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Historias: Festejos taurinos en 1815

Miércoles, 24 Ene 2018    CDMX    Francisco Coello | Foto: Archivo   
"...transición y presencia del toreo de a pie..."

Habiendo dado a conocer en una entrega anterior el desarrollo de las fiestas en Teposcolula, Oaxaca en 1818, tres años antes, y ahora bajo el “feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. Fernando VII", en la ciudad de México, las autoridades organizaron un conjunto de festejos que abarcaron del 25 de enero y hasta los primeros días de junio, que en su mayoría produjeron pingües beneficios.

En el primer aviso que emitió el Ayuntamiento, se hizo saber a los habitantes de esta ciudad:

"La muy Noble, muy Leal, Insigne e Imperial Ciudad de México. Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades.

"Las ocho corridas de estilo serán los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de enero; 1º y 3 de febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey.

"Los Comisionados que son el Sr. D. Ramón Gutiérrez del Mazo, Intendente de esta Capital y su Provincia, por S.E., y por el Exmo. Ayuntamiento los Señores Regidores D. León Ignacio Pico y D. Tomás Gutiérrez de Terán, no han perdonado fatiga ni gasto, que en la premura del tiempo y circunstancias del día han sido de mucha consideración, para que la diversión del Público sea completa.

"Se lidiarán Toros escogidos de la acreditada hacienda de Atengo (debe decir Atenco) del Condado de Santiago (Calimaya), y de las del Paredón, Mextepec y Tecocomulco; los primeros con divisa encarnada, los segundos con azul, los terceros con amarilla, y los cuartos con blanca.

"Se proporcionará para mayor diversión del Público, Fuegos, Monte Parnaso, Palo encebado, y otras distintas. oreros de a pie y a caballo: Felipe Monroy, José Antonio Romero, José Legorreta y Gerónimo Meza. Entre las dos cuadrillas, destacan a pie: Antonio Rea, Pedro Escobar, Julio y José Luis Monroy, Guadalupe Granados y Basilio Quijón. La segunda estuvo formada por: Joaquín Rodríguez (que nada tiene que ver con “Costillares”), José María Montesinos, José María Ríos, José Apolinario Villegas, Onofre Fragoso y Joaquín Roxas. A caballo: Felipe Monroy, José Antonio Romero, José Legorreta, Gerónimo Meza, Rafael Monroy (alias) Santa Gertrudis, Ramón Carrillo, Demetrio Salinas y Juan Andrés Gutiérrez (…)"

Aquella larga “Temporada taurina” transcurrió en la plaza del “Volador”, convirtiéndose en los últimos festejos allí celebrados, pues justo el mismo año, se desmanteló y el maderamen pasó a integrarse a la Real Plaza de Toros de San Pablo.

En estos registros, lo que llama la atención es una serie de términos que, de acuerdo a la redacción, pero también a los usos y costumbres, permiten entender la forma en que se desarrollaba la fiesta hace poco más de dos siglos. Uno de ellos es la manera en que se califican los espectáculos como “corridas de estilo”, lo cual significaría entender que se trataba de festejos tal cual lo fijaban aquellos principios con que la tauromaquia era puesta en práctica directamente por los protagonistas, a imagen y semejanza de lo que sucede hoy día.

También es de agradecer la relación de toreros, tanto a pie como a caballo, lo cual indica que, por ejemplo, al solo nombre de Agustín Marroquín o los hermanos Ávila, se sume un grupo articulado que, a pie o a caballo ya podía presentarse en festejos organizados formalmente por la autoridad. Del mismo modo, se mencionan y distinguen con colores las divisas de toros cuya procedencia fue de cuatro haciendas: Atenco (Valle de Toluca, México), Paredón (probablemente ubicada en el estado de Veracruz), Mextepec (hoy Almoloya de Juárez, México) y Tecocomulco (San Juan Tecocomulco, perteneciente a Cuautepec de Hinojosa, estado de Hidalgo).

Hubo, además en las corridas formales, fuegos, palo encebado, o aquello otro donde debido a la prohibición “que hay de lidiar Toros puntales, se proporcionará el divertido espectáculo de unos becerros toreados por determinado número de muchachos, equilibrios en el alambre floxo (sic), Monte Parnaso con dos novillos embolados, y un blobo aerostático iluminado, al ponerse el sol”, expresiones parataurinas donde predominaba un toreo eminentemente aborigen, mestizo, matizado de ingredientes; -entiéndase mojigangas-, tales como toreo a caballo, o procedentes del ámbito campirano; en los que habilidosos charros y vaqueros al entrar en escena, demostraban sus enormes capacidades.

