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Historias: Los festejos de carnaval

Miércoles, 22 Feb 2017    Ciudad de México    Francisco Coello | Foto: Archivo   
"...el desbordamiento de la fiesta en una de sus máximas..."

Por aquel entonces, los días previos al inicio de la cuaresma provocaban un detonante que generaba la celebración de grandes ocasiones, antes de pasar por el periodo de austeridad cuyo trasfondo era cumplir –una vez más-, con el significado etimológico del término mismo: "abandonar la carne", las tentaciones.

En ese sentido, quienes organizaban los espectáculos taurinos –Vicente Pozo en el Paseo Nuevo y Javier Heras en la de San Pablo-, no tuvieron empacho, por lo menos en aquel 1852, de organizar, tanto en una como en otra plaza, festejos que representaran la ocasión de acercarse, al menos en lo que a puesta en escena se refiere, a ese dispendio convocado por el que era un cumplimiento riguroso implantado desde la visión de la iglesia católica.

Por lo tanto, en ambos casos, se hizo el anuncio de cuatro festejos cuya carga de fascinación se deja ver en la lectura misma de los carteles que salieron publicados en la prensa de la época, y que ilustran estas notas.

En la plaza de toros del Paseo Nuevo, la publicidad daba a conocer que, para el domingo 22, se realizaría la primera función de Carnaval, en la que participaba la cuadrilla de Bernardo Gaviño lidiando toros de Atenco. Dos días después, en idénticas circunstancias, volvió a presentarse el diestro portorrealeño, enfrentando toros de la misma procedencia, sin que demeritaran para el caso, ni el torete embolado, ni los toros para el coleadero.

En esos casos, quienes habrían de intervenir, como integrantes de la cuadrilla, usaban las imprescindibles máscaras, que era ese complemento cuyo efecto ocultaba la presencia de personajes harto conocidos, pero que en esos precisos momentos, cumplían con el propósito de concretar una puesta en escena rigurosa, en apego a la costumbre establecida. No faltaron tampoco los "enanos, hombres gordos, y otros en zancos" que, como se saben enfrentaban al "toro embolado".

En el caso de la plaza principal de San Pablo, y en las mismas fechas, el asunto cobró otra dimensión, pues no conformes con el solo festejo taurino, que por sí solo cubría los niveles de entretenimiento, el asentista o empresario anunciaba que "cuando el segundo toro del combate hubiere pasado a mejor vida, se aparecerá en el circo una caravana de GIGANTES, ENANOS, PATOS GRANDES Y UNA PATERA para ejecutar con el toro embolado varios lances de la tauromaquia… Habrá además dos toros para el COLEADERO. Terminando la existencia del toro cuarto de la lid, saldrán a la plaza DOS GUAJOLOTES Y UN PAVO REAL DE GRAN TAMAÑO a jugar con otro valiente toro embolado”.

Allí comparecieron dos figuras representativas del toreo aborigen. Me refiero tanto a Andrés Chávez y Pablo Mendoza, quienes después de haber intervenido dejaban lugar a un vistoso “BAILE DE MÁSCARA [el que] ciertamente agradará, ya por la variedad de trajes y pasos danzantes, como por los armoniosos grupos que han de presentarse… [luego saldrán] LOS HOMBRES GORDOS DE ORIENTE montados en burros para picar y banderillar a un toro valiente que al efecto se embolará”. Y desde luego se acentuaba el hecho de que “…no dejarán los lidiadores y demás individuos que trabajan en el circo de presentar otros objetos que hagan reír mucho a la apreciable concurrencia. Todo ciudadano que guste entrar de máscara puede hacerlo, con cuyo motivo se aumentará la distracción”.

 Y también, el GRAN TEATRO DE SANTA-ANNA fue espacio para aquel desahogo festivo la tarde del 23 de febrero, según lo anuncia el cartel:

Lunes 23 de febrero. Última función en la presente temporada. “Queriendo la empresa dar a los señores que concurran a este teatro por las tardes, una prueba del placer que tiene en complacerlos, así como también satisfacer los deseos de muchas personas que no pudieron obtener localidades el miércoles último, ha organizado para la tarde de hoy, una escogida función, que guardará el orden siguiente:

1° La orquesta, considerablemente aumentada, tocará la preciosa obertura de "La Sirena".

2° El divertido sainete, titulado "Caldeleros y Vecindad"

3° La graciocísima comedia en un acto y en verso, original del distinguido literato español D. Manuel Bretón de los Herreros, su título: "La Ponchada".

4° y último. Terminará el espectáculo con el gracioso juguete cómico en un acto, denominado: "El alcalde toreador o la fiesta de toros" . En el que, cuando su argumento lo pica, se presentará  ¡un famoso toro de Guatimapé!

No podemos menos que tributar las más expresivas gracias a nuestro amigo el Sr. D. Javier Heras, quien a la menor insinuación nuestra nos ha proporcionado un arrogante toro de Guatimapé y LA ACREDITADA CUADRILLA DE LA PLAZA DE SAN PABLO (seguramente Andrés Chávez y Pablo Mendoza). Con el objeto de hacer más agradable y ameno el espectáculo, se permitirá a los señores aficionados que gusten entrar a lidiar el toro, que lo verifiquen presentándose en traje de máscara.

Nota.-Para que el público esté con toda seguridad y pueda gozar de la diversión de la pieza, se ha mandado construir una red bastante fuerte, con la cual se cerrará la embocadura del escenario. "Sin embargo de los grandes gastos que se eroguen para esta función.-Las pagas serán las de costumbre". ¡Vaya celebración!

Todo esto ocurría en el breve lapso de tres días, y las funciones eran muy bien recibidas por los habitantes de la entonces ciudad de México, que tendrían enormes dificultades para elegir el mejor cartel, o ir un día a la del Paseo Nuevo y el otro a la de San Pablo o viceversa, pero sin faltar, si así fuese el caso, a la función que el empresario del Gran Teatro de Santa-Anna ofrecía como el complemento a todo ese banquete de suculentas funciones, y donde los toros se convertían en el principal atractivo durante una época en la que ambas plazas presentaban una tarde sí y otra también espectáculos con elevada razón de entretenimiento.

Uno de aquellos asistentes, el señor José Manuel Lebrija, tuvo a bien comentar que “...la corrida de ayer [en el Paseo Nuevo] fue muy buena, pero como el público a la vez de ignorante imprudente, hicieron meter el 5o. toro porque no le entraba a la pica, que para los de a pie hubiera sido asombroso; según lo que ví fueron (...) nomás como 14 caballos”.

Del mismo modo, la prensa tampoco dejó el asunto en un segundo términos y en una pequeña columna publicada en El Monitor Republicano, D.F., del 23 de febrero de 1852, p. 2 apuntaban:

Toros.-Los de la plaza del Paseo estuvieron muy buenos, así por la excelencia de los bichos y la destreza de la cuadrilla de Bernardo, como por lo numeroso y escogido de la concurrencia. La empresa destinó varios toros para los aficionados, entre los cuales había algunos sumamente diestros, mientras a otros les ponía en grande aprieto la fiereza de los toros, dando con ello un agradable rato a los concurrentes.

Todo lo anterior demanda que sea la imaginación quien mejor nos ayude para entender el desbordamiento de la fiesta en una de sus máximas expresiones: el carnaval.


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