El 28 de mayo de 1989, el recién constituido Partonato Taurino del Distrito Federal, organizó una corrida de toros en la Plaza México, que había estado cerrada casi un año como consecuencia del litigio entre el empresario Alfonso Gaona y los señores Cosío, dueños del coso.

Y la nueva empresa, encabezada por Jesus Arroyo, Joselito Huerta y Eduardo Azcué, tuvo a bien anunciar un cartel conformado por Manolo Martínez, David Silveti y Miguel Espinosa "Armillita, con toros de la divisa de Tequisquiapan que, por entonces, había adquirido el rejoneador Ramón Serrano a Fernando de la Mora Ovando, por mediación de Pepe Chafik.

Huelga decir que la plaza se llenó de bote en bote, y el ambiente que reinaba era de primera. Pero lo más destacado fue el triunfo tan relevante obtenido por David Silveti, que borró del mapa a sus alternantes Hacía pocos meses que lo habían bautizado en la plaza "Nuevo Progreso" de Guadalajara como "Rey David" y en esta corrida el torero de dinastía se convirtió en figura del toreo. Así, de manera literal. Porque aquello fue una auténtica revelación.

Al primer toro de su lote, de nombre "Peregrino" le cortó una oreja. Pero la faena grande vino en el quinto, bautizado como "Berrendito", al que cuajó a placer con una expresión distinta que el público de México no le conocía. A partir de entonces, David Silveti dejó es impronta de torero patético, sentimental y artista, dueño de un valor sereno impresionante y, sobre todo, una enorme convicción para ponerse en el sitio.

A pesar de sus fallos con la espada, al final de la lidia de este toro lo llamaron a dar una aclamada vuelta al ruedo, de esas que tiene sabor a Puerta Grande. Y desde aquella tarde de "la reinauguración" comenzó a despertar la atención del público de toros de todo el país.

Al siguiente domingo comenzó la Temporada Chica que se prolongó hasta el 28 de septiembre de 1989; es decir, por espacio de cuatro meses en los que se celebró la abultada cifra de 28 novilladas, pues también hubo "Jueves Taurinos". Era otra época, definitivamente. Y por desgracia, para los tiempos de incertidumbre que corren.