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De la luneta a la barrera

Sábado, 22 Feb 2020    Guadalajara, Jal.    Antonio Casanueva | Foto: Archivo   
"...Eleva el nivel de conciencia y nos permite apreciar distintos..."
Uno de los grandes problemas de la sociedad actual es la superficialidad. Se lee poco y se analiza menos. Esto se traduce en falta de juicio crítico que nos vuelve presas de la manipulación (de políticos, medios de comunicación, animalistas y de otros charlatanes) y vuelve monótona nuestra vida. Mario Vargas Llosa en su ensayo "La civilización del espectáculo" (Alfaguara, 2012), dice que la generalización de la frivolidad ha provocado una banalización de la cultura.

Uno de los antídotos está en el arte que consiste en un modo de expresión más profundo. El arte que impulsa virtudes cuasi-mágicas que permiten tanto al artista como al espectador sensible capturar lo que está más allá de lo evidente.

El arte nos inspira. Eleva el nivel de conciencia y nos permite apreciar distintos tipos de belleza. Rompe con los cánones estéticos que impone la moda, nos hace sentir y nos aleja de la cotidianidad. 

Quienes vivimos en Guadalajara somos privilegiados pues tenemos una variada oferta de espectáculos de alta cultura. 

El título de este artículo "De la luneta a la barrera" lo tomé del libro de Nora Escalante publicado por Colección Becarios (2013) en donde se presenta una magnífica investigación del Teatro Degollado y de la plaza de toros El Progreso de 1920 a 1940. Escalante explica como diferentes clases sociales de Guadalajara participaron y coexistieron en un mismo lugar a fin de lograr esparcimiento. La experiencia estética que se vivía en ambos recintos provocaba una función armónica del espíritu humano que permitió componer y coordinar valores cognitivos y estéticos.

El libro termina con un dejo de nostalgia. Dice Nora Escalante: "El Teatro Degollado sigue en pie para fortuna de los mexicanos. El Progreso no corrió con la misma suerte, de esta plaza sólo quedarán los recuerdos que poco a poco puedan ser rescatados".   

No obstante, la sociedad tapatía sigue siendo afortunada. Todavía puede ir los domingos "de la luneta a la barrera". A las doce treinta horas la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) se presenta en el Degollado y, al término, después de un buen almuerzo, los aficionados podemos acudir a la Nuevo Progreso. Tanto en noviembre como en febrero y marzo, los conciertos de la OFJ coinciden con la temporada taurina de Guadalajara. 

El domingo pasado se presentó el director huésped Scott Yoo quien nos deleitó con una magnífica interpretación de la sinfonía número 4 de Beethoven. Yoo es un violinista de origen japonés que ha dirigido, entre otras,  a la City London Sinfonía, la Britten Sinfonía, el Ensamble Orquestal de París, la Sinfonía Nacional de Estonia, la Orquesta Nippon de Tokio y a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. En forma apasionada extrajo lo mejor de la OFJ y nos hizo disfrutar de un concierto inolvidable. 

Un par de horas después vimos una brava corrida de Campo Hermoso cuyos toros estuvieron por encima de sus adversarios. El Payo estuvo tal como nos tiene acostumbrados: medroso, lleno de dudas y desaprovechando a los toros. Sergio Flores voluntarioso y Luis David valiente y variado. Y a pesar de que no fue una tarde de triunfo, hubo detalles y belleza. El toreo transforma el caos de la naturaleza –representado por el animal fiero– en orden a través del movimiento de lances y pases. Es una estética clásica que parte de la elegancia, la armonía de movimiento, el equilibro de las formas y de los volúmenes.

Como nos lo recuerda la historiadora Nora Escalante en la citada obra, para los griegos ocio (skholè) significaba al mismo tiempo entretenimiento e instrucción. Y es que en la Grecia antigua se consideraba que emplear el tiempo libre en actividades recreativas elevaba el nivel de cultura. La negación era a-skholè, el tiempo dedicado al trabajo. De ahí emanaron los vocablos latinos otium (ocio) y neg-otium (no-ocio o negocio). 

El otium tenía implicaciones intelectuales, virtuosas, aunque podía devenir en acciones inmorales. Para griegos y latinos lo que caracterizaba a un individuo no era su trabajo, sino a lo que se dedicaba en el tiempo de ocio. "Desde esta perspectiva –afirma Nora Escalante–, una de las mejores formas de conocer a una sociedad es observarla a través de uno de los medios utilizados para consumir el tiempo libre: los entretenimientos". 

La sociedad del siglo XXI se encuentra en una vida monótona. El arte nos ayuda a lidiar con el estrés y el sedentarismo. Necesitamos del arte para el mantenimiento del buen gusto y de la salud mental. Las bellas artes no son un lujo, sino una necesidad para los que vivimos dentro de una comunidad. 

Por eso mañana domingo 23 de febrero 2020 iré, con mucho entusiasmo, de "la luneta a la barrera". Al medio día asitiré al Teatro Degollado a ver al pianista polaco Marian Sobula interpretar, junto con la OFJ, el concierto para piano número 1 de Beethoven. Después, a las dieciséis treinta horas, iré a ver el imponente encierro de Barralva que lidiarán Juan Pablo Sánchez, Arturo Saldivar y Gerardo Rivera. 

¡Qué Dios reparta suerte para que el arte siga siendo un patrimonio de la alta cultura tapatía!


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