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Espuerta: Escándalo de latidos

Domingo, 07 Ene 2018    CDMX    Heriberto Murrieta | El Heraldo de México   
"... primera corrida a la usanza española de 2018..."

Bonito cartel, inédito, distinto, es el que se anuncia para esta tarde en la Monumental Plaza México, en el inicio de la parte complementaria de la Temporada Grande capitalina. Será la primera corrida a la usanza española de 2018 en esta capital.

Actuarán tres toreros de dinastía: Jerónimo, Juan Pablo Llaguno y Antonio Lomelín (que confirmará su alternativa), con toros de la ganadería de Caparica.

Jerónimo es sobrino nieto de Jorge “El Ranchero” Aguilar. Juan Pablo Llaguno es hijo del matador Juan Pablo Llaguno González, hermano del novillero Juan Pedro Llaguno Romero, bisnieto del ganadero José Antonio Llaguno García, sobrino nieto del matador sevillano Manolo González y bisnieto de don Antonio Llaguno González, prócer de la cabaña brava mexicana.

Por su parte, Antonio Lomelín Orozco es heredero del valiente diestro acapulqueño Antonio Lomelín Migoni, fallecido en marzo de 2004 en su casa de la colonia San Pedro de los Pinos.

 50 años más tarde de la confirmación de su padre en La México (18 de febrero de 1968), 22 después de su despedida (18 de febrero de 1996) y 14 después de su fallecimiento (7 de marzo de 2004), Antonio se presentará al fin como matador de toros en el coso metropolitano.

Xavier González Fisher nos dice que Antonio es el número 41 en la lista de confirmantes de cualquier nacionalidad cuyos padres también ratificaron el doctorado en el gigantesco embudo de la colonia Nochebuena. El primero fue Manolo Espinosa, hijo del maestro Fermín Espinosa “Armillita”, en el año de 1965. Entre los padres e hijos extranjeros que confirmaron en La México figuran Morenito de Talavera y Gabriel de la Casa, Paco y Rafael Camino y Francisco Rivera “Paquirri” y Rivera Ordóñez, entre otros.

Antonio Lomelín padre se despidió en la Plaza México en 1996 con el toro “Segador” de Rancho Seco, al que le cortó las dos orejas. Alternó con Mario del Olmo y Carlos Manuel Rondero. Minutos después de que Manuel Capetillo y Joselito Huerta le desprendieran el añadido, un toro brincó al callejón y lo pateó en la cara, teniendo que pasar a la enfermería.

Antonio fue un torero hormonal y adrenalínico, de alta tensión, que sentía un extraño disfrute al pasarse a los toros por la espalda. El día en que el toro “Bermejo” de Xajay le abrió el vientre de un navajazo –y retomo unas líneas de mi libro Vertientes del Toreo Mexicano-, comprendí su tremendo valor. Era el 16 de febrero de 1975 en la Plaza México. Con un impresionante instinto de supervivencia, al ver sus propios intestinos tirados, con su forma laberíntica y su aspecto de masa apelmazada y gelatinosa, Lomelín los recogió de la arena y los llevó de vuelta a la cavidad abdominal. Cualquier otro se hubiera desmayado del dolor y la impresión. Ese valor rayano en la inconsciencia fue el común denominador de la carrera del combativo diestro guerrerense.

El trance de “Bermejo” sucedió en la suerte de banderillas. A ruedo abierto, le dio ventajas al toro en un largo cuarteo que concluyó con un cornadón de espanto por el rumbo de la puerta de toriles. Pero fue precisamente en el segundo tercio donde Lomelín destacó sobremanera. Fue un banderillero desprovisto de elegancia, pero de gran precisión y espectacularidad. 

Un dato curioso es que exactamente a la misma hora en que Antonio se despedía de los ruedos, José Tomás sufrió una gravísima cornada con rotura de la vena safena y la arteria femoral en la plaza de Autlán de la Grana, Jalisco.


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