Imagínense fuegos de artificio, palo encebado, becerros y novillos embolados, equilibristas, monte parnaso, globos aerostáticos…, todo un catálogo de expresiones en corridas a mañana [comenzaban a las once] y tarde [a partir de las cuatro], que aseguraban lo notable de un espectáculo y cuyo cierre simplemente podría alcanzar lo extraordinario.

En otros programas se anunciaron festejos “el Lunes y Martes de Carnestolendas por mañana y tarde, y el Domingo por la tarde” [esto en los primeros días de febrero]. Al comenzar abril, los capitalinos se enteraron de que “las primeras corridas de Toros para los  días Jueves y Viernes de la primera semana [de ese mes fueron] festejos en los que se corrieron en cada día “diez y seis Toros, diez de Atenco, escogidos y descansados, con la divisa de una roseta encarnada, y seis de Tenango que son de muy buena raza, también escogidos, y se señalarán con roseta blanca”.

Luego, el 7 de abril siguiente, Ramón Gutiérrez del Mazo autorizó una corrida de toros en beneficio de la construcción del vestuario de la tropa, así que como puede entenderse hasta aquí, los festejos estaban dejando muy buenos ingresos. Finalmente, un nuevo aviso, fechado este el 28 de mayo indicaba:

"En las tardes del Lunes, Martes, Miércoles y Jueves de la presente Semana, se han de continuar las corridas de Toros que el Exmo. Sr. Virey ha tenido a bien conceder a los Contratistas de la Plaza, para que resarzan las pérdidas que han sufrido, satisfaciendo al fondo de vestuario la contribución que se sirvió aceptar, como se anunció en aviso de 14 del corriente.

"Comenzarán los Toros a las cuatro y media de la tarde, y en cada una se lidiarán diez, cinco de Atengo [Atenco] con divisa encarnada, y cinco del Astillero y Golondrinas con la de color de Caña, repitiéndose al Público la Superior Orden, relativa a que al primer toque del clarín, todas las personas sin distinción de clases, salgan de la Plaza y entre barreras, para cuya observancia está destinada la tropa que haga efectivo el cumplimiento de esta providencia, a fin de que la que maniobre pueda con libertad y lucimiento hacer sus evoluciones, sin objetos que embarazen la extensión de dicha Plaza, no verificándose esto hasta tanto no esté libre y cerradas sus cuatro puertas. Las diversiones que ofrecen los Contratistas son las siguientes:

"LUNES: Al quinto Toro se pondrán dos mesas de merienda al medio de la Plaza, para que sentados á ellas los Toreros banderillen á un Toro embolado.

"Al mismo Toro embolado pondrá el loco Ríos una bandera parado sobre un barril y engrillado.Dominguejos de particular idea.

"MARTES: Por ser día de nuestro Católico Monarca, se pondrá el mayor esmero en las diversiones y función que se ha de dar, que se anunciará por otros carteles el día anterior.

"MIÉRCOLES: Liebres y Galgos. Se pondrán dos monos al medio de la Plaza para diversión del Público.

"JUEVES: Se echarán Venados para que los cojan Perros sagüezos, diversión muy retirada en esta Capital. Se lidiarán dos Toros á un mismo tiempo, dividendo la Plaza por mitad con una baya portátil".

México 28 de mayo de 1815. Ramón Gutiérrez del Mazo.

Como las corridas que se celebraron en abril y luego estas de mayo presentaron un balance negativo, el virrey Félix María Calleja del Rey concedió licencia necesaria para una serie de otras cuatro corridas más, las cuales se verificaron en la primera semana de junio de 1815, aunque se desconoce la procedencia del ganado.

Ello sucedió bajo las acostumbradas presiones surgidas al interior del gremio de Tablajeros, donde buena parte de sus integrantes, eran dueños de carnicerías, lo que supone que con aquella intensa actividad en las tardes aquí conocidas, hubo suficientes motivos para generar un mercado temporal con la venta de carne de manera legal, aunque se sospecha que lo fue también de manera ilegal.

Tanto monta, monta tanto… Así fueron en realidad una buena parte de los festejos durante el siglo XIX mexicano, e incluso muchos de ellos mostraron variantes, invenciones y demás alucinaciones propias de quienes no solo participaban activa y permanentemente en ellos sino de otros que creaban y recreaban el espectáculo hasta ponerlo en el lugar de fascinación que alcanzó a tener.

En ese sentido, personajes como Bernardo Gaviño o Ponciano Díaz, impulsaron tal complemento que, como era de esperarse también, terminó agotándose. A ese síntoma, debe agregarse la transición y presencia del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna, el cual vino a estabilizar ese orden y ese progreso, lo que significó una clara señal de profesionalización de la tauromaquia en México. Lo anterior a partir de 1887; año en que se desarrolla el que, a mi parecer es uno de los episodios más importantes para el espectáculo en México: “la reconquista vestida de luces”.

 Ya me ocuparé de ese episodio poco más adelante


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