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Especial: Emociones a flor de piel

Martes, 27 Mar 2018    Quito, Ecuador    Santiago Aguilar | Foto: Archivo   
Mariano Cruz Ordóñez actuará el 20 de abril en Riobamba

Sus pequeñas manos sostenían con emoción y curiosidad la pesada chaquetilla bordada en oro de la que, con no poca dificultad, se había despojado segundos antes un hombre de cabellos revueltos, rostro sudoroso y mirada intensa, cuyos  gestos  aunaban la emoción de una tarde de triunfo y el dolor de tres varetazos que señalaban su espalda. Los jirones de la camisa y la imagen de las dolorosas marcas de un rojo encendido impresionaron al niño al punto que dejó caer la preciosa prenda.

La figura paterna, altiva y torera, se grabó para siempre en el corazón del muchacho. De allí en adelante las tardes de corrida con su héroe en el redondel las vivió de manera diferente, consciente ya del mágico oficio de su padre, el inolvidable Mariano Cruz Arellano, y con el sueño de emularlo ya revoloteándole en el pecho.

La sala de la casa familiar cargada de recuerdos e imágenes taurinas fue el escenario de los escarceos toreros del chiquillo que con una improvisada muleta ensayaba rítmicos pases que ya avisaban de sus cualidades y preciosista estilo. Día a día fue mejorando sus formas y alimentando su ilusión.

Una tarde de abril de 1981 el veterano lidiador decidió poner punto final a su digna carrera;  aquel día, su hijo le cortó la coleta en los medios del ruedo arropado por el afecto de miles de paisanos que reconocían su trayectoria y aspiraban que aquel crío asomado por primera vez a la arena encuentre en ella su vocación y futuro.

El tiempo se encargó de impulsar la decisión de Mariano Cruz Ordóñez que, paso a paso, fue adentrándose en el toreo y sus secretos y, sobre todo, insufló su afición y coloreó sus anhelos.

Más pronto que tarde se vio saltando del tendido de madera de la vieja plaza de toros de Riobamba para plantarle cara a un becerro. El húmedo bufido de la res, más su peluda embestida terminaron por enloquecer al chaval que desde aquel momento emprendió un camino sin retorno. Seré torero, se dijo.

De inmediato se apuntó en la escuela taurina "Manuel Díaz" para recibir cátedra de maestros como su padre, Alonso Dávila y Carlos Cruz; la  teoría se sumó a la práctica en una secuencia de paseíllos en festejos menores acumulados desde su presentación en 1984.

Cumplida su alfabetización taurómaca. se convierte en  novillero en 1990 en la plaza de su tierra, vestido de grana y oro superó el examen con desahogo y, sobre todo, dejó entrever esa condición de torero diferente  pues en su manejo del capote y la muleta ya se advirtió el toreo de clase que al cabo del tiempo sería su huella. 

Las buenas maneras del menudo diestro se moldearon en un satisfactorio periplo por ruedos provinciales sumado a espectáculos cómico-taurinos en los que trajinó con soltura y determinación. 

El giro vital de su carrera acontece en 1991 al incorporarse a la Escuela de Tauromaquia  de Madrid en la que cursó 5 años  con la tutela de maestros como Agapito García “Serranito” y Joaquín Bernadó; otra vez sus capacidades llamaron la atención hasta convertirlo en un alumno destacado.

En Quito debuta con picadores en marzo de 1996, durante cuatro temporadas sumó setenta novilladas antes de su lujosa alternativa en la Monumental de Iñaquito la tarde del 30 de noviembre de 2000 de manos del maestro Enrique Ponce y con Víctor Puerto como testigo de la ceremonia. 

Su etapa como matador de toros está jalonada por tardes inolvidables y de las otras;  las horas opacas propias de un diestro de su concepto y de un hombre de su sensibilidad no han impedido que propios y extraños describan, canten, pinten y filmen su sinigual toreo. 

Mariano Cruz Ordóñez es dueño de una tauromaquia pura y verdadera exhibida en la arena con arrebato y conmovedora entrega. En cada verónica y en cada natural Mariano trata de decirle al mundo que el toreo es gallardía con la vida como prenda. Que el toreo es respeto al toro y su sacrificio y al hombre y su libertad.

Dueño de una personalidad extrema y con las emociones a flor de piel, su arte le ha llevado a plazas de todo el orbe en más de medio centenar de corridas en las que dejó su impronta de calidad e ilimitada capacidad de expresión;  pese a ello, aún aspira a volver a Madrid para confirmar su alternativa; antes, dentro de pocos días, quiere tocar el cielo de su querida Riobamba soñando el toreo en la dorada arena de la Plaza "Raúl Dávalos".


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