Banners
Banners
altoromexico.com

La influencia taurina en Xavier Villaurrutia

Viernes, 24 Ago 2018    Morelia, Mich.    Quetzal Rodríguez | Foto: Archivo   
"Tendríamos que acudir a la presencia de los ritos solares..."
Xavier Villaurrutia es un poeta imprescindible dentro de la literatura mexicana, en este sendero de letras es Villaurrutia el escritor de los sentidos contemplados a luz fría, nocturna, donde los caminos como el amor, la noche y la muerte, que serán los grandes temas de su poética, nacen precisamente del testimonio de los sentidos, pero se vuelven angustiosos y trágicos cuando los toca la inteligencia.

Un escritor que supo dar a sus diversos hallazgos la máxima tensión expresiva, que con su poesía y a través de la tauromaquia, representaron una vía de integración, un conocimiento de ambiciones ontológicas para llegar a la médula de lo divino y lo humano, un espacio donde: "El toreo es un rito, una fiesta solar. Los millares de seres que domingo a domingo (…) sienten que están imantados por la irresistible atracción de un rito pagano presidido por una divinidad que no es otra que el sol".

En sus poéticas "Nocturno" (1933) y "Nostalgia de la muerte" (1946) aparecen, a decir de Carlos Monsiváis:  "la vigilia de una ciudad, que aprende a conquistar las horas nocturnas y que vuelve a familiarizarse con la muerte (sueño, recuerdo, origen de certidumbres personales).  El sueño pierde sus prestigios y se convierte no en el territorio del instinto, sino en el final de la violencia y las persecuciones". 

La tauromaquia y las tardes de toros como un devenir entre luz y sombras que Villaurrutia tradujo como: "En las tardes en que las nubes amenazan ocultar el sol, a al menos atenuar su luz, el público echa de menos la presencia de la divinidad solar (…) Si buscáramos el porqué del entusiasmo irresistible del pueblo mexicano por el espectáculo taurino, tendríamos que acudir a la presencia  de los ritos solares de los antiguos mexicanos, entre los que el sol –Huitzilopochtli Tonatiuh– era la divinidad principal".

Aunque a Villaurrutia se le reconoce principalmente como poeta, también incursionó en otros géneros literarios como la dramaturgia, empezó por traducir a Chejov, Jules Romains, Lonormand; después escribió al rededor de trece piezas en un acto.  Como dramaturgo llegó a su clímax con la elaboración de sus obras mayores de tres actos: "La hiedra" (1941), "La mujer legítima" (1942) e "Invitación a la muerte" (1943), en las cuales aplicó los preceptos y temas literarios que ya había empleado en su poesía.

En estas producciones de dramaturgia, Villaurrutia abandonó aquellas primeras huellas líricas y las sustituyó por análisis filosóficos y conflictos con tintes de moralidad, reflexión filosófica que en los toros siempre tuvo una metafórica visión al decir: "La fiesta, la ceremonia taurina, es lo que pudiéramos llamar una tauromagia. El sol la preside, pero el sol es el toro. El toro es la víctima pero el toro es también el sol".

La muerte como un leiv-motiv de su obra literaria y punto de partida para sus recuerdos taurinos, quien mejor que Alberto Balderas como la simbiosis ideal y que el poeta expresó de esta manera: "No pocas veces lo vimos adentrarse al peligro, invitando al toro en una oscura y terrible provocación. El pueblo, el público, creyó ver en Alberto Balderas una reaparición de ese otro torero mexicanísimo que se llama Rodolfo Gaona, maestro de un estilo, fundador de una tradición de elegancia".

Por otra parte, dentro del ensayo, Villaurrutia fue un crítico permanente, dedicó a su vez numerosos artículos sobre literatura, pintura y cine, principalmente para periódicos y revistas de la ciudad de México. Su primer ensayo que mereció el reconocimiento del público fue "La poesía de los jóvenes en México" (1924), publicado en la revista Antena.
En el comienzo del texto presenta una breve historia de la poesía y sus principales exponentes, un texto que hace referencia desde la época precolombina, la colonia, el neoclasicismo, el romanticismo, el modernismo, el Ateneo de la Juventud y el estridentismo.

Asimismo, aquel recuerdo taurino teñido de oscuro siempre acompañó a Villaurrutia que nunca olvidó la corrida en ofrenda a aquel torero mortalmente herido por el astado de Piedras Negras: "Esta tarde en homenaje a Alberto Balderas lo acompañan seis matadores, Armillita, invulnerable Aquiles del toreo moderno; Jesús Solórzano, serio, fino torero, José González "Carnicerito", reencarnación de los auténticos bestiarios, Silverio hermano de otro mártir de los misterios taurinos y dos nuevas figuras, Carlos Arruza y Andrés Blando".

Villaurrutia conoció las más recientes teorías sobre el arte contemporáneo de su época y además supo interpretar aquello que realizó Armillita: "Tres pases muy buenos, uno más en juego creciente de habilidad y muy ceñidos, después un buen remate. A esta serie siguen unos pases que pudieran llamarse del desdén (…) Entra a matar y el estoque choca con el hueso de la bestia, otra estocada definitiva le basta para rubricar su nombre de maestro".

Bibliografía:

Martínez, José Luis. "Literatura mexicana siglo XX," colección Lecturas Mexicanas, CONACULTA, 2001.

Monsiváis, Carlos. "Notas sobre la cultura mexicana del siglo XX", en Historia general de México, tomo II, El Colegio de México, 1976.

Villaurrutia, Xavier. "Bajo el cielo de tauro", en Tauromaquia Mexicana, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, 2004.


Comparte la noticia