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Roberto Domingo: Una visión de la Fiesta

Viernes, 05 Jul 2019    Morelia, Mich.    Quetzal Rodríguez | Infografía: LM   
"…Se vincula tanto con un nuevo lenguaje estético de índole..."
Roberto Domingo nació en París y era hijo del pintor valenciano Francisco Domingo, dentro de un ambiente familiar propicio hizo que se inclinara desde muy joven hacia la pintura realizando dibujos junto a sus hermanos en el estudio de su padre. Según afirmación del propio pintor, su casa parisina era "un estudio abierto para todos" con cuadros por todas partes en las paredes y en el suelo; ello unido a una biblioteca cuyo mayor soporte eran libros de arte constituyó la iniciación de su devenir artístico.

La fama y el prestigio  que gozó su padre hizo que su casa de París estuviese siempre llena de artistas, marchantes y clientes que acudían a ella para intercambiar opiniones sobre las vanguardias, comprar nuevos cuadros o simplemente visitar al pintor valenciano. En este ambiente creció Domingo y allí comenzó un aprendizaje que, finalmente, haría que su estilo se distanciara de las directrices que en aquellos momentos llevaba la pintura española. 

Esta formación incluyó la constante visita a las principales exposiciones de la ciudad del Sena conociendo directamente la obra de los impresionistas franceses, en especial la de Degas y la de Toulousse-Lautrec, por los que sintió mayor predilección.

Sus primeros dibujos muestran la poderosa retentiva del pintor capaz de captar lo que ha visto confiriéndole una personalidad propia. Su gusto por la pintura del natural se observará en la primera etapa de su carrera donde los paisajes de ambientes brumosos de la costa bretona se alternan con cuadros cuya temática principal serán las carreras de caballos y los coches.

La temprana afición al mundo de los toros la heredó de su padre, quien le hablaba constantemente del tema, este hecho motivó que Roberto Domingo pintara "toros aun antes de haber visto ninguna corrida", como él mismo afirmaba. La primera vez que asiste al ruedo fue con motivo de la corrida celebrada en París durante la Exposición Universal. 

A partir de entonces su presencia en las plazas francesas fue constante reteniendo en su mente las luces, colores, lances y peligro que veía en la plaza y que trasladaba a sus dibujos plasmando todas las imágenes descubiertas. Cuando llega a España en 1906 y asiste a la corrida celebrada en Madrid con motivo de la boda del rey Alfonso XIII y su carrera artística quedaría definitivamente encaminada al decidir quedarse en España y preferir el tema taurino sobre ningún otro.

Encasillado como pintor taurino debido a la gran cantidad de obras que realizó sobre este tema, su carrera artística presenta otras facetas más amplias y novedosas que han quedado postergadas en el recuerdo.  La innovación que aporta este pintor al arte español de principios de siglo XX se vincula tanto con un nuevo lenguaje estético de índole postimpresionista como por su técnica utilizada el óleo, la acuarela y sobre todo el gouache, que le permite explorar las formas y los colores.

Estas técnicas al agua fueron, asimismo, las preferidas por los pintores impresionistas y postimpresionistas franceses. Roberto Domingo tuvo ocasión de verlas y admirarlas en las exposiciones parisinas, allí aprendió a usarlas y las desarrolla en sus pinturas porque le permite plasmar los efectos de la luz natural sobre el ruedo abriendo nuevas posibilidades estéticas en el uso del color y del movimiento.

Preferirá los temas donde el movimiento sea el motivo principal: carreras de caballos, fiestas populares, romerías y capeas pero sobre ellos dominarán los taurinos, repitiendo escenas que realiza con perfección.
 
Finalmente, la novedosa forma de plasmar los lances de la corrida, los patios de caballerizas, los rezos anteriores y las grandes faenas lo distanciaban de otros pintores españoles que, interesados por los toros, no eran capaces de manifestar la inmediatez, lo repentino y la fuerza, donde más que una visión realista de la fiesta, era la visión que aquel público quería ver de ella, sus toros con enormes cornamentas y sus toreros elegantes en un ruedo resplandeciente por la luz del sol.

Bibliografía:

Agusti Guerreo, María Guerrero. "Roberto Domingo. Arte y Trapío". Agualarga Editores. Madrid,1998.

Núñez Peñasco, Eduardo. "Roberto Domingo. Maestro de la luz y el movimiento". Revista Geográfica Española. Madrid, 1958.


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