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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 27 Jun 2019    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...Rayar en este nivel de perfección ha sido la obsesión..."
La actuación de José Tomás del sábado anterior en la plaza de Granada había generado una gran expectación, y conforme han transcurrido los días, los comentarios acerca de lo que ahí ocurrió han ido en aumento, tanto de quienes vivieron la corrida en directo como de todos aquellos que han seguido la información sobre este singular acontecimiento.

Quizá tal circunstancia se deba a que esta ha sido una de las tardes más trascendentes que ha tenido en los últimos años y ello obliga a una reflexión más extensa producto de esa magnífica repercusión que ya es parte indisoluble de la tauromaquia tomasista.

Por principio de cuentas, no cabe duda de que José Tomás está en la mejor etapa expresiva de su carrera. Vamos, la más profunda. Y no podía ser de otra manera, pues cuando los artistas ya tienen la madurez suficiente que dan los años, generalmente su forma de interpretar se vuelve más pura e intensa.

Fue muy interesante observar la despaciosidad de su toreo, la economía de movimientos para ejecutar las suertes, la cadencia de cada uno de los embroques, los toques imperceptibles y, en suma, la templanza de todo cuanto hizo.

Además, prodigarse con el capote, y enseñar que se puede sostener el ritmo como hilo conductor de todo un argumento: el del toreo basado en la entrega absoluta y la búsqueda del más difícil de los caminos.

Rayar en este nivel de perfección ha sido la obsesión de José Tomás desde que reapareció en Barcelona en 2007, y aunque ya venía estudiando esta manera de torear, a la que añade su extraordinario misticismo, ahora también la forma se ha convertido en fondo.

De esa languidez tan pasmosa se derivó la hondura de unos procedimientos que estuvieron tocados de enorme naturalidad, y ese compendio de clasicismo, ya con un sello totalmente definido, se fundió con el desmayo -y el desgarro, a la misma vez- de un sentimiento sumamente profundo que enloqueció a la gente.
En Granada hubo comunión y magia, la que emana de un arte vivo, como es el toreo, y más aún cuando un hombre demuestra la fuerza de una vocación tan grande, tan sincera.

El impacto que causó no sólo fue la reivindicación del tomasismo, sino un grito de protesta que lleva un mensaje, que intenta poner orden y restablecer los cánones del toreo en su máxima expresión. Al final, un grito de rebeldía en contra del sistema y sus anquilosados procesos de gestión.

Y como todo artista que se precie, ha dejado esa honda huella sobre la arena, la que perdura porque enaltece al arte del toreo. La tarde de José Tomás en Granada será el nuevo referente que tuvo su mejor antecedente en la encerrona de Nimes de 2012.


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