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Los colores del toreo

Viernes, 15 Feb 2019    Morelia, Mich.    Quetzal Rodríguez | Infografía: LM   
…atavío absolutamente original y opulento que distingue al matador...
El libro "Los colores del toreo", pone de relieve la importancia del traje de luces en la Fiesta, su evolución histórica y significación, el color como elemento esencial del vestido de torear con su lenguaje específico. El traje de torero que ha llegado a la actualidad es fruto de un complejo proceso, tratándose de un atavío absolutamente  original y opulento que distingue al matador y su cuadrilla de cualquier otra profesión. 

Su origen se remonta al siglo XIX cuando fue codificado por Francisco Montes, "Paquiro" (1805-1851), torero andaluz nacido en Chiclana de la Frontera. Montes fue una primerísima figura de su tiempo al que le debe la publicación en 1836 de su célebre tratado "Tauromaquia completa", donde reivindicaba la heroicidad del torero y sentaba las bases de su atuendo.

Durante los siglos XVI y XVII los toros tuvieron un papel muy destacado en los esparcimientos sociales, la expectación en torno a los festejos de carácter cortesano era impresionante, las corridas se prolongaban durante horas y tenían un decisivo componente visual en el atavío de los rejoneadores y sus cuadrillas. El gran despliegue de riqueza que hacían los caballeros rejoneadores  lleva a considerar las fiestas de toros no sólo como una manera de exhibir sus dotes, sino también el escenario adecuado para mostrar la suntuosidad de su atavío. 

La llegada de los Borbones a la Corona española en la persona de Felipe V trajo consigo numerosos cambios sociales, el nuevo rey no gustó de las corridas y en 1723 promulgó una ley por la que se prohibía a la nobleza la ejecución de los lances taurinos. Este hecho trajo consigo una modificación del espectáculo y ser torero se convirtió en una profesión. 

El primer signo distintivo usado por los matadores del que se tiene constancia fue una simple banda, ya en la segunda mitad del siglo XVIII adoptaron el traje de majo madrileño para salir al ruedo. Este atuendo era similar a otros trajes populares, pero se caracterizaba por su vivo colorido y su profusa decoración a base de cintas, caireles, cordones, pasamanos, charreteras y galones. 

Los toreros, por tanto, comenzaron a uniformarse, ya que hasta ese momento gozaban de bastante libertad, poco a poco sus retribuciones fueron ascendiendo, lo que lógicamente repercutió en la riqueza de su vestimenta. El sevillano Costillares (1743-1800) solicitó a la Real Maestranza de Sevilla permiso para poder usar galón de oro tal y como lucían los rejoneadores. 

Asimismo organizó las cuadrillas a las órdenes del matador, reservando para los subalternos los adornos de plata mientras el maestro era el único que podía llevarlos de oro, con toda esta herencia, Francisco Montes codificó el vestido de torero romántico y moderno ya totalmente desligado del traje de uso civil. Un atuendo que ha llegado a nuestros días conservando la estética del siglo XVIII en cuanto a la vistosidad, el arriesgado colorido y la opulencia. 

Según apuntan los entendidos, es más que probable que Paquiro reparara en los uniformes del ejército napoleónico y se inspirara en su riqueza a la hora de concebir el traje de torero ya que las tropas francesas desplegaron una pompa y suntuosidad sin precedentes.

Francisco Montes introdujo cambios en la forma del traje y en su decoración, el terno aparece profusamente bordado con lentejuelas, alamares, borlas y pasamanería, elementos usados desde antiguo pero dispuestos de una manera completamente novedosa y abigarrada. 

La chaquetilla se acorta, ya que la faja debe asomar por detrás, y se abren las sisas, las hombreras adquieren gran volumen y la taleguilla se alarga y entalla como si fuera una segunda piel; el calzado se convierte en zapatillas, planas y flexibles, por último, señalar que Paquiro introduce hacia 1835 la montera, un tocado absolutamente original, realizado con piel de astracán y cuya forma se asemejaba a un casco. La montera es siempre negra aunque ha ido variando su forma a través de los tiempos.

El color es esencial en el traje de luces, en un primer momento los sastres no tenían una gran variedad para ofrecer: los más comunes eran el blanco, el azul y el rojo, llegados al momento actual existe la posibilidad de elegir entre unos cien tonos diferentes, siendo las gamas de rojos, verdes y azules bastante amplias. El traje de luces es una verdadera joya, heredero de una rica y compleja historia. Una creación genuinamente española plena de matices y significados que permanece viva después de casi doscientos años.

Bibiografía:

Delgado, Paco, Pelegrín, Juan, Zumbiehl, Francois. "Los colores del toreo". Bellaterra. Barcelona. 2013.


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