Banners
Banners
altoromexico.com

Chaves Nogales y la leyenda de Belmonte

Sábado, 29 Feb 2020    Guadalajara, Jal.    Antonio Casanueva | Foto: Archivo   
"...Lo introdujo desde la tercera persona y acabó dejando que..."
El recuerdo de la edad de oro del toreo y de la rivalidad entre Joselito "El Gallo" y Juan Belmonte sigue despertando pasión entre los taurinos. Dado que en el 2020 se están cumpliendo cien años de la trágica muerte de Gallito, en este espacio he estado escribiendo artículos recordándolo. 

A raíz de la última publicación que titulé "Joselito "El Gallo", El rey de los toreros" (Al Toro México Febrero 1er, 2020) recibí un par de mensajes de mujeres aficionadas –Paloma, mi esposa, entre ellas– que me decían algo así como "dirás lo que quieras, pero yo sigo prefiriendo a Belmonte". 

¿Qué tuvo Juan Belmonte que sigue provocando delirio? 

La respuesta, me parece, está en la personalidad del trianero, en su valor, temple, colocación, estética, pero, sobre todo, en la literatura.

Historiadores como Pepe Alameda, Paco Aguado y José Morente han demostraron la importancia capital de Gallito y que el toreo moderno se forjó en el continuo de Guerrita-Joselito-Chicuelo-Manolete. Además, fue Gallito quien murió por asta de toro lo que debió haber supuesto el engrandecimiento de su mito, pero quien se convirtió en leyenda fue Belmonte y su concepto de toreo, en un canon. 

En una búsqueda simple en Google, Juan Belmonte aparece 25,400,000 veces por sólo 328,000 de su rival Joselito "El Gallo". Sin restar mérito alguno a la tauromaquia de Juan Belmonte, su leyenda se explica en gran parte por la obra de Manuel Chaves Nogales: 

"Juan Belmonte, matador de toros”. En las jornadas Letras en Sevilla II "Chaves Nogales, una tragedia española", realizadas los días 30 y 31 de octubre del 2017, se lanzó la pregunta: “¿Estaríamos hablando hoy de Juan Belmonte si el periodista Chaves Nogales no hubiera escrito su biografía?"

La respuesta de los participantes –incluidos los escritores Pérez-Reverte o Juan Eslava Galán, el cineasta Agustín Díaz Yanes, el editor Marco Cicala y el matador de toros Morante de la Puebla– fue unánime: "No". 

"Juan Belmonte, matador de toros" de Chaves Nogales es una obra maestra, una lectura obligatoria para todo para todo aficionado, pero también para quienes disfrutan de una narrativa excepcional. Intelectuales como Javier Marías, Pérez-Reverte o Díaz Yanes han dicho que es uno de los mejores libros del Siglo XX. La investigadora María Isabel Cintas  afirmó que se entendieron a la perfección, que hubo algo que hermanó a Chaves y a Belmonte desde el primer momento.

El caso es que Belmonte contó a Chaves su vida, los avatares de su existencia, y le descubrió los entresijos de su corazón. Y Chaves relató por escrito lo contado, con tal perfección, que no se sabe dónde empieza a hablar uno y acaba el otro (Cintas, M. "El Belmonte de Chaves Nogales", Revista de Estudios Taurinos, 23, 2017).

Es cierto que la obra alcanza esa dimensión porque Belmonte era un personaje real, de carne y hueso. Chaves Nogales lo introdujo desde la tercera persona y acabó dejando que fuera el propio Belmonte el que contara su vida. 

Juan Belmonte (1892-1962) fue un vanguardista (nótese que fue contemporáneo de figuras como Picasso, Stravinsky, Luigi Russolo y James Joyce) y por supuesto que hay un valor taurino y no sólo literario en su legado. Belmonte renovó la tauromaquia desde un punto de vista técnico y estético: redujo las distancias y ciñó el toreo. Se colocó más cerca y toreó más templado que sus predecesores. 

El paradigma anterior –atribuible a Lagartijo– era "o te quitas tú, o te quita el toro". Belmonte no se quitó, ni lo quitó el toro. Como lo narra el propio Chaves Nogales: "Te pones aquí, y no te quitas tú ni te quita el toro si sabes torear".

Juan basó su toreo en una técnica intuitiva que aprendió en las capeas pueblerinas y toreando a la luz de la luna en la Tablada que consistía en ganar el pitón contrario. A partir de ese cite, a pitón contrario, desarrolló la famosa trilogía de parar, templar y mandar. Como lo explica Francisco de Cossío: "Hizo posible que se impusiera una nueva concepción del toreo, que hoy nos parece la única forma de conjugar el dominio con el arte frente a un toro de lidia" (Cossio, Los Toros. Tomo IX. 1967, p.844). 

El valor, personalidad, temple y técnica de Juan Belmonte provocaba estupor, asombro y, posteriormente, una devoción casi religiosa. 

Su faena más importante la realizó en Madrid al Barbero de Concha y Sierra en la corrida a beneficio del  Montepío de Toreros el 21 de junio de 1917. Gregorio Corrochano escribió:

Belmonte, transfigurándose, cambiando de estatura, de silueta, hasta de color, se borró a sí mismo. Nunca vi más arte puro, más valentía natural, más dominio, más estética. No hubo oropel. Relumbrón falso, comicidad. No toreaba para el público aficionado al efectismo, sino para el toro y para él. Ni siquiera creo que toreaba para nadie. Me pareció más bien que puso el punto final a la brillante historia de la tauromaquia. Después de esto, nada. No hay más allá (citado en Taurología.com "Juan Belmonte y Barbero, cuando hace un siglo la Tauromaquia paró el tiempo de su historia", 2012).

Cuentan que el dramaturgo, poeta y novelista Ramón del Valle-Inclán le dijo a Belmonte: "¡Juanito! ¡Sólo te falta morir en la plaza!". La respuesta, llena de genialidad e ironía, ilustra perfectamente la personalidad del trianero: "¡Se hará lo que se pueda, don Ramón!".


Comparte la noticia