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La plástica taurina de Antonio Carnicero

Viernes, 16 Ago 2019    Morelia, Mich.    Quetzal Rodríguez | Infografía: LM   
...12 láminas representativas cada una de ellas, de las diferentes...
Corría el siglo XVIII en la española Salamanca, cuna del buen saber y de las doctas disciplinas escolásticas, allí donde nació para la vida y las artes Antonio Carnicero, hijo del escultor Alejando Carnicero, no será de extrañar entonces que, cuando empieza a familiarizarse con el mundo que le rodea, será el arte y toda su cosmovisión lo que primero acusa a la curiosa y ávida inteligencia del entonces muchacho.

Como todos los artistas de su generación vivió el difícil tránsito de España a la modernidad; recibió influencias de la cultura francesa y de las ideas de la Ilustración, conviviendo con las dos corrientes imperantes en ese momento, como eran el neoclasicismo y el romanticismo; trabajó en un país, cuya vida artística se encontraba anclada en las tradiciones y en el rigurosismo de la corte, quienes monopolizaban los encargos –lo mismo que la Iglesia–, imponiendo sus gustos y estuvo inmerso en una sociedad que caminaba hacia una alta burguesía.

Coincidiendo el año 1790, con el momento de más auge de la  llamada Fiesta Nacional, después de que durante mucho tiempo las corridas de toros habían tratado de prohibirlas, dado que nunca fueron del agrado de los Borbones, éstas, que habían pervivido, no sólo por la raigambre que tenían en el pueblo llano, sino, también entre la aristocracia española, se empiezan a realizar en edificaciones dedicadas a este fin y por toreros profesionales. 

De esta manera, Antonio Carnicero Mancio, será  considerado como el primer artista que realizo un documento gráfico de éstas costumbres, vestimentas y faenas que se podían contemplar en una tarde de toros.

Antonio Carnicero estudia en la Escuela de San Fernando, y allí confecciona y depura su afición innata, con el cultivo del dibujo y la pintura al natural. Por otra parte, en los seis años de permanencia en Roma, Antonio Carnicero, participó y obtuvo premios en los concursos convocados por la Academia de San Lucas y en la Escuela del Nudo. Fue el año 1762, al primero que se presentó, consiguiendo el tercer puesto, dentro de los de tercera clase, para ello; realizó el dibujo de la escultura "Amore e Psiche", que copió del Museo Capitolino y que se encuentra archivado actualmente -como el resto de los que consiguió- en la Academia de San Lucas de Roma.

Antonio Carnicero recopiló en su serie "La Tauromaquia", 12 láminas representativas cada una de ellas, de las diferentes suertes de que constaba una corrida de toros, gracias a ellas, hoy podemos saber cómo eran, ya que algunas de ellas con el paso del tiempo, desaparecieron, como la de "echar perros al toro" para excitarlo y el que el "picador" se quedase en el ruedo después de su faena "hasta finalizar la corrida" -costumbre ésta que desapareció a partir de la Guerra de la Independencia en España.

En la "Tauromaquia" de Carnicero los toreros fueron representados por el artista como unas figuras de ballet, en contraste con el toro que lo dibujó macizo y grande. En los tendidos colocó un abigarrado gentío dispuestos a presenciar la corrida, al cual le viste con la moda del siglo XVIII, de los diferentes sectores de la de la sociedad dieciochesca. 

De la "Tauromaquia" de Carnicero, surgieron posteriormente otras muchas –incluso la de Goya será inspiración de ésta–, siendo grabados sus dibujos, por los más afamados grabadores y reproducidos en vajillas, cristalerías, vidrieras, papeles para vasares e incluso sus figuritas realizadas en plomo.

Mientras Carnicero realizaba los dibujos que ilustrarían El Quijote de 1780, también colaboró en la elaboración de telones y bastidores para obras teatrales, teniendo constancia que participó en los que se hicieron para unas loas de don Ramón de la Cruz, así como para la obra "La Raquel" de su buen amigo Vicente García de la Huerta. 

También intervino en las decoraciones de los teatros de: "Los Caños del Peral", de "El Príncipe" y de "La Cruz". El año 1784, cuando Carlos III quiso que se celebrasen en Madrid, grandes festejos que conmemorasen, por un lado, el feliz alumbramiento de los mellizos de los Príncipes de Asturias, y por el otro, la firma de la paz con Gran Bretaña.

A partir de la realización de estas láminas, los toros, al igual que otros motivos de esparcimiento y deporte, fueron admitidos como tema en el arte, siendo fuente de inspiración para muchos artistas, quienes empezaron a plasmar en sus lienzos, a famosos matadores, a los que representaban con sus vistosas vestimentas y lances. 

El propio Carnicero sacó de dos de sus láminas, dos lienzos, que son de una colección privada y que se titulan "Caída de un picador" y "Perros al toro", así como el retrato del torero Juan Romero; hijo de don Francisco Romero, fundador de la Escuela Taurina de Ronda y quien se encuentra en un cuadro que finalmente fue vendido al Museo Taurino de Madrid.


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