros", matadores decadentes o noveles incapaces que creen ilusamente que toreando gratis, o por un puñado de higos con el que no les llega ni para pagar a su gente, podrán salir de unas arenas movedizas en las que, así, cada vez se hunden más.

Estos indignos tuneleros no llevan a nadie a los tendidos y quitan puestos a toreros mucho más esperanzadores, pero eso nada le importa al bandolero que organiza ese sucio quilombo en el que la pírrica ganancia estriba en el abaratamiento de costes casi a bajo cero. Es el "low cost" taurino del verano, que también incluye lotes invendibles de ganaderías de rastrojo que, para disimular y con alborozo de incautos toristas, se anuncian enfrentados como "desafíos ganaderos".

Sucede así que el espectáculo, como no podía ser de otra manera, no llega a ser más que un cutre remedo del toreo y amenizado incluso con un equipo de música buscado diez minutos antes para sustituir a la banda, como ha pasado en Leganés. Una parodia grotesca que no solo destroza la imagen del espectáculo sino que, por falta de público, de dignidad y de vergüenza, acaba por hacer desistir de dar más toros a los “avispados” concejales que creyeron encontrar la cuadratura del círculo.

Estereotipos como este o con distintas variaciones están dejando de ser aislados y puntuales, sino que se están extendiendo como el veneno por las venas de la tauromaquia de base, sin que nadie haya puesto aún el grito en el cielo. Ni siquiera, quién sabe si por no molestar a los poderosos,  los pocos pequeños empresarios honestos y jóvenes que todavía quedan y que están siendo arrinconados por la competencia desleal de tanto bandolero que termina dándose a la fuga tras cada atentado empresarial.

Ahora que Simón Casas, el flamante presidente de ANOET, se ha llenado la boca prometiendo que va a reunir este invierno a todas las fuerzas vivas del toreo para afrontar de una vez tantos frentes abiertos, bien podría empezar por anotarse como principal este auténtico problema de los cosos menores que la oligarquía empresarial, por mirar siempre hacia otro lado, ha dejado crecer como una peligrosa metástasis.

Porque deberían ser precisamente ellos, los grandes popes de los despachos, los primeros interesados en sanear el mercado de los pueblos y en solicitar a las instituciones un mejor trato fiscal y un alivio de costes de organización en estas plazas, lo que facilitaría la necesaria recuperación del número de los festejos que ayudan a la renovación del escalafón.

Aunque sea por puro egoísmo, las grandes empresas tendrían que proteger como oro en paño a esa especie en extinción que son los clásicos luchadores de pueblos y portátiles, compañeros de segunda división que, aunque siempre menospreciados, les hacen el duro trabajo de base para que puedan tener figuras que anunciar después en sus grandes ferias. Esas grandes citas, tan deslumbrantes, que ahora no nos dejan ver las amenazas que sufre el bosque.


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