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Historias: Bernardo Gaviño y Rueda

Miércoles, 19 Abr 2017    CDMX    Francisco Coello | Foto: Archivo   
"...se tiene la creencia que fue la tarde del domingo 19 de abril..."

Entre el 5 y el 30 de abril de 1835 hubo dos acontecimientos notables en la ciudad de México. Eran los días en que estaba presentándose el aeronauta de origen belga Eugenio Robertson quien, desde el ruedo de la plaza de toros de San Pablo tenía todo montado para dichas ascensiones.

Sin embargo, entre las dos fechas indicadas no existe ningún otro dato que mencione actividades propias de un espacio dedicado a las funciones taurinas.

Hasta hoy se tiene la creencia que fue la tarde del domingo 19 de abril en que se presentó ante los espectadores de aquel entonces el diestro gaditano Bernardo Gaviño y Rueda (1812-1886), de quien se ha afirmado que su debut en los ruedos nacionales ocurrió en tal ocasión.

Por datos muy puntuales que ahora se encuentran reunidos en mi libro "Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX", publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León en 2012, considero oportuno compartir algunos de ellos, para puntualizar los primeros años de la presencia e influencia de tan importante personaje, mismo que determinó en buena medida, las condiciones de la tauromaquia mexicana en aquel siglo.

En dicho volumen, animado por la peña taurina neoleonesa “El Toreo” apunto que, según afirmación de El Arte de la Lidia del 7 de diciembre de 1884, “el decano de los toreros, Bernardo Gaviño”, se encontraba en México desde 1829. En ese año, las dos únicas plazas que estaban funcionando en la capital de la república eran la de Necatitlán y la de la Alameda.

Luego, en 1831 y en la plaza de toros de La Habana, Cuba, se tiene registro de una actuación el 30 de mayo de ese año, actuando probablemente en la plaza conocida como “Campo de Marte”.

Sin embargo, de lo ocurrido en 1835, apunté lo siguiente: PLAZA PRINCIPAL DE TOROS DE SAN PABLO, D.F. Domingo de Pascua 19 de abril. Dice Heriberto Lanfranchi: "Los periódicos de la época no publicaron noticias de esa temporada; pero es seguro que Bernardo Gaviño tuvo mucho éxito y que a partir de entonces se convirtió en el matador predilecto de la afición mexicana, favor que conservó durante más de treinta años".

Lo que sí es un hecho sucedería un año más tarde, donde afortunadamente ya existe un registro que a cuenta de su actuación en el mismo escenario del barrio de San Pablo. Veamos.

En El Mosquito Mexicano, D.F., del 23 de septiembre de 1836, p. 2 y 3, y al respecto de una actuación de Bernardo Gaviño el 11 de septiembre y con toda seguridad en la Plaza Principal de toros de San Pablo, se dice lo siguiente:

"México setiembre 10 de 1836.-Sres. editores: ¿Han visto vds. el cartel de la corrida de toros para mañana? Pues ya habrán visto la singular, la inaudita, la jamás vista suerte que ofrece el torero Gaviño de presentarle al toro un relox en lugar de muleta para darle muerte, ¡qué inventiva tan particular! Qué suerte tan vistosa, tan divertida, tan filosófica, tan instructiva y tan propia de los ilustrados concurrentes del espectáculo a que se dedica. ¡Vaya, si no hay voces para alabarlo!

"Presentarle al toro el relox para que vea la hora en que va a morir, sí, debe causar un gusto universal, y al mismo tiempo el público podrá aprovecharse de la moralidad que encierra la valiente acción del sin igual torero, recordando que también ha de llegarse la última hora en que cada concurrente ha de acabar esta triste vida para ir a ver los toros que le esperan, al dar cuenta de las acciones de su vida.

"Pero hablando seriamente. Confieso a vds. Sres. editores, que no puedo ver con indiferencia esos carteles en que parece que sus autores tienen prurito en insultar al público mexicano, ofreciéndole como muy dignas de su expectación ilustrada, paparruchadas de tal tamaño. Vamos, que esto solo entre nosotros se tolera; pues aunque los cuncurrentes a semejantes boberías, bien dan a conocer aun están por conquistar, estos no son todo el público, y no es bien que a todos nos racen con un racero.

"Al ofrecerle como digna de atención una bobada como la del relox, y otras infinitas que ofrecen los toreros, no puede menos que ofenderse al público, juzgándolo tan necio que pueda tener por cosas dignas de admirarse, las que solo ofrecen la idea de compadecerse de la tontería de sus inventores, y de la audacia de estamparlas en carteles con grandes letras y pinturas alegóricas.

"Lo mismo digno de los empresarios del teatro de los gallos que nos ofrecen con la recomendación de ser digna de la ilustración de los espectadores las piezas como la degollación de los inocentes, el diablo predicador, el hijo pródigo, etc., etc. Que anuncien sus diversiones sin esos arremuecos insubstanciales, es el fin de este comunicado de su siempre afectísimo servidor.-Argos".

Y de ahí en adelante, hasta 1886, en 50 años cabales de actuación, el portorrealeño llegó a acumular 725 actuaciones repartidas entre México, Cuba, Perú y Venezuela y quien, entre otra curiosidad más, enfrentó ganado de Atenco –que fue su favorito-, hasta en 391 ocasiones.

   Cosas veredes.


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