Hoy hemos presenciado un festejo para buenos aficionados; porque el par de faenas de Ignacio Garibay, y otras tantas del hispano Miguel Ángel Perera han sido para deleitar al iniciado en este asunto de la lidia de toros bravos.

El encierro, bien presentado como es norma en este escenario.. Algunos de ellos, como el abre plaza, el cuarto y sexto, de muy seria catadura. Serio también fue el precioso cárdeno tercero, que gritaba su origen mexicano –en su tipo y en su comportamiento– que en amplio abánico de bravura, le aportaron la proverbial seriedad del coso, a la celebración del aniversario 50 de la plaza de toros "Nuevo Progreso".

Justo antes de salir al ruedo, Juan Pablo Bailleres, acompañado de los toreros, develó una placa conmemorativa que celebraba el acontecimiento. La plaza fue adornada con guirnaldas y arreglos de flores en la contrabarrera y el ruedo engalanado con una manta circular, rodeada de flores, que también hacía referencia al aniversario. En fin, que el ambiente fue grato, a pesar de la parquedad de la entrada, quizá motivada por el puente vacacional y la corrida televisada de la Plaza México.

Da gusto ver a Ignacio Garibay. Está convertido en un torero cabal que realiza faenas con pátina de sabiduría, buen gusto, y entrega a plenitud. El primero de su lote, "Cincuentón" de nombre, fue aplaudido al saltar al ruedo. Ese colorado, veleto y astifino aceptó embestir en lances de recibo por el temple y el mando del espada capitalino. Garibay llevó por tapatías a su enemigo, el que –como el resto de sus hermanos– pronto acudió a los montados.

El quite por verónicas estuvo a un pelo de convertirse en tragedia; una ráfaga de viento le echó el capote al cuerpo a mitad de la embestida. Ignacio ya había identificado que el bravo, templado, fijo y obediente pupilo de don Alberto requería distancia. En un recio tenor, se desarrolló la faena, fundamentalmente derechista, en series hondas, templadas, con dimensión que, la verdad sea dicha, la parroquia no apreció en toda su valía. Hubo un cambio de muleta por delante, que arrancó una ovación. La estocada fue delanterilla, y –tal vez por eso– el palco se guardó el pañuelo para el torero y el cartel de "arrastre lento", más que merecido.

Con el cuarto de la tarde, la faena fue diferente. Vamos, acorde a las condiciones diferentes del toro. Aquí fue más en corto, menor dimensión en el trazo, pero también de gran mérito. Tardeaba "Don Nacho" para tomar el primer muletazo, pero enseguida repetía con celo, eso sí, con un viaje muy corto, al que Garibay aguantó incluso que le probara en un par de ocasiones. Extrajo series por ambos lados de mucho mérito. El pinchazo fue en lo alto y una estocada entera, para retirarse injustamente en silencio al callejón. Está en un gran momento el de la capital.

A Miguel Ángel Perera, el sorteo no le fue favorable; pero ni falta que le hizo. Al segundo de la tarde, un toro negro desproporcionado en su encornadura, pero muy astifino, el oriundo de Badajoz le bajó las manos en lances a pies juntos, que fueron parte de una meticulosa tarea para meter en vereda a "Aniversario". Picoso era el astado, al que Perera sometió por bajo, para continuar con la muleta en la diestra en series emocionantes.

El trasteo tuvo más de un clímax: un cambio de mano por la espalda soberbio y unas dosantina en particular, enredado el toro en la cintura. Cuando se vino a menos el ejemplar, Miguel Ángel se metió al terreno del cloroformo para extraer pases inverosímiles. Un pinchazo hondo que bastó y una oreja en premio exigida por los tendidos.

El quinto de la tarde, "Tapatío", astifino hasta decir basta, le dio –sólo– un pelo más de facilidades que el primero de su lote. Le faltaba ritmo y fijeza al de Santa Teresa, por lo que le dio distancia, toques suaves y le dejó el engaño para que el toro lo hallara sin remedio al voltear de nuevo. Con dicho procedimiento convenció al tereseño. Cuando comenzó a pararse, muy a lo Ojeda, de nuevo acortó las distancias y con balanceo de muleta tras de su cuerpo, lo enceló y de este modo consiguió los pasajes más emocionantes de la tarde.

Las dosantinas venían a cuento, por lo que fueron muy celebradas por la parroquia. Otro pinchazo hondo, que en esta ocasión obligó a usar la espada corta al torero, y escuchar un par de bocinazos que echaron por la borda la posibilidad de un bien ganado trofeo. Y como reconocimiento a su meritísima actuación fue llamado al tercio a escuchar la Diana y una sonora ovación.

Para Diego Silveti, la corrida de aniversario no fue su tarde. Entrega. Decisión. Empeño, sí… pero. El primero de su lote duró bien poco. Buenas condiciones tuvo, pero le faltó durabilidad. Con el hipotético cierra plaza, un ejemplar que se agarró al piso, el asunto vino aún más a menos. De su ronco pecho salió la decisión de regalar un séptimo, que resultó pegajosillo y con el que Diego, de plano, no pudo entenderse. Hasta aguantó un par de coladas terroríficas. El público le respeto al despedirse. Esperemos que tenga mejor suerte para la próxima.

Para el próximo sábado 11, la empresa anuncia un encierro de Teófilo Gómez, que vuelve a esta plaza luego de varios años de ausencia, para Morante, Andrés Roca Rey y Luis David Adame. Vuelan las entradas